“Era muy malo por dentro, pero con carisma”
Gaspare Mutolo fue un colaborador del capo; hoy es testigo protegido
ROMA ( De nuestra corresponsal).– “Riina era muy malo por dentro, pero era inteligente, era humilde y tenía carisma. Conquistó a todos con su humildad. Para mí no fue sólo el capo de todos los capos, sino que fue un amigo, una figura paterna, amigable, que me ayudó a salvarme de un asesinato. Ahora que murió, siento piedad por él y como tengo fe, creo que está en el infierno”.
Son palabras de Gaspare Mutolo, arrepentido de la mafia en 1991, que de sangriento homicida de la Cosa Nostra se convirtió en pintor de cuadros naïf. Ayer, oculto detrás de un pasamontañas negro, tuvo un encuentro con la prensa extranjera en el que contó su historia. Nacido en Palermo, Mutolo, de 77 años, conoció a Riina, del que llegó a ser chofer, en la cárcel. Inicialmente mecánico, allí había terminado por delitos menores.
Riina, con quien jugaba a las damas para matar el tiempo, se convirtió en su protector y le sugirió salir de la microcriminalidad e ingresar en la mafia, ya que “es más fácil matar que robar”. Así lo puso bajo el ala de Rosario Riccobono, capo de un barrio de Palermo.
Casado y padre de cuatro hijos, este pentito nunca llegó a pelearse con el capo. Pero comenzó a distanciarse cuando el padrino le pidió indirectamente que traicionara a Riccobono, con el que vivía y a quien respondía. Además, porque “Totò” comenzó a hacer correr demasiada sangre, incluso de mujeres y chicos. “Riina rompió así una antigua regla de la mafia que indica que no se tocan las mujeres, y menos los hijos. Riina le sacó a la mafia esa gran cultura que tenía antes, cambió su mentalidad”, acusó. “Hasta que Riina decidió enfrentarse con el Estado, la mafia era bien vista. El mafioso era visto como una persona de bien”, agregó.
Mutolo, que fue traficante de droga y ejecutor de secuestros – incluso contó que en un momento, en la década del 70, la Cosa Nostra planeaba secuestrar en Milán a Silvio Berlusconi, entonces rico empresario de la construcción–, detalló que estando en la organización su especialidad fueron los estrangulamientos. “Es una pregunta dolorosa cómo era eso, porque normalmente se mira a la persona a los ojos y se ve el terror que tiene mientras se le pone la soga al cuello”, contó. “Nos dábamos cuenta de que el sujeto había muerto cuando le salía sangre de la oreja y se hacía pipí encima”.
Fue el juez Giovanni Falcone –“un hombre que siempre me tuvo un gran respeto, terriblemente inteligente y leal”–, al que conoció entrando y saliendo de la cárcel, quien lo animó a convertirse en colaborador de la justicia, en 1991. Después de pasar 20 años en la cárcel – donde comenzó a pintar–, hace diez años Mutolo, aún bajo protección, recuperó su libertad.
No pisa Sicilia desde 1990. Preguntado si se la imagina sin mafia, contestó sin pelos en la lengua: “No me imagino a la política sin mafia”.