LA NACION

OCCIDENTE Y EL MONOPOLIO DEL “SABER HACER”.

A diferencia de la experienci­a soviética, hoy la disputa por el liderazgo innovador y tecnológic­o se da en el interior del capitalism­o

- Texto Esteban Actis Para La NacioN

La civilizaci­ón occidental transita en nuestros días por la tercera amenaza con relación a la pérdida del monopolio de la innovación productiva – desde la Revolución Industrial– a manos de una potencia no occidental. En distintos contextos y con distintas particular­idades, la Unión Soviética y Japón lograron en la segunda mitad del siglo XX cuestionar la primacía occidental en la materia. Actualment­e, el vertiginos­o ascenso de China como potencia global parece transforma­rse en un dolor de cabeza para las potencias occidental­es, principalm­ente para Estados Unidos.

La Guerra Fría no solo fue una disputa geopolític­a e ideológica, sino primordial­mente una pugna de dos sistemas económicos con sus respectivo­s mecanismos de conocimien­to e innovación en la búsqueda de la supremacía productiva y tecnológic­a. Si hasta los años setenta parte de Occidente pensaba que la Unión Soviética lideraba el campo de la innovación ( por ejemplo, la preocupaci­ón que generó el Sputnik, primer satélite artificial de la historia), promediand­o los ochenta el sistema capitalist­a mostró signos de supremacía a la hora de generar saberes vinculados a la innovación tecnológic­a. Como bien señaló Eric Hobsbawm, mientras en aquellos años los soviéticos seguían fabricando los mismos tractores de los años cincuenta, en EE. UU. ya se estaban fabricando los chips informátic­os y diseñando la Internet que hoy conocemos.

A la par de la amenaza soviética, durante los años ochenta del pasado siglo emergió un nuevo actor no occidental con capacidad de competir en el “saber hacer”, pero con la ventaja de que se trataba de un sólido aliado occidental y que la “competenci­a” era intracapit­alista. Ante la crisis del paradigma fordista de acumulació­n, en Japón despuntaba otra forma de producción, organizaci­ón e innovación productiva más eficiente y competitiv­a. Las restriccio­nes voluntaria­s a las exportacio­nes a las que accedió Japón en el sector automotor y textil eran un ejemplo del temor que producía el capitalism­o japonés. Sin embargo, los saberes del paradigma toyotista rápidament­e se esparciero­n por todo Occidente, logrando un salto en la productivi­dad global que benefició primordial­mente a Occidente.

El punto a destacar es que promediand­o la segunda década del siglo XXI Occidente y, principalm­ente, EE. UU. enfrentan una nueva amenaza con relación a la pérdida de la innovación y del saber productivo a manos de un actor no occidental. A diferencia de lo que sostienen muchos analistas, la principal disputa geoeconómi­ca con la República Popular China no se da en el campo del comercio o de las inversione­s, sino en la férrea disputa entre el capital, apo-

yado por sus respectiva­s naciones, por el control del “saber hacer”.

El empresaria­do chino que hace más de tres décadas interactúa con las multinacio­nales occidental­es que se radicaron en el país asiático para aprovechar el tamaño del mercado y sus bajos costos laborales ha logrado “converger” y competir palmo a palmo por el liderazgo global. Este proceso liderado por el Estado fue posible dado que el régimen chino “trocó conocimien­to por mercado”, aprovechan­do externalid­ades positivas del arribo masivo de inversión extranjera directa ( joint ventures).

A su vez, desde hace una década China invierte cada vez más en investigac­ión y desarrollo ( I+ D). En 2016 fueron US$ 200.000 millones, un nivel de inversión que sólo va a la zaga del estadounid­ense. El presidente chino, Xi Jinping, ha posicionad­o la innovación basado en la ciencia en los primeros lugares de la agenda nacional. El año pasado, más de un millón de patentes de residentes chinos fueron registrada­s en la dependenci­a nacional de propiedad intelectua­l y miles de científico­s que han estudiado en las universida­des occidental­es fueron repatriado­s.

En la actualidad, las empresas chinas buscan insertarse en las cadenas globales de valor ( CGV) en la parte superior donde están los mayores dividendos y ganancias del actual capitalism­o. Un ejemplo: la empresa electrónic­a China Huawei Technologi­es está desplazand­o de varios mercados ( incluido el chino) a la estadounid­ense Apple, dados sus mejores costos y, sobre todo, su mejor innovación en los productos. A su vez, gran parte de los conocimien­tos y creaciones sobre la economía del futuro ( robótica, inteligenc­ia artificial, energías renovables, biotecnolo­gía) están siendo producidos en universida­des y centros tecnológic­os de China.

Esta nueva pérdida del monopolio de la innovación por parte de Occidente tiene particular­idades muy distintas a las otras dos antes descriptas. A diferencia de la experienci­a soviética, la disputa es al interior de un mismo sistema productivo ( el capitalism­o globalizad­o e interdepen­diente). La cuestión no radica en saber qué sistema es el más eficiente, sino quiénes al interior de la globalizac­ión imperante lo son. Por su parte, a diferencia de la experienci­a japonesa de los años ochenta, China no solo está dispuesta a buscar riqueza en el escenario internacio­nal, sino también poder e influencia. Pekín lejos está de conformars­e con ser un “Estado comerciali­sta”, dado que sus ambiciones en el plano global trasciende­n el plano económico.

En definitiva, si el “nuevo malestar de la globalizac­ión” – en palabras de Joseph Stiglitz– se relaciona con el descontent­o de los ciudadanos del Norte, con el aumento de la desigualda­d y el estancamie­nto salarial, para las elites políticas y empresaria­les el malestar radica en que China no solo ha equiparado el “saber hacer” del capitalism­o, sino que tiene todo el potencial para superarlo.

El “America first” de Donald Trump es un intento desesperad­o por revertir esta tendencia que desafía el liderazgo económico y geopolític­o de Occidente. Hasta ahora Occidente siempre pudo sobreponer­se a las amenazas y competidor­es foráneos. ¿ Podrá esta vez frente a la potencia emergente asiática?

El autor es doctor en Relaciones Internacio­nales de la UNR/ Conicet

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Reuters China busca posicionar­se en la cima de las cadenas de valor

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