En China, una visita asimétrica con un líder elevado a emperador y otro debilitado
Pese a ser recibido con todos los honores, nadie espera que Trump logre concesiones de Xi Jinping
Adrián Foncillas PARA LA NACION PEKÍN.– Donald Trump disfrutó ayer de una “visita de Estado plus”, un concepto acuñado esta semana por Pekín para definir la hospitalidad que desborda la cortesía diplomática. Chicos entusiasmados lo saludaron en el aeropuerto; las calles y la Ciudad Prohibida fueron vaciadas para que las masas no lo incomodaran, fue recibido en el Palacio Imperial y disfrutó de la ópera pequinesa.
La jornada subrayó que la sintonía cultivada con su par chino, Xi Jinping, será su mejor baza en las áridas negociaciones de hoy. Trump llega sin mucho que ofrecer y los expertos vaticinan que se marchará mañana con un puñado de contratos firmados, ampulosas declaraciones de intenciones y la amistad fortalecida con Xi. Y ningún logro reseñable sobre Corea del Norte y el comercio, los asuntos prioritarios de su agenda.
En Pekín confluirán dos tendencias opuestas. Trump llega con sus índices de popularidad en el sótano, acosado por el FBI, sin un segundo mandato claro y con la amenaza del impeachment. Xi ha sido elevado junto a Mao en el reciente Congreso, goza de la sumisión del partido y del cariño popular y no se atisba el final de su reinado.
Trump pisó todas las polémicas chinas durante las elecciones: Taiwán, la presunta manipulación del yuan o las prácticas comerciales indignas que violaban (en el sentido sexual del término) la economía nacional, por hacer la lista corta. La realpolitik y la imprevista amistad con Xi le suavizaron el discurso. Se conocieron en su residencia veraniega de Florida y en menos de un año se reunieron en dos ocasiones, hablaron ocho veces por teléfono y se repartieron múltiples alabanzas. “No puedo esperar a reunirme con el presidente Xi después de su gran victoria política”, tuiteó ayer Trump. Pero ni siquiera esa afinidad sugiere que Xi vaya a ceder en cuestiones con intereses opuestos.
La prensa local ha recordado que China no es un “aliado” sumiso como Japón y Corea el Sur y que la influencia norteamericana se topa aquí con un contendiente del mismo peso. “Es imposible que domine al mundo como domina a Japón”, advertía ayer el editorial del diario Global Times, bajo el paraguas del Diario del Pueblo.
“Pronostico que China le mostrará mucho respeto y deferencia y que, como es habitual en su diplomacia, le lanzará algunos huesos. Pero no espero grandes avances ni en comercio ni en otros campos”, resume Jonathan Sullivan, director del Instituto de Políticas Chinas de la Universidad de Notthingham. “Trump habla a lo grande, pero no está en condiciones de presionar las habituales palancas de las relaciones sinoestadounidenses. Xi está pletórico y sin ganas de hacer concesiones si no tiene la necesidad”, añade.
Pekín y Washington tienen sus propias agendas. Xi exigirá a Trump que no se desvíe del “principio de una sola China” en asuntos como el taiwanés y que reconozca los derechos legítimos sobre las islas que levanta en el Pacífico. También agradecerá que adelgace su presencia militar en esas convulsas aguas. Las prioridades de Trump son reducir el desequilibrio comercial y que Pekín presione con más brío a Corea del Norte. China ya se ha esforzado en lo segundo, con continuos recortes del comercio bilateral, y parece complicado que pueda presionar más sin provocar un temido colapso. Las importaciones norcoreanas cayeron un 38% en septiembre.
Una cuarentena de empresarios acompañan a Trump para firmar contratos en energía, aviación o servicios financieros. El acuerdo más esperado es el que empujará al gigante estatal China Petroleum Chemical Corp. a las zonas de Texas más devastadas por los huracanes con inversiones millonarias y miles de puestos de trabajo. Pero se necesita mucho más para arreglar el desequilibrio comercial. “Es tan alto y grande que da incluso vergüenza mencionar la cifra”, reconoció Trump días atrás. Fueron 347 mil millones de dólares el pasado año. Pekín recordó esta semana que es la lógica del mercado y no sus políticas lo que alimenta ese desequilibrio.
La fórmula china para reducirlo pasa porque Estados Unidos levante las restricciones en productos de alta tecnología, incremente la cooperación en investigación en áreas como la carrera espacial y se sume a sus iniciativas globales, como la Nueva Ruta de la Seda o el Banco de Infraestructuras e Inversiones Asiáticas. Es una paradoja cruel que la ley norteamericana impida venderle a China el armamento militar que sí atenúa el desequilibrio comercial de Washington con Seúl y Tokio. Esa maquinaria, la más avanzada del mundo, aceleraría la modernización del ejército que ansía Xi.