Un activista que hizo del cine otro vehículo de resistencia
Ai Weiwei cuenta el drama de los refugiados en Marea humana, que estrena este fin de semana
Fue uno de los invitados mas relevantes de la 41 ª Mostra de Cinema de Sao Paulo, donde incluso diseñó el afiche oficial del certamen, y luego de ese viaje relámpago a tierra carioca su derrotero continuó en la Semana de Cine de Valladolid con el objetivo concreto de acompañar su película. Ahora, este fin de semana, el Festival de Cine de Mar del Plata presenta en la Argentina Marea humana, el documental con el cual Ai Weiwei trata el drama de los refugiados, temática de vital importancia para el artista: “Soy un activista y un artista al mismo tiempo”, dice en diálogo con la nacion a poco de finalizada la primera proyección de su película en toda América latina en el Espaço Itaú de Cinema. La buena noticia es que, tras su paso por Mar del Plata, Marea humana tiene su estreno asegurado en salas cinematográficas y coincidirá temporalmente con la inauguración de su muestra en PROA. “El proceso para mí es aprender: ¿ qué es un refugiado?, ¿ quién lo convirtió en un refugiado?, ¿ cómo habla un refugiado?, ¿ él se reconoce y lo reconocen como refugiado? Son muchas preguntas que hago. Además me tengo que involucrar. ¿ Qué debo hacer? ¿ Darles la mano? ¿ Lavarles los pies? Entonces voy a hacer una película sobre ellos, con una forma de narrarlo con locaciones, entrevistas, horas y horas de material. Es por eso por lo que elijo el formato documental”, asegura el artista.
En Marea humana desfilan sirios, afganos, iraquíes, kurdos, rohingyas, eritreos y mexicanos empujados a realidades extremas disímiles, pero con el denominador común de la pérdida tanto individual como colectiva. Consultado sobre algún testimonio que lo haya impactado, pero que prefirió no incluir en el montaje final, recuerda: “Unos papeles decían que una chica era una pianista siria. Encontrarla no fue fácil porque es mucha gente, pero al final la localizamos. Le dije que le conseguiría un piano para tocar y empecé a hacer unas llamadas. Al final conseguimos un piano en Grecia. Lo mandaron a las 6 de la mañana al campamento en Macedonia. A la tarde llegó, era un piano blanco muy hermoso y ella estaba muy sorprendida. Le pregunté qué quería tocar y eligió la Sinfonía n° 7, de Beethoven. Buscamos la partitura. Empezó a llover y tuvimos que cubrir todo con una lona. Comenzó a tocar, pero se entristeció y dijo que no podía seguir. La madre me explicó que después de tres años de bombardeos algo cambió. Ella mientras tanto me decía que sólo recordaba las teclas blancas y no las negras, y empezó a repetir el mismo compás bajo la lluvia. Sentí que eso es cómo la guerra destruye a la gente”.
El título del documental encierra una definición que involucra al propio artista, convertido en un migrante que no puede volver con garantías a su China natal: “Nunca venimos del lugar donde estamos, siempre venimos de otro lugar y eso significa el flujo humano, es básicamente gente que sale de un lugar y va a otro, y tiene que ver con quienes somos, pero también en quiénes nos convertimos hoy”.