LA NACION

Mugabe desafía a los militares con una reaparició­n en público

El ejército avanza en la detención de allegados al ex dictador, que sin darse por aludido fue a un acto universita­rio

- Agencias AFP, AP y DPA

HARARE.– Como si la vida transcurri­era sin tropiezos, el ex dictador de Zimbabwe Robert Mugabe se mostró ayer en público por primera vez desde el golpe perpetrado por el ejército, en una ceremonia que lo tuvo como presidente, a pesar de haber perdido el control del país.

El gobernante, de 93 años, acudió a una ceremonia de graduación en la Open University, de Zimbabwe, de la que es rector, en un acto que estaba programado desde hacía tiempo. Como un graduado más, vestía la túnica y el birrete.

Mugabe le añadió así otro dolor de cabeza a los dirigentes golpistas, que presuntame­nte lo tenían en arresto domiciliar­io desde la toma del poder, a mediados de semana, y que presionan para que firme su renuncia formal y despeje el camino a una salida electoral.

Antes del acto circulaban especulaci­ones sobre si el ejército le permitiría asistir a la ceremonia. Su mujer, Grace, de 52 años, a quien se atribuye haber desatado la crisis por sus ambiciones de poder, no estaba con él, quizá privada del beneficio de salida que sí se le concedió a su marido.

A tres días de la toma del poder, el golpe transcurre en buena medida en forma pacífica, sin sobresalto­s en las calles ni exaltadas manifestac­iones públicas. Los analistas señalan que el ex vicepresid­ente Emmerson Mnangagwa, destituido por Mugabe para favorecer a su mujer como su probable sucesora y defendido por los militares como héroe de guerra, será instalado como presidente de transición.

El partido gobernante, el ZanuPF, está dividido en dos facciones, el G40, en referencia a la generación de unos 40 años, fieles a Grace Mugabe, y la facción Lacoste, fieles a Mnangagwa, conocido por su apodo de “Cocodrilo”. En su primer pronunciam­iento, la cúpula militar aseguró haber hecho avances en las detencione­s de los “criminales” en el entorno de Mugabe. Es decir, la facción de Grace.

Los militares dijeron que estaban en conversaci­ones con Mugabe sobre los próximos pasos a tomar, que no son otros que convencerl­o de abandonar formalment­e un poder que, de todos modos, según los analistas jamás volverá a ser el mismo. Como mucho, se especula que será una figura decorativa, sin voz ni voto. Un destino más elevado que el anonimato de ex funcionari­o retirado al que lo empujan los militares, pero más limitado que el poder absoluto al que estaba acostumbra­do.

El influyente jefe de los ex combatient­es de la independen­cia Christophe­r Mutsvangwa, le lanzó un ultimátum. “Se acabó el tiempo, debe renunciar”, dijo el ex guerriller­o, que se refirió al dictador y su mujer en varias ocasiones como “una mujer loca y un viejo senil”.

Bajo la presidenci­a de Mugabe, la economía del ex granero de África se deterioró hasta convertirs­e en uno de los países más pobres del mundo, según la OnU.

La hipótesis de entregar el poder al ex vicepresid­ente Mnangagwa tampoco tranquiliz­a a todos los que alientan la salida democrátic­a. El mismo “Cocodrilo”, sobrenombr­e en alusión a quien no derrama lágrimas y hace gala de dureza, dijo que sus años en la guerrilla contra los amos blancos le enseñaron “a destruir y matar”.

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ben curtis/ ap Mugabe, ayer, durante una ceremonia universita­ria en Harare

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