Todo llega para Boutaïb y Marruecos
Todo llega. Quizá hoy sea más fácil y económico incluir esta consigna en alguno de los tatuajes temporales de henna que se hacen en Marruecos, que ubicarla, al estilo grondonista, sobre uno los hermosos anillos típicos del país. No importa, en definitiva, la ubicación de la frase, que une trabajo, capacidad y paciencia. Lo sabía el trotamundos Hervé Renard, cuando se hizo cargo del seleccionado marroquí que se clasificó para Rusia sin recibir goles en la fase final, relegando a Costa de Marfil, último campeón del continente, que casualmente de la mano del entrenador francés, en 2015, había vuelto a reinar en Africa luego de 23 años. La espera de Zambia, también conducida por el ex técnico de Lille, de asombroso parecido con el personaje Jaime Lannister de Game of
Thrones, era todavía mayor cuando se consagró por primera vez en 2012, en una Copa disputada en Gabón, en cuyas costas, en un giro increíble del destino, se había estrellado en 1993 el avión que transportaba al plantel zambiano para disputar un partido de eliminatorias ante Senegal.
Todo llega. Habrá pensado, sostenido por la perseverancia, Khalid Boutaïb, mientras jugaba en el Luzenac AP, participante de la tercera categoría francesa, ubicado en un pueblo de 800 habitantes. El actual centrodelantero del seleccionado marroquí consiguió allí, en la temporada 13/ 14, un glorioso ascenso a la Ligue 2. Sin embargo, la LFP ( Liga de Fútbol Profesional) impidió que el logro se hiciera efectivo, debido a que el estadio del Luzenac AP, con capacidad para 1600 espectadores, estaba lejos de cumplir con los requisitos exigidos para habitar en la segunda división. El director deportivo, Fabien Barthez, ex arquero campeón del mundo, devenido piloto y vencedor del certamen de Gran Turismo Francés en 2013, una vez tomada la decisión de disolver el equipo profesional, inició la ba- talla legal que recién concluyó en mayo pasado, tres años después. En esta ocación, a diferencia de lo sucedido en cada cotejo de Francia 98, no hubo beso de Laurent Blanc en la calva que cambiara la suerte echada, y el Tribunal Administrativo de Toulouse respaldó la postura de la LFP. Obligado entonces, a los 27 años, tras una carrera tallada en el fútbol de ascenso, a encontrar un nuevo destino, Boutaïb llegó al Gazélec Ajaccio. Y en el sur de Córcega, la tierra de Napoleón Bonaparte, esta historia dio un vuelco.
Empezó a aumentar un poder de fuego que alcanzó el punto más elevado durante la campaña anterior, ya en Racing de Estrasburgo, con 21 goles y 4 asistencias en 36 encuentros. Dicha producción no sólo le permitió un traspaso al Yeni Malatyaspor, de la Superliga turca, donde es compañero del ecuatoriano Arturo Mina, sino ganarse una superior consideración de Hervé Renard, que le otorgó la titularidad en las cuatro citas vitales de la clasificación. Así como Francia en la Eurocopa 2016 tuvo en su plantel 10 representantes con raíces africanas, Marruecos, en el camino de regreso a un Mundial tras 20 años de ausencia, solamente dispuso dentro del once inicial, en el duelo decisivo contra Costa de Marfil, de un jugador nacido en territorio propio: Nabil Dirar. El resto lo compusieron dos “españoles”, cuatro “franceses” y otros cuatro “holandeses”.
El crecimiento de Boutalïb, originario del sureste galo, fue significativo en 2017. Pasó de ser la tercera alternativa en la Copa de Africa, en la que sólo ingresó dos minutos, a transformarse en el máximo artillero, en un esquema que lo mostró como único punto de referencia ofensivo. A los 31 años, con apenas una temporada en Primera División, jugará el torneo más importante del planeta. Seguramente lo hará soñando que a lo Humphrey Bogart, en la película Casablanca, alguien le pida “tócala de nuevo Khalid”.