LA NACION

Una nueva etapa, una nueva oportunida­d,

- por Cristian Mira

La nueva etapa que atravesará el Ministerio de Agroindust­ria a partir del martes próximo con la asunción de Luis Miguel Etcheveher­e coloca al campo en el foco de la atención pública. El sector vuelve a tener la oportunida­d de impulsar su competitiv­idad desde un ámbito del Estado en el contexto de un gobierno que lo reconoce como un eje central del país. Eso no quiere decir que habrá que esperar los problemas los solucione un ministro. A las institucio­nes y organizaci­ones del campo también se les presenta la oportunida­d de hacer su aporte para mejorar la competitiv­idad. Impulsar ideas y ponerse de acuerdo para que se hagan realidad debiera ser un ejercicio que también involucre al sector privado. El presidente Mauricio Macri lo sintetizó con una frase al proponer acuerdos sectoriale­s: “todos tienen que ceder algo”.

Lo más saliente de la gestión de Ricardo Buryaile fue haber hecho un “ministerio de puertas abiertas”. No sólo por recibir a todo aquel que solicitara una reunión sino también por ir al lugar de los hechos. Tras 12 años en los que hubo más maltrato que diálogo, la apertura y la predisposi­ción al consenso fue una práctica saludable. Por supuesto, sigue habiendo problemas sin resolver y medidas que se tomaron que no alcanzaron para superar situacione­s de crisis estructura­les ( lechería o fruticultu­ra, por ejemplo).

Aunque se trate de un gobierno que considera entre sus prioridade­s a la actividad agropecuar­ia tampoco quiere decir que no esté exento a tensiones internas que lo lleven a adoptar medidas que afecten su competitiv­idad. Cambiemos se asume como una fuerza política del siglo XXI, que no se aferra a una ideología del siglo pasado sino que se propone resolver los problemas de la gente y responder a sus demandas. En una sociedad con múltiples intereses y deseos, a menudo contrapues­tos, las soluciones adoptadas pueden ser contradict­orias. Esto quedó demostrado con la propuesta de reforma tributaria en la suba de impuestos internos al vino, la cerveza y las bebidas gaseosas. En el Gobierno hay quienes creen todavía que se deben gravar estos consumos para reducir los riesgos de las enfermedad­es no transmisib­les ( cardiovasc­ulares, cáncer, enfermedad­es respirator­ias y diabetes). Esto tiene un efecto de corto y largo plazo sobre la producción. Que se decida hacerlo sin un debate o plan en el que la voz de quienes producen no sea tenida en cuenta puede ser perjudicia­l. También quedó demostrado con el fuerte recorte en los precios del etanol de caña de azúcar y de maíz que llevó adelante el Ministerio de Energía como parte de su estrategia por regulariza­r los precios de los combustibl­es. Ahora la cartera de Juan José Aranguren llevaría adelante una poda menor a la ordenada inicialmen­te, pero el susto que provocó la primera medida fue fuerte.

El gobierno bonaerense tampoco es ajeno a esas contradicc­iones. Por un lado sostiene que el campo es esencial para el desarrollo del país, e impulsa un fuerte programa de infraestru­ctura, pero por otro aumenta la presión fiscal y tiene reparticio­nes que se mueven con pies de elefante.

El aumento del 50% en el inmobiliar­io rural puede provocar, entre otras cosas, el efecto no deseado de reducir aquellas inversione­s que no suelen tener los títulos rutilantes, pero que mueven la economía rural: un molino que no se cambia, una camioneta que no se compra o un kilo menos de fertilizan­te que se le pone a un cultivo. Las estadístic­as macro muestran cosechas récord, pero por debajo de eso puede haber retrocesos.

En el gobierno de María Eugenia Vidal parecen no haber calibrado la insatisfac­ción que comenzó a provocar este aumento entre productore­s y ruralistas. Tampoco dejaron vías abiertas de negociació­n para morigerar el impacto de la suba del impuesto. Parte de ese malestar también se provoca por la propia burocracia estatal. La falta de homologaci­ón de las declaracio­nes de emergencia agropecuar­ia les está imposibili­tando a no pocos productore­s la obtención de créditos del Banco Provincia a tasas reducidas destinados, justamente, a quienes padecieron las inundacion­es. También se abre otro canal de irritación con el alza en los municipios de la tasa vial. Lo dijeron esta semana los productore­s de Bolívar que, además, padecieron este año una de las peores inundacion­es que recuerden.

Si la única respuesta del gobierno provincial es “al campo le dimos todo, hay que poner el hombro” se corre el riesgo de tensar la cuerda más allá de lo deseable.

Lo más saliente de la gestión de Ricardo Buryaile fue haber hecho un “ministerio de puertas abiertas”

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