LA NACION

ricarDo gareca

de verdUgo A héroe de perú

- José Luis Domínguez LA NACIoN

Como Perú, Ricardo Gareca también tuvo que esperar más de tres décadas para sentirse parte de un Mundial. El hombre que entró en la historia del fútbol incaico al llevar a la selección de la banda roja en una Copa del Mundo después de 36 años podría haber sido integrante de aquel selecciona­do argentino campeón en México 1986; de hecho, anotó el gol que permitió una agónica clasificac­ión, en un inolvidabl­e – y sufrido– 2- 2 en el Monumental, en junio de 1985, frente... a Perú. Un recorrido de un laberinto de Borges, un reflejo del espejo del destino.

A despecho de aquel gol decisivo, y de otro tanto que sirvió para ganarle a Brasil después de 13 años, Gareca no llegó a la cita mundialist­a porque Carlos Bilardo eligió otros nombres. Una herida dolorosa, que sólo curó con el tiempo. “Fue un golpe. Quizás el más duro que tuve en mi carrera, pero lo asimilé bien. Estaba en Colombia y veníamos a jugar a Chile un partido, ahí me enteré. Me hubiera gustado ser parte de algo de lo que había participad­o desde el inicio”, contó Gareca hace tiempo en la revista Un Caño.

Fue un delantero oportuno y certero en Boca, Sarmiento, River, América de Cali, Vélez e Independie­nte, donde se retiró tras 16 años de carrera. Comenzó casi de inmediato su ciclo como director técnico, con un estilo equilibrad­o y mesurado, de bajo perfil. Llevó a Talleres de Córdoba a la gloria internacio­nal como ganador de la extinta Copa Conmebol ( 1999). Empezó a hacerse reconocido en Perú hace nueve años, cuando condujo a Universita­rio de Lima a la conquista del torneo Apertura, pero regresó a nuestro país para conseguir cinco títulos al frente de Vélez. No bastó para ser considerad­o seriamente como DT de la selección argentina. Los caminos lo llevaron hasta Perú, una selección largamente cargada de angustias y desengaños, de frustracio­nes no exentas de indiscipli­nas y errores pagados con eliminacio­nes, con muchos años de mirar la fiesta mundialist­a desde afuera.

Tras varias temporadas en Liniers emigró a Brasil. No le fue bien en Palmeiras, donde apenas duró 15 partidos. En marzo de 2015 le llegó la oportunida­d de conducir a una selección: Perú confió en él. Los primeros pasos invitaron al optimismo, con un celebrado tercer puesto en la Copa América de Chile.

Pero en la eliminator­ia el equipo no terminaba de convencer. Perdió tres de los primeros cuatro partidos. Gareca mostró determinac­ión, metió mano en el plantel, prescindió de varios históricos como Claudio Pizarro y Juan Vargas, buscó jóvenes poco conocidos para rearmar el equipo, con ganas y hambre de historia, y les dio impulso y apoyo. Así, con paciencia, empezó a enderezar el timón a fines de 2016, con un triunfo como visitante sobre Bolivia ( 3- 0) y otro en casa ante Ecuador ( 2- 1).

“Yo nunca me voy a dar por venci- do mientras matemática­mente tengamos chance. Tengo fe de que este podría ser un año importante para nosotros”, decía Gareca en enero de este año, cuando las críticas le ganaban por amplio margen a los elogios. De a poco comenzó a sumar. Igualmente a Perú siempre le tocaba mirar la tabla de la mitad hacia abajo. Hasta que llegó el ‘ sprint’ final: tres victorias sobre Uruguay ( 2- 1), Bolivia ( 2- 1) y Ecuador ( 2- 1) encendiero­n la ilusión de millones de peruanos. El 0- 0 en la Bombonera ante la Argentina de Messi también fue vital. Y el 1- 1 en casa ante Colombia selló el quinto puesto, celebrado por lo inesperado que asomaba meses atrás. La suspensión de Paolo Guerrero, el icono del selecciona­do, supuso una dificultad más en un conjunto acostumbra­do a las adversidad­es. El viaje a Nueva Zelanda deparó un 0- 0 cauteloso; en la noche de Lima llegó la fiesta y el desahogo tan esperado. Cómo no festejar hasta la madrugada, si Perú no pisaba suelo mundialist­a de España 1982. Ningún jugador del actual plantel había nacido por entonces.

“Sentí una profunda emoción al lograr la clasificac­ión; fue algo increíble. Teníamos una sensación de no poder fallar. Esta clasificac­ión es para el pueblo peruano que tanto apoyó y merece esta alegría”, dijo Gareca cuando el 2- 0 sobre Nueva Zelanda estaba consumado. Por supuesto, extenderá su contrato con Perú; la idea no es solamente dirigir hasta el final del Mundial de Rusia, sino pensar también en Qatar 2022. Ya antes de lograr la clasificac­ión en la Federación peruana estaban muy conformes con su tarea.

Mucho tiempo después de aquel 2- 2 en la cancha de River con el que hizo sufrir a Perú, el Flaco de Tapiales, el Tigre, le dio una alegría al pueblo incaico. Gareca, cerca de los 60 años, tendrá su bautismo mundialist­a. Lejos del traje de verdugo del área; convertido definitiva­mente en el libertador del fútbol peruano.

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el desenfrena­do festejo en el vestuario peruano, con ricardo Gareca levantado por sus jugadores

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