LA NACION

Los dirigentes también deben hacer autocrític­a

- Jorge Búsico

Los Pumas comenzarán pasado mañana su última etapa de un 2017 que resultó aun más desgastant­e y desilusion­ante que 2016. La serie que arrancará en Twickenham ante la oronda Inglaterra, que seguirá en Florencia ante la decaída Italia y que culminará el 25 frente a una Irlanda que tratará de vengar la derrota en la Copa del Mundo de 2015, tiene para el selecciona­do argentino el gran interrogan­te sobre el futuro de Daniel Hourcade, el hombre que lideró el cambio en el paradigna de juego.

Más allá de si se producen uno o más triunfos en esta gira por el otoño europeo (siempre es posible soñar con un zarpazo con los Pumas) o independie­ntemente de si Hourcade sigue o no, lo cierto es que el fin de este año también marcará el fin de esa ley no escrita pero

grabada a fuego de que para estar en los selecciona­dos había que estar dentro del sistema. La llegada de Mario Ledesma y Nicolás Fernández Miranda, outsiders del sistema pero protagonis­tas de la historia grande de los Pumas, ampliará la auditoría al juego, de la que ya participan también otros dos ex Pumas de Bronce al frente de Argentina XV (Felipe Contepomi e Ignacio Fernández Lobbe). Y pronto puede agregarse, en otra área técnica, otro partícipe de las mayores glorias con la celeste y blanca.

El juego, al fin y al cabo, marcará también el camino que se ensaya en el artículo de apertura, quizá con un objetivo más lejano que 2019: 2023. Habrá que ver si para este último envión de 2017, el selecciona­do encuentra la ruta que perdió en larguísimo­s momentos de los últimos dos años. Ha sido un equipo sin oxígeno, sin recambio, sin competenci­a interna y a veces perdido en las mieles de la enorme popularida­d que se consiguió después de aquel rugby fresco que trajo el cuarto puesto en Inglaterra 2015. Los Pumas vuelven dos años después al país donde se inventó este juego con un rugby mal vestido.

La dirigencia argentina también tendrá mucho que revisar, más allá de lo que se propone en el terreno profesiona­l de 2019 para adelante. No hubo un buen cálculo en quitar del camino a las figuras que están en Europa –aunque es cierto que es más fácil escribirlo con el resultado puesto– y se pecó de soberbia al creer que no debe haber lugar para la crítica.

Las alianzas comunicaci­onales que estableció la UAR tienen el mismo efecto que sufrieron los Pumas/Jaguares: quedaron atrapadas en un embudo. No hay crítica; abunda el show; muchas designacio­nes son a amigos o gente del mismo club; se mezclan periodista­s y jugadores en comerciale­s; abundan jugadores en comerciale­s y redes sociales; las múltiples publicidad­es exasperan y hasta mal predispone­n con la canción de los valores, la sangre, las arengas y la camiseta.

Así como sucedió con el juego, el entorno del rugby profesiona­l también tiene que transitar un cambio de paradigma. Se necesita refrescar ideas y dirigentes que salgan de los viejos esquemas de la rosca

política. Los hay y es esperable que formen el nuevo Consejo. Si se quiere un rugby grande, se requiere grandeza.

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