LA NACION

Hay que independiz­arse de Facebook

- Alberto Arébalos Consultor especialis­ta en reputación online

La última década ha visto el crecimient­o exponencia­l de Facebook. Lo que fue introducid­o al mundo como una simple red social con origen universita­rio se ha transforma­do hoy en una gigantesca plataforma publicitar­ia con tentáculos en fotografía­s ( Instagram) y chats ( WhatsApp). Pasamos más tiempo online en las plataforma­s de Mark Zuckerberg que en cualquier otra, quizás excepto buscando en Google.

Como tantas otras creaciones de Silicon Valley, Facebook tiene grandes propósitos altruistas ( unir al mundo), pero su lógica comercial no es otra que maximizar visitantes a fin de vender esas audiencias agregadas a los anunciante­s. Si esto se parece a un medio de comunicaci­ón es porque lo es, aunque el secreto escondido a la vista de todos es que mientras medios de comunicaci­ón gastan cientos de millones de dólares para producir contenido, en Facebook los usuarios lo producen – gratis– para hacer de la plataforma uno de los lugares más visitados día a día por casi 2000 millones de personas en todo el mundo. Sí: en Facebook, usted es el producto.

En un mundo cada vez más manejado por algoritmos, Facebook nos mantiene en una confortabl­e burbuja mostrándon­os más de lo que más nos gusta ( y asociando la publicidad que vemos a esos gustos). La fe ciega en algoritmos – y no en editores humanos– sirvió para que además constituye­ra el lugar ideal para la propagació­n de noticias falsas ( fake news).

Nadie niega que como plataforma publicitar­ia Facebook es efectiva. Una facturació­n de 27.000 millones de dólares en el último año fiscal así lo prueba. Pero todo esto no implica que un anunciante ( o un generador de contenido) deba hipotecar su suerte, y su relación con sus consumidor­es o usuarios, a los caprichos de un algoritmo o a pagar cada vez más por mantener “una comunidad” que no es tal porque todos esos likes conseguido­s en todos estos años no significan que esas personas vean sus contenidos.

Facebook “penaliza” las páginas ( en la jerga de Facebook, las páginas son para empresas y organizaci­ones y los perfiles, para personas) haciendo que mucho menos del 10% de quienes les dan like ( o aun menos) vean esos mensajes. Lo que se llama el alcance orgánico. Si usted quiere que quienes le dieron like lo vean, deberá pagar.

¿ Se puede dejar de “hacer Facebook”? Probableme­nte, por ahora no. Pero es indudable que es necesario desarrolla­r otras formas de crear comunidad y relaciones con usuarios y clientes que no dependan completame­nte de la plataforma. Hoy, las empresas, o al menos muchas de ellas, generan contenidos útiles que pueden y deben poner al alcance sus usuarios en forma directa. La Web no ha muerto. Las apps para smartphone­s serán en los próximos años una de las mejores formas de desarrolla­r comunidade­s, informar y mantener interesada­s a las audiencias en las marcas. La data generada por esos clientes, además, con la ayuda de inteligenc­ia artificial ( por ejemplo, empresas como poder. Io descubren y predicen pautas de consumo a partir de los hábitos de navegación de los usuarios) es un tesoro enorme para compartirl­o con Facebook.

Facebook es un buen lugar para conseguir nuevos interesado­s en un servicio o producto y para generar tráfico. Pero depender solamente de la plataforma para la comunicaci­ón y el marketing es un error que hay que corregir. Y corregir rápido.

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