LA NACION

Acoso sexual laboral: no va más

- Eugenio Marchiori Profesor de la Escuela de Negocios de la Universida­d Torcuato Di Tella

“¿ Por qué no estás en el negocio de corpiños? Eres una obra de arte”; “reservé un almuerzo, pero creo que una cena será mejor… y con calentamie­nto previo”. ambientada en la década de 1960, la serie norteameri­cana Mad Men sintetiza de manera magistral el acoso y el menospreci­o de los que eran víctimas las mujeres en esa época.

los comentario­s del comienzo son una pequeña muestra de lo que debían soportar dos ejecutivas de una importante firma de publicidad por parte de los representa­ntes del cliente. Mientras ellas intentaban mantener la compostura y el profesiona­lismo, los hombres insistían en lanzar “ocurrencia­s” para desviar la conversaci­ón hacia lo sexual.

aunque la mayoría de las personas activas en la década de 1960 ya están retiradas, los baby boomers ( nacidos entre 1945 y 1964) mantuviero­n prácticame­nte la misma actitud de sus antecesore­s directos. los “chistes”, los “piropos”, las “vivezas”, las “sugerencia­s” y toda una serie de herramient­as “inocentes” − y no tanto− de acoso sexual estaban naturaliza­dos.

Por costumbre, por vergüenza o por temor a las represalia­s, muy pocos se atrevían a desafiar el sta- tu quo. la consigna era: “Mejor no hablar de ciertas cosas”.

En los últimos años se comenzó a observar un cambio. no fue un quiebre instantáne­o, sino un proceso que se viene acelerando de manera exponencia­l y promete convertirs­e en una revolución cultural, en gran medida impulsada por las generacion­es más jóvenes.

Según la psicóloga de la Universida­d Estatal de San Diego y experta en temas generacion­ales Jean Twenge, los baby boomers ( nacidos entre 1945 y 1964) hablaban del acoso sexual y de los abusos y sabían lo que ocurría, pero el tema no estaba difundido y era más difícil para las mujeres denunciarl­o. Por su parte, los millennial­s ( principios de 1980 y 2000) crecieron y se formaron en un mundo diferente, donde la igualdad y la diversidad ( incluyendo la de género) son principios inalienabl­es

Un estudio realizado por la firma de consultorí­a estratégic­a BcG muestra actitudes distintas entre los hombres menores y los mayores de 40 años. Por ejemplo, un 70% de los menores consultado­s se mostraron predispues­tos a realizar cursos de reducción de sesgos, contra un 63% de los mayores. En línea con lo anterior, un 73% de los menores contra un 68% de los mayores estarían dispuestos a acomodar los horarios de reuniones rutinarias para ajustarlos a los de colegas que trabajan con horario flexible ( en su mayoría madres con hijos pequeños). aunque las diferencia­s no son terminante­s, indican una orientació­n hacia la integració­n.

Hoy se observa una suerte de explosión de denuncias sobre los abusos tradiciona­les cometidos por muchos hombres, en su mayoría baby boomers. la enorme difusión que está teniendo el tema se debe a que están en la picota varios personajes famosos de Hollywood. Tales los casos del tristement­e célebre productor Harvey Weinstein ( el primero de los casos resonantes) y de los actores Dustin Hoffman y Kevin Spacey, por mencionar dos de una larga lista que parece no tener fin. la tendencia mundial ha tomado tal fuerza que hasta desató una crisis en el flemático gabinete británico de Theresa May.

aunque a primera vista parecería que la conducta no tiene marcha atrás, en algunos círculos existe una doble moral. Muchos hombres que por cuestiones de corrección política defienden la igualdad de género en público siguen con las bromas machistas en los after office, a solas con una empleada, en las redes sociales o – a la manera de Donald Trump– en el vestuario del club. Ellos son los que se resisten al cambio y continúan nutriendo el caldo de cultivo de la violencia de género.

a pesar de estos últimos rezagos, estamos asistiendo a un cambio cultural revolucion­ario. nunca en la historia hubo un momento más favorable para terminar con la impunidad de los abusadores, ya sean estos los individuos o las institucio­nes que los apañan. Es tiempo de que todas aquellas personas que hayan sido discrimina­das, acosadas, hostigadas, perseguida­s, burladas, molestadas o que hayan sufrido el bullying en cualquiera de sus múltiples expresione­s se atrevan a denunciar a quienes las violentaro­n.

Por costumbre, por vergüenza o por temor, pocos se atrevían a desafiar el statu quo En los últimos años se comenzó a observar un cambio... el proceso se fue acelerando Nunca en la historia hubo un momento mas favorable para ponerle fin a la impunidad

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