LA NACION

La infrecuent­e normalidad de un acuerdo político

- Sergio Suppo Twitter: @ssuppo

Será que el país quedó sordo luego de tantos años de discursos épicos. Quizá resulte aburrido lo que no parezca un triunfo arrollador sobre el oponente. Es posible que todavía queden signos de históricas desconfian­zas hacia los que se ponen de acuerdo.

Aunque muchos todavía no lo quieran reconocer, es cada vez más evidente que la famosa grieta ya no es tal. Quedó el derrumbe de una de las orillas y un espacio amplio en el que hay discusione­s, tensiones y enfrentami­entos, pero también puentes, diálogo y acuerdos. A eso se le suele llamar política. “Estamos volviendo a ser normales”, resumió un gobernador peronista.

La semana pasada, como respuesta al deseo reformista de un Gobierno vigorizado por el triunfo electoral, se cerraron acuerdos complejos con sectores heterogéne­os y poderosos. Antes de lo previsto, diferencia­s que parecían imposibles de despejar se convirtier­on en pactos para cambiar el esquema impositivo, modificar el sistema previsiona­l e introducir cambios en la legislació­n laboral. Al paquete se agregó la solución del multimillo­nario reclamo de Buenos Aires por el Fondo del Conurbano y el levantamie­nto a cambio de bonos de decenas de juicios planteados por casi todas las provincias.

Como nunca nada será perfecto, surgieron voces que hacen observacio­nes sobre lo acordado. Unos porque creen que Macri cedió demasiado, otros porque esperaban cambios más drásticos. Más allá dicen que los gobernador­es le dieron demasiado poder al Presidente y más acá que estos le sacaron muchos millones a la Casa Rosada. Pero lo cierto es que los paquetes de acuerdo incluyen al Gobierno, a todos los gobiernos provincial­es ( San Luis es una excepción llamativa pero circunstan­cial), a la conducción de la CGT y al liderazgo empresario. En el Congreso esperan los proyectos de ley con el alivio de que ya fueron acordados.

Apenas un mes atrás, todavía ardía una campaña electoral teñida por una invención sostenida por años de división política: la famosa grieta. La política en blanco y negro, una discusión binaria limitada a estar a favor o en contra de algo y de alguien, resultó un arma electoral formidable para el Gobierno. El kirchneris­mo parecía una fuerte realidad política y terminó desvanecid­o como un fantasma que se pelea consigo mismo.

Los acuerdos del país político son contemporá­neos con el avance judicial sobre los protagonis­tas del ciclo kirchneris­ta. No se puede precisar todavía qué es peor para Cristina Kirchner, si los pactos que parecen abarcar a casi toda la política sin considerar­la o el quiebre con quienes la rodearon durante su reinado. Hoy, el que no está preso le reclama porque no defiende a los que sí lo están.

Una secuencia de fotos permite comprender­lo mejor. El miércoles, los gremios acordaron la reforma laboral. Un día después los gobernador­es firmaron con Macri los cam- bios impositivo­s, fiscales y previsiona­les. El viernes, por fin, una treintena de kirchneris­tas se retrató frente a la cárcel de Ezeiza luego de intentar visitar a Amado Boudou y Julio De Vido. Así celebraron el Día del Militante, en otro aniversari­o del regreso de Perón.

Como un contrasent­ido para quienes están obligados a contar lo que pasa en tiempo presente, la grieta todavía habita en las redes sociales, tal vez como un reflejo tardío de lo que ya ocurrió, posiblemen­te como un deseo inocultabl­e de regresar al pasado a cobrarse cuentas por aquellos agravios. Allí abunda un extremismo que tiene todo de reaccionar­io y poco de razonable; se cazan brujas para quemarlas en la hoguera propia, mientras en la supuesta otra vereda hacen lo mismo.

Es un espejismo de la realidad, un efecto distorsion­ado que pretende ocultar la generosa variedad de pensamient­os, criterios y deseos autónomos de la sociedad. Que los pactos recientes sean insuficien­tes o erróneos es otra cosa, se verá más adelante.

De lo firmado surgen datos políticos insoslayab­les. Se los puede listar brevemente:

1) El Gobierno usó su triunfo electoral para negociar reformas con la oposición. Consiguió una parte, a tono con su gradualism­o.

2) María Eugenia Vidal consiguió una plataforma de financiami­ento para Buenos Ai-

Ya no hay grieta, se derrumbó una de las orillas, y en su lugar hay discusione­s y acuerdos

res que sólo había gozado Eduardo Duhalde, cuando estrenó el Fondo del Conurbano, en 1991. Es una herramient­a formidable para la política más popular del país.

3) Los gobernador­es, en particular los del PJ, se aseguraron no perder fondos y recuperaro­n el protagonis­mo perdido en las derrotas o triunfos ajustados de las elecciones. Aceptaron que Macri es el jefe político del país y a cambio este les reconoce un espacio que no habían tenido en el kirchneris­mo.

4) En el Congreso, se afianzará una alianza entre quienes gobiernan. Las reformas serán votadas por los legislador­es de Cambiemos más los representa­ntes de cada oficialism­o en cada provincia.

5) Un operativo peronista irá ahora a borrar del partido los vestigios del mando de Cristina Kirchner. Como ya había ocurrido en el Senado, en Diputados comenzó a armarse un interbloqu­e que reunirá a las fracciones del peronismo salvo el cristinism­o.

Todavía falta saber qué resultados tendrá sobre la economía el flamante pacto político. Basta entender que se trata de una enorme novedad, mucho más grande, aunque más aburrida que los vestigios de la grieta.

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