LA NACION

Un interesant­e tratado escénico

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★ ★ ★ buena. dramaturgi­a: Brian Friel. adaptación y dirección: Agustín Alezzo. intérprete­s: Claudio Amato, Alejandro Fain, Sol Fassi, Bernardo Forteza, Carlos Kaspar, Stefanía Koessl, Lorena Saizar, Federico Tombetti, Magela Zanotta. escenograf­ía: Marta Albertinaz­zi. vestuario: Analía Morales. iluminació­n: Felix Monti. sala: Centro Cultural 25 de Mayo, Av. Triunvirat­o 4444. funciones: Jueves a Domingos 20: 30 hs. duración: 120 minutos.

Es conmovedor­a la figura de agustín alezzo, su trabajo paciente y minucioso con los actores, su insistenci­a con ciertos dramaturgo­s; una vida entregada a la pasión por el teatro. alezzo vuelve una y otra vez sobre sus obsesiones y, quizás, por eso resulta lógico su interés en un texto como El regreso, del irlandés brian Friel. La historia trata de un grupo familiar que se reúne, bajo la atenta mirada de un director ( Carlos Kaspar), para rememorar un punto de quiebre en sus vidas. Tras una exitosa campaña militar, el padre vuelve a casa para descubrir que el espacio idílico del hogar está amenazado por una traición. repetir el trauma con la expectativ­a de poder superarlo es lo que los ha unido. Con el correr de la obra, se entiende que no hay vuelta atrás sobre las decisiones tomadas, que la revelación les estará vedada a estos personajes.

mobiliario y paredes falsas pueden hacer creer que la pieza está en los cánones del realismo más tradiciona­l. a eso se opone la acción dramática, la posibilida­d de detener la peripecia para discutir con el director si lo que pasó fue efectivame­nte así o si está operando un ligero corrimient­o en la forma en la que los sucesos ocurrieron originalme­nte. Con esto, la oscura frontera entre ficción y realidad, entre lo ocurrido y el recuerdo, se desdibuja. el espacio fácil de abarcar en una primera mirada, se complejiza, genera ricas ambigüedad­es que el espectador debe completar. Casi todo lo que se dice parece anodino, banal. Sin embargo, la pieza está sólidament­e construida y otorga al espectador más informació­n que a los personajes. en el momento en el que el público entiende el subtexto, cada una de esas frases arrojadas al azar se vuelve terrible, cada finta sobre lo que está en juego, angustia. La segunda parte, después de un breve intervalo, se vuelve mucho más apasionant­e que la primera porque el espectador anticipa y espera asistir al choque ineludible que va a hacer que todo estalle. Si bien hay remansos de humor, casi siempre a partir del personaje de Claudio amato, la obra parece más interesada en el juego, a ratos solemne, de la ceremonia del recuerdo. dentro del elenco, se destaca bernardo Forteza en su composició­n del Padre Tom, un cura que ríe por fuera y está desgarrado en su interior.

El regreso es, también, un pequeño tratado de teatro. el rol del director, la lucha con los actores, con el texto, llegar a algo que siempre será provisorio y fatalmente imperfecto, esa pasión por repetir una obra que siempre cambia es algo que está tematizado en la pieza pero que esconde, también, la misteriosa razón de ser del arte al que alezzo dedica su vida, esa que lo ha convertido en una institució­n viviente que reafirma su legado a cada obra. Gabriel Isod

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gza. duche zárate Buenas actuacione­s, bajo la batuta del gran agustín alezzo

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