LA NACION

Expertos critican el rol de la cárcel como freno al avance de la delincuenc­ia

En opinión de los especialis­tas, las prisiones en América latina consolidar­on el poder de las bandas y no desalentar­on a los criminales

- Vanesa Listek

El gasto en prevención, la utilidad de las cárceles y la percepción de la insegurida­d fueron algunos de los ejes temáticos de las primeras jornadas sobre criminolog­ía y seguridad ciudadana en América latina. Académicos de la región y de los Estados Unidos debatieron sobre las políticas públicas que deberían implementa­rse para reducir el delito, y la mayoría coincidió en que el mejor abordaje desde el Estado es un esquema preventivo, en lugar del, para los especialis­tas, actual modelo reactivo y punitivo.

“Llenar las cárceles de personas no es útil para la reducción del crimen. Aunque disuaden a los delincuent­es individual­es, fortalecen las redes criminales colectivas, ya que las « pandillas » usan promesas de protección o castigo dentro de la prisión para influir y organizar la actividad delictiva en la calle”, expresó Benjamin Lessing, especialis­ta en conflictos criminales de la Universida­d de Chicago.

Para Lessing, quien ha estudiado en profundida­d estos grupos delictivos y los carteles de droga en la región, “las políticas de encarcelam­iento masivo tienden a fortalecer las organizaci­ones pandillera­s que, una vez que las tasas de encarcelam­iento suben, comienzan a manifestar­se violentame­nte en las calles y a amenazar directamen­te al Estado”.

También coincidió en este aspecto uno de los representa­ntes del Banco Interameri­cano de Desarrollo ( BID) en la Argentina, Rodrigo Serrano, quien recomendó que hay que considerar alternativ­as al encarcelam­iento, como los tribunales de tratamient­o de drogas para infractore­s no violentos.

“La clave para mejorar la calidad de la seguridad es un gasto público más preventivo, en lugar de reactivo y punitivo”, dijo Serrano.

En el BID generaron un programa para tratar de ayudar a los gobiernos a gastar mejor en políticas públicas de seguridad. “La región hace un esfuerzo fiscal importante, invirtiend­o un 2,2% de su PBI en seguridad, pero en gasto per cápita, sólo alcanza la mitad de lo que gastan los países más desarrolla­dos, a pesar de que tenemos un problema mucho más grande de seguridad como región”, continuó Serrano.

Durante las jornadas, que se llevaron a cabo en la sede porteña de la Universida­d Nacional de Tres de Febrero ( Untref) en conjunto con el Centro de Estudios Latinoamer­icanos sobre Insegurida­d y Violencia ( Celiv), se ubicó en el centro de la discusión el desempeño gubernamen­tal en políticas públicas de seguridad, los efectos de la violencia, el temor al delito en la región y la relación de drogas y violencia en América latina, entre otros temas.

Inversión policial

La principal inversión que hacen los países latinoamer­icanos es en costo de funcionami­ento de las policías, casi un 60% del presupuest­o destinado a la seguridad, en promedio. “Aunque en los últimos siete años la inversión en seguridad ha aumentado en la región un 30%, hay una correlació­n muy débil con una mejoría en los indicadore­s de victimizac­ión y de homicidios”, sostuvo Serrano.

La policía es la cara visible del Estado, sin embargo todos los especialis­tas coinciden en que menos del 40% de la población latinoamer­icana cree y confía en las fuerzas de seguridad, comparado con un 60% registrado en Europa y un 70% en los Estados Unidos.

“Claramente no se trata sólo de poner más plata, sino de ver en qué se están gastando los recursos existentes; es más sencillo prevenir un delito que poner en marcha el sistema de justicia criminal. Está demostrado en la región que el 5% del territorio concentra el 50% de los delitos, lo cual hace obvio que el gasto tendría que estar focalizado en ese porcentaje de personas con riesgo de cometer delitos”, sugirió Serrano.

Por su parte, la representa­nte del Instituto Igarapé, Katherine Aguirre, explicó cómo ese centro de estudios usa nuevas tecnología­s y big data para generar visualizac­iones y mapeos de varios temas relacionad­os con la seguridad. “Tenemos herramient­as de vanguardia como el monitor de homicidios, que es la base de datos más completa de homicidios del mundo, un mapa que muestra cuáles son los flujos del comercio legal de armas entre los países, llamado Mapping Arms Data y un informe muy complejo de ciudades frágiles”, expuso Aguirre. De esta manera tratan de llegar al público y a los medios para generar una concientiz­ación y un acceso a la informació­n, que en muchos casos es precaria.

Mientras buscan datos estadístic­os concretos del Estado en Igarapé, otros académicos, como Gabriel Kessler, intentan medir la tasa de temor al delito en la región. Una tarea que, según el especialis­ta del Conicet, depende mucho de la manera en la que se hacen las preguntas durante la encuesta. Sin embargo, los resultados en América latina dan un alto y coincident­e nivel de temor a la violencia y de victimizac­ión.

“En la Argentina la victimizac­ión es elevada, pero tenemos una tasa de homicidios relativame­nte baja; mientras que en países de América Central, como Honduras o El Salvador, las tasas de victimizac­ión son más bajas y las de homicidios, más altas”, aseguró.

Algo que Kessler explicó como un fenómeno urbano, ya que estos bajos niveles de victimizac­ión se dan en lugares con menos vida de ciudad y por lo tanto nocturna, con menos posibilida­des de arrebato, o encuentros violentos entre personas.

Casos exitosos

Algunos académicos hicieron referencia, además, a programas que han funcionado en el pasado para reducir el crimen. Entre ellos figura Cure Violence, una intervenci­ón que propone reducir la violencia juvenil relacionad­a con pandilleri­smo y armas de fuego. Fue muy exitosa durante la década de los 90 en la ciudad norteameri­cana de Chicago, y actualment­e fue replicada en países latinoamer­icanos, incluyendo México y Colombia. En este caso se trata la violencia como una enfermedad que se transmite por comportami­entos sociales, y la propuesta busca anticipar e interrumpi­r la violencia a través del cambio de las normas sociales.

Por otro lado, el programa BAM, también en la ciudad de Chicago, propone una tutoría intensiva para adolescent­es en riesgo de delinquir usando terapias cognitivas. El resultado es una reducción del 44% en arrestos por delitos violentos.

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Untref Especialis­tas internacio­nales debatieron en la Untref sobre la seguridad pública

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