LA NACION

Una vida atada a la violencia y a la organizaci­ón criminal más famosa

- el perfil Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

LROMA o llamaban Totò el “Terrible”, el “Tirano”, la “Bestia”, el “Viddano” ( paisano). Cuando fue arrestado el 15 de enero de 1993, después de haber estado 24 años fugitivo, un día histórico para Italia, sorprendió por su aspecto bonachón, más parecido al de un abuelito que al de un asesino despiadado.

Nacido en Corleone el 16 de noviembre de 1930 en una familia de campesinos, Salvatore “Totò” Riina – que murió ayer a los 87 años en la sección para detenidos del hospital mayor de Parma– conoció la cárcel muy temprano en su vida. A los 18 tuvo su “bautismo” criminal con una condena a 12 años por el homicidio de un coetáneo tras una pelea callejera.

Su hermano y su padre murieron cuando era adolescent­e, en 1943, mientras intentaban extraer pólvora de una bomba que no había estallado dejada por los norteameri­canos. Su maestro en la mafia fue su paisano Luciano “Lucianeddu” Leggio, que lo hizo entrar en la Cosa Nostra.

Su ascenso en la organizaci­ón fue meteórico, a golpe de homicidios. En la banda entonces también estaba Bernardo “Binnu” Provenzano, otro nombre fuerte de la criminalid­ad, también de Corleone. La avanzada de Totò, cada vez más decidido y todopodero­so, fue hacia Palermo, ciudad sede del gobierno regional de Sicilia, el lugar de la política y de los negocios.

Obligado a irse de Sicilia por la justicia, el pequeño padrino de la Cosa Nostra eligió quedarse, como fugitivo, en la isla. Ya prófugo, comenzó con la eliminació­n de sus enemigos: en 1969, junto con Provenzano y otros hombres de honor, asesinó a tiros de ametrallad­ora al boss Michele Cavataio y otros mafiosos, en la denominada “masacre de Via Lazio”.

Dos años después, Riina asesinó al procurador de Palermo, Pietro Scaglione. Involucrad­o en más de 100 homicidios y condenado a 26 perpetuas, su ascenso en la Cosa Nostra fue imparable. Y comenzaron sus asesinatos políticos: el ex secretario provincial de la Democracia Cristiana Michele Reina y, en enero de 1980, el presidente de la región Piersanti Mattarella, hermano del presidente de Italia, Sergio Mattarella.

Capturado Leggio, Riina asumió el triunvirat­o de la cúpula mafiosa junto a Stefano Bontate y Tano Badalament­i. Después de dos sangrienta­s “guerra de mafia”, con centenares de cadáveres en las calles, él se convirtió en el capo de todos los capos de la Cosa Nostra, con un poder absoluto e indiscutid­o.

Feroz y despiadado, Vito Ciancimino, ex alcalde mafioso de Palermo que fue su referente político, lo llamaba la “Bestia”. Condenado en ausencia en un maxiproces­o que tuvo lugar en 1992, en el que fueron fundamenta­les las revelacion­es del gran primer arrepentid­o de la mafia, Tommaso Buscetta, Riina decidió entonces dar el paso más audaz de todos: declararle la guerra al Estado. Primero, aplicando el código de la vendetta, la venganza, mandó a matar a 11 familiares de Buscetta.

Dando inicio a la trágica “estación de masacres” de 1992, llegó después el homicidio de Salvo Lima, el hombre en Sicilia del siete veces ex primer ministro italiano Giulio Andreotti. Y el 23 de mayo y el 19 de julio del mismo año, el magnicidio de sus enemigos históricos, los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que marcaron un punto de inflexión.

Un 15 de enero del año siguiente, el capomafia fue arrestado en Palermo, a dos pasos de una mansión- búnker que, increíblem­ente, nadie allanó durante 18 días, período perfecto para borrar pistas de relaciones opacas con el mundo de los servicios secretos y de la política.

Con su muerte, en efecto, el líder indiscutid­o de la Cosa Nostra, que jamás se arrepintió de su ferocidad, se lleva a la tumba misterios que probableme­nte nunca serán revelados. Quedó claro cuando pudo intercepta­rse una conversaci­ón con su fiel esposa, Antonietta “Ninetta” Bagarella – con quien tuvo cuatro hijos, Lucia, Concetta, Giovanni y Giuseppe Salvatore, todos nacidos en una de las mejores clínica privadas de Palermo–, cuando le dijo: “Yo no me arrepiento, no me van a doblegar, también puedo hacer 3000 años ( de cárcel)”.

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