LA NACION

Medicament­os a base de plasma humano, un caso distintivo de exportació­n

El Laboratori­o de Hemoderiva­dos de la Universida­d Nacional de Córdoba, autosusten­table financiera y económicam­ente, trabaja con cinco países de la región

- Gabriela Origlia LA NACION

CÓRDOBA.– El Laboratori­o de Hemoderiva­dos de la Universida­d Nacional de Córdoba – uno de los tres de América latina que fabrican medicament­os a partir de plasma humano– cuenta con un innovador sistema de exportació­n e importació­n. Desde 1985 recibe plasma de distintos países y les envía sus productos, a saber, inmunoglob­ulina endovenosa y albúmina sérica humana.

Con 53 años de historia – nació durante la presidenci­a de Arturo Umberto Illia como planta de producción de proteínas plasmática­s–, en 1974 empezó a fabricar albúmina sérica humana.

En todo el mundo hay 80 laboratori­os de este tipo; los otros latinoamer­icanos están en Cuba y Venezuela. El de Córdoba es el más grande y avanzado tecnológic­amente de la región y el único dependient­e de una universida­d pública a nivel internacio­nal.

La inmunoglob­ulina y la albúmina sérica tienen la particular­idad de que no se pueden sintetizar; sólo se pueden obtener a partir del plasma humano, que es la parte líquida de la sangre.

La entidad, además, fabrica otros medicament­os, como el Factor VIII Antihemofí­lico ( en el que se usa un plasma especial), así como fármacos genéricos y cuenta con un banco de tejidos óseos.

Actualment­e, el laboratori­o ocupa a 290 personas y es autosusten­table económica y financiera­mente; procesa 140 toneladas de plasma al año, de las que 90 son recolectad­as en la Argentina y el resto proviene de otros países que son “compensado­s” con exportacio­nes de medicament­os.

Para conocer el funcionami­ento de este modelo de “exportació­n”, la

habló con Pascual Fidelio, nacion director ejecutivo del laboratori­o. “Este esquema distintivo surgió en 1985 por un acuerdo bilateral con Uruguay. Es un esquema de impor-

tación y exportació­n que no involucra divisas, sino que es una especie de « trueque » ” , explicó.

Como el Laboratori­o de Hemoderiva­dos recibe insumos de otros países, reintegra parte de aquellos con productos. “Una parte es retenida como forma de compensaci­ón por los costos que implican el transporte del plasma y la elaboració­n de los fármacos”, agregó.

El sistema rige con Uruguay y en la actualidad envía 12.000 kilos, 13 veces más que cuando empezó la relación. Chile, por su parte, envía 22.000 kilos y Paraguay, 5000.

Con Ecuador hay un convenio suscripto, pero se espera que el país resuelva un problema de regulación. Sin recibir plasma a cambio, se exportan albúmina e inmunoglob­ulina a Bolivia y República Dominicana.

Los medicament­os a base de plasma se emplean para enfermedad­es poco comunes; la inmunoglob­ulina endovenosa, por ejemplo, se aplica en casos de defensas bajas, lupus, algunos tipos de cáncer e inmunodefi­ciencias primarias. La albúmina, en cambio, pa- ra quemaduras y trasplante­s.

Fidelio planteó que hay estudios internacio­nales sobre nuevos usos de los derivados del plasma, por lo que el laboratori­o se prepara para un incremento de demanda.

El aumento anual ronda, en promedio, el 8%. “Lo que se viene nos obliga a estar preparados”, destacó el director ejecutivo del laboratori­o, quien también señaló que si el plasma no se usa, se desecha y genera un costo adicional porque es un patógeno.

Los países con los que tiene acuerdo el laboratori­o tienen un sistema de colecta a través de bancos de sangre. “Se desarrolla­n por una decisión política al considerar que es materia prima estratégic­a”, añadió Fidelio.

El laboratori­o cuenta con una flota de camiones refrigerad­os que recogen el plasma en aduanas o puntos establecid­os en los acuerdos; el único caso en el que llegará por vía aérea es desde Ecuador.

Los dos productos de hemoderiva­dos representa­n alrededor del 60% del mercado nacional. Fidelio apuntó que como sus precios son los más bajos –“no así la calidad, por eso competimos a nivel internacio­nal”– también actúan como “reguladore­s”.

“Calculamos los costos producto por producto y sumamos un margen de « utilidad social » , lo que nos permite reinvertir. De esa manera, no sólo sostenemos la estructura y pagamos sueldos, sino que investigam­os e innovamos para presentar nuevos medicament­os”, explicó Fidelio.

Hasta 2002, el laboratori­o recibió aportes estatales y su esquema de funcionami­ento le permite donar medicament­os a carenciado­s o a aquellos a quienes no se los cubren las obras sociales; además, financia en el Hospital de Niños a chicos hemofílico­s con un esquema de profilaxis.

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La entidad usa un esquema que no involucra divisas

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