LA NACION

Érase una vez en italia

- Ezequiel Fernández Moores —para La NACION—

El negocio era fichar sudamerica­nos y encontrarl­es abuelos italianos, reales o inventados. Julinho, un Garrincha de bigote a lo Clark Gable, venía de ser figura con Brasil en el Mundial 54. Fiorentina lo compró por 5500 dólares, pero no pudo jugar para Italia el Mundial 58. Su “abuelo” resultó ser un casto sacerdote toscano. La fiebre por el extranjero incluyó a figuras de la selección argentina que brilló en el Sudamerica­no de Lima 57: Humberto Maschio a Bologna, Antonio Angelillo a Inter y Enrique Omar Sívori a Juventus. Ernesto Grillo fue a Milan, campeón con cinco extranjero­s. La selección, que venía de caer en primera fase del Mundial 54, fichó al DT húngaro Lajos Czeizler, que duró poco. La eliminator­ia de Suecia 58 registró duras caídas contra Yugoslavia (6-1) y Portugal (3-0). Bastaba empatar en Belfast para ir al Mundial. El nuevo DT Alfredo Foni abandonó su catenaccio. Atacó con dos héroes uruguayos del Mundial 50 (Alcides Ghiggia y Juan Alberto Schiaffino), con el argentino Miguel Montuori y con el brasileño Da Costa, acompañado­s de Gino Pivatelli. Italia perdió 2-1. Nunca más volvió a quedar afuera de un Mundial. Hasta el lunes pasado.

La fiebre por los “oriundi” había crecido por la conquista del Mundial 34 con los argentinos Attilio Demaría, Enrique Guaita, Luis Monti y Raimundo Orsi. La reapertura a los extranjero­s en los 80 incluyó, entre otros, a Michel Platini, Diego Maradona, Zico, Marco Van Basten, Ruud Gullit y Karl-Heinz Rummenigge. Los dirigentes compraban al mundo en un palacio a orillas del lago Como. El calcio era la meca. La RAI era puro fútbol los domingos. La Gazzetta dello Sport vendía cerca de un millón de ejemplares. Adornó la escena la coronación en España 82, festejo de Sandro Pertini incluído y el récord de 32 millones de telespecta­dores (45 de los mejores 50 registros históricos de la TV son del fútbol). Hasta que la burbuja estalló en los 90. Dirigentes encarcelad­os, fraudes contables, pasaportes truchos, dineros sucios, partidos arreglados y quiebras de los Clubes SA. Imposible olvidar a Sergio Cragnotti, patrón de Lazio que, antes de caer preso, dictaba cátedra de fútbol-negocio y negaba jugadores a las seleccione­s porque decía que debía cuidar las acciones de su “club siglo 21” que cotizaba en Bolsa, ejemplo supuesto de mayor trasparenc­ia administra­tiva.

El Estado obligó a los clubes a ordenar sus cuentas. Los mejores cracks eligieron España o Inglaterra. El calcio debatía cómo salir también del catenaccio. El cerrojo defensivo vivió su mejor época en los 60. Nereo Rocco en Milan y Helenio Herrera en Inter. Dominadore­s en Italia y en Europa. ¿Cómo justificar que también equipos grandes jugaran sólo de contragolp­e. “Desventaja física en Europa”, “salimos de la guerra”, guionó el formidable periodista Gianni Brera. Otros argumentab­an que la vocación de atrinchera­rse era fruto de quince siglos de invasiones y ocupacione­s. Godos, austrohúng­aros, normandos, árabes, españoles, franceses y alemanes. Como sea, había cracks notables, pero el mejor ataque pasó a ser una buena defensa. Y, como ganó títulos, el catenaccio, mantener el arco en cero, fue elevado a categoría de arte y de cultura. El lunes pasado Italia tuvo posesión de 75 por ciento, 712 pases y 23 intentos de gol. No perdió por el catenaccio. Le faltó juego.

Además, “la nazionale” venía de caer en primeras ruedas de los dos últimos mundiales. El nuevo presidente de la Federación, Carlo Tavecchio, hoy en la picota, sugirió al asumir, con tono racista, que el problema era que los clubes compraban africanos baratos y no daban lugar a los nacionales. Partido Antonio Conte, Tavecchio contrató a un DT casi setentón que pasó por 18 clubes en treinta años y sin títulos, el ya incinerado Gian Piero Ventura. Años atrás, los más nacionalis­tas pedían jugadores que supieran cantar el himno. Ahora Matteo Salvini, de la derechista Liga Norte, pide “nacionales” en la selección y en ligas mayores y juveniles. Rechazó a Jorginho y Eder, los últimos “oriundi” de Ventura. No son los únicos. Los grandes Milan e Inter, que en los últimos años jugaron clásicos con formacione­s casi totalmente foráneas, también ellos están hoy en manos extranjera­s. Juegan el derby de Asia.

Marcelo Bielsa escribió alguna vez en el diario El País que Italia, como siempre arañaba una buena posición final, jamás se animó a afrontar cambios más radicales, como sí lo hicieron en su momento Alemania y Francia. Más allá del negocio (dejarán de ganarse millones de euros), cuesta imaginarse un Mundial sin el

calcio. “Ningún país –escribió Enric González– vive el fútbol como Italia y nadie es tan imaginativ­o, tan farsante y tan estupendo como los italianos”. Sesenta años atrás, Giulio Onesti, dirigente mítico del olimpismo italiano, condenaba el negocio de tanta transferen­cia de jugadores tras la no clasificac­ión a Suecia 58. “Somos el hazmerreír de medio mundo –decía Onesti– los millonario­s idiotas del fútbol”. Ya no sobran los millones. El calcio precisará audacia. Afuera de la cancha. Y adentro también.

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Sebastián domenech

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