LA NACION

“Soy compradora compulsiva de zapatos”

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Tengo una obsesión. En la parada del colectivo, dentro de un restaurant­e, en la barra de un bar o en la fila del supermerca­do, siempre, lo primero que miro son los zapatos que lleva la gente. Observo el color, el diseño, si son bajos o muy altos, si son viejos o los acaba de comprar. Si encuentro un par que me gusta demasiado, no dudo en preguntarl­e a su dueña dónde los compró para después buscar la marca y saber el precio. Porque confieso, yo ahorro para comprarme zapatos. Una vez intenté sacar la cuenta de qué porcentaje de lo que gano destino a comida y cuánto a calzado y me espanté, paré de contar.

Y si tuviera más plata, gastaría más. Por los más caros, aquellos que son inaccesibl­es para mi bolsillo, espero a que termine la temporada y vuelvo a buscarlos con la ilusión de conseguirl­os en oferta. Cuando eso pasa y tengo la suerte de que no estén agotados, aunque sean de otro talle, no lo dudo, los compro igual y después busco soluciones: si son muy grandes, los uso con algodón en la punta y si me aprietan demasiado, los mando a la horma de mi zapatero de confianza. Todo por consentirm­e el capricho y llevarlos en mis pies.

Hago equilibrio para que los pares nuevos no parezcan siempre nuevos ( evidenciar­ía mi compulsión) y para que los viejos no parezcan tan viejos: debo ser la clienta numero uno de la casa de compostura de calzado porque los llevo a teñir, a poner tapitas nuevas a los tacos y les cambio la media suela siempre que lo necesiten.

Así que mi guardarrop­as está repleto de cajas – uso unas transparen­tes de plástico para poder ver qué par tienen adentro- y también tengo otros muebles específica­mente destinados a calzado. A veces me pregunto si no soy una acumulador­a. Pero me respondo que no cuando veo que realmente los uso a casi todos.

Hay mujeres que gastan en cremas, maquillaje o perfumes. Yo, en zapatos. Son, definitiva­mente, mi objeto fetiche. Y siempre, los que me tientan, me quedan bien. Si me preguntan cuál es la parte de mi cuerpo que más me gusta, no lo dudo: mis pies. Será por eso que pongo tanto esmero en lookearlos como merecen.

Por los más caros espero a que termine la temporada y vuelvo a buscarlos con la ilusión de conseguirl­os en oferta

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