Una idea que empieza a cocinarse a fuego lento
otamendi y agüero han mejorado de manera sustancial, ganaron confianza
La comida siempre sale más sabrosa cuando se cocina a fuego lento, y en este tiempo que tiene la selección Argentina para ir madurando sin tanta urgencia, cualquier amistoso es ultranecesario para experimentar y también para ahondar en la búsqueda de un equipo que represente la idea del técnico y la ejecute lo mejor posible. Aún falta para alcanzar esa meta, pero el partido ante Rusia me dejó varias sensaciones positivas.
Vi cosas interesantes, como una cierta personalidad que ya apunta una identidad. Vi compromiso, convicción para hacer lo pautado. Escuché en Sampaoli a un entrenador plenamente consciente de lo que quiere; y percibí en la respuesta de los jugadores en la cancha la decisión necesaria para incorporar los hábitos que consoliden la idea. Y el balance general me tranquiliza.
Entre otras cosas, porque ayer mismo pudo apreciarse cómo un entrenador puede influir en el desarrollo de un futbolista. O –en este caso– de dos. Uno ve jugar a Otamendi y Agüero, no por casualidad dirigidos por Guardiola en el Manchester City, y se demuestra que es mentira que un jugador consagrado no pueda crecer o incorporar conocimientos. Pero además permite comprobar que hacerlo no implica perder la esencia. Un entrenador agrega habilidades, nunca puede quitar lo que ya viene de base.
Ambos han mejorado de manera sustancial su manera de asociarse con los compañeros, han ganado tanta confianza que incluso asumen riesgos antes impensados, y han absorbido conceptos del juego (algo mucho más evidente en el caso de Otamendi) y el manejo del achique de los espacios, materia que le traía enormes problemas.
Saber que existen márgenes de evolución alienta el optimismo. Argentina mostró aspectos ya bastante definidos, como la paciencia para encadenar pases aunque parezcan intrascendentes. Pero sobre todo, la determinación para contraerse hacia adelante, meterse en campo adversario y presionar a alturas muy avanzadas. Lo hicieron los tres del fondo. Con orden y sobriedad Pezzella; con categoría para cortar la cancha y anticipar Mascherano, que parece haberle ganado la pulseada al entrenador.
También fue bueno lo de Kranevitter, recuperando la capacidad para saber cuándo y hacia dónde subir, correr o tirar una diagonal que le conocimos en River y hasta ahora no pudo repetir en Europa. Y me gustó la versatilidad de Enzo Pérez para desdoblarse en la producción del juego, su habilidad para acelerar la acción con un pase con ventaja y su vocación de llegar hasta abajo del arco.
La presencia de jugadores como el volante de River o como Lo Celso, una muy buena apuesta de Sampaoli, resulta fundamental para integrar al equipo. Si el entrenador lograra la fusión entre los talentos de Messi y, por ejemplo, Dybala y/o Lo Celso, se podría encontrar por fin un socio capaz de tomar el mando un día que el 10 no esté a su altura habitual.
Para eso es imprescindible que ninguno pierda su impronta, asunto que no es tan sencillo. Jugar al lado de los genios tiene sus efectos. La influencia de Messi tiende a opacar a los que están al lado, que deben correrse a un costado, asumir menos protagonismo, participar de un modo más intermitente. La tarea requiere un proceso de adaptación y tendrán que atravesarlo. O no. El trabajo del técnico también consiste en observar y valorar las cosas intangibles como la personalidad que se demuestra al ponerse la camiseta de la selección.
Dejé para el final un punto que sigue siendo una incógnita a revelar: el juego por afuera. Personalmente pienso que los laterales son imprescindibles y su ausencia conspira contra el rendimiento de quienes ocupan las bandas. Ya sea doblando por detrás o con la pelota en los pies, un lateral es importante para los apoyos y los desbordes, para no dejar aislado al extremo, para que este llegue con puntualidad a la escena del gol...
Parece poco probable que Sampaoli desarme los tres del fondo porque prefiere privilegiar el juego interior y tener superioridad en la última línea; pero la realidad es que el equipo no posee desborde, una herramienta vital para desordenar defensas tan fuertes y cerradas como la rusa, y el técnico deberá encontrar respuestas más idóneas para cubrir este déficit.
Tal vez lo intente el martes ante Nigeria, en otro amistoso vital para seguir cocinando el equipo a fuego lento.