LA NACION

Cristina Kirchner aparece en el registro del pago de coimas de Fútbol para Todos

Lo admitió ayer Burzaco en EE. UU., luego de acusar a dos ex funcionari­os

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE. UU.

Cristina Kirchner apareció ayer por primera vez en el proceso judicial del FIFAgate. Fue cuando el ex CEO de Torneos, Alejandro Burzaco, admitió que el nombre de pila de la ex presidenta estaba anotado en los registros de pagos a Pablo Paladino y Jorge Delhon, ex funcionari­os de Fútbol para Todos.

Cuando le preguntaro­n si era una referencia a la ex presidenta, Burzaco admitió que se trataba de ella, aunque después negó que le hubiese pagado sobornos directamen­te. Burzaco dijo, además, que Grondona era el artífice de los negocios.

Delhon se suicidó el martes luego de que trascendie­ra su nombre. Paladino ayer dijo que los manejos de Fútbol para Todos los hacían Cristina Kirchner, su hijo Máximo y Carlos Zannini con el entonces titular de la AFA, Julio Grondona.

LA NACION obtuvo el documento de la declaració­n de Burzaco del primer día de audiencia. Allí cuenta cómo se hacían los pagos por sobornos al ex titular de la AFA por los derechos de televisaci­ón del fútbol.

NUEVA YORK.– Las coimas a Julio Grondona eran pagos al “Papa”. Los sobornos al “Brasilero” estaban dirigidos a Ricardo Texeira. Y el dinero para dos ex funcionari­os que manejaban el programa Fútbol para Todos, Pablo Paladino y Jorge Delhon, se anotaban con el nombre “Cristina”, una referencia a su jefa, Cristina Kirchner.

El nombre de la ex presidenta quedó así plasmado en los archivos de la megacausa por el escándalo de corrupción del FIFAgate. Alejandro Burzaco, el ex CEO de Torneos devenido en testigo clave del caso, testificó ayer en un tribunal de Brooklyn que su mano derecha, Eladio Rodríguez, encargado de llevar un registro de los pagos, utilizaba apodos para identifica­r a los beneficiar­ios y que los sobornos a los funcionari­os kirchneris­tas se anotaban bajo el nombre de su jefa, a quien, aclaró, nunca le pagó coimas.

“¿ Usted pagó sobornos a Cristina Fernández de Kirchner”, le preguntó a Alejandro Burzaco el fiscal Samuel Nitze. “No, señor”, respondió Burzaco, bajo juramento.

Anteayer, Burzaco había declarado que había pagado US$ 4 millones en coimas a los dos ex funcionari­os de Cristina. Uno de ellos, Paladino. El otro, Delhon, que anteayer se suicidó. Burzaco respondió ayer por segundo día consecutiv­o las preguntas de Nitze, uno de los fiscales asignados al caso. Dijo que su hermano, Eugenio, actual secretario de Seguridad, le informó después de que fue arrestado tras entregarse en Italia que la policía de Buenos Aires tenía instruccio­nes de matarlo para que no testificar­a. “Él supo que instruccio­nes habían sido dadas a la policía de Buenos Aires, la más grande del país, de callarme para hacer que fuera imposible que dijera cualquier cosa en Estados Unidos, incluso matándome”, testificó Burzaco, al cierre del interrogat­orio.

En ese momento, no pudo contener las lágrimas y se quebró. Era la segunda vez que le sucedía en el mismo lugar, el estrado de testigos. Antes de que empezara la audiencia, Burzaco también empezó a llorar luego de un gesto de uno de los acusados, Manuel Burga. Al final de la audiencia, los fiscales hicieron una fuerte acusación: le dijeron a la jueza, Pamela Chen, que habían visto un video donde se veía que Burga parecía sugerir que quería degollarlo moviendo su mano a lo largo de su cuello. Un día antes, Burzaco le había dicho a agentes del FBI que había hecho el mismo gesto.

Bruce Udolf, el abogado de Burga, admitió que su cliente había hecho un gesto, pero le echó la culpa a un problema de “piel seca” y negó que tuviera la intención de ser amenazante. Para Udolf, Burga sólo se rascó. “Él tiene dermatitis, no sé, por el clima de Nueva York”, indicó.

Tras una larga discusión entre los fiscales, Udolf y Chen, la jueza decidió restringir las condicione­s del arresto domiciliar­io de Burga, al suspender su acceso a un teléfono e Internet, para preservar la integridad del juicio. Pudo haberlo mandado a la cárcel, pero el video, si bien mostraba el gesto, era inconcluso, en la visión de la jueza. “El video no está resolviend­o la pregunta de qué es el gesto”, dijo Chen.

Un rato antes, al cerrar su interrogat­orio, que terminó extendiénd­ose por dos días, Nitze le preguntó a Burzaco si sabía cuál era la sentencia más severa que podía recibir. “60 años”, respondió el ex ejecutivo. Nitze le preguntó qué sentencia esperaba. “Espero no ir a la cárcel”, respondió.

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