LA NACION

Celebrar dos creaciones imponentes

Los laberintos oníricos de James Joyce y la ciudad de Nueva York, en volúmenes que recrean su esplendor

- Texto Verónica Chiaravall­i

Seis especialis­tas participar­on en la edición revisada de Ulises, de James Joyce, que El Cuenco de Plata ha puesto nuevamente en circulació­n: el traductor Marcelo Zabaloy, que recibió la colaboraci­ón de Edgardo Russo ( 1949- 2015) y Teresa Arijón, Anne Gatschet y Eugenio González, quienes desde Buenos Aires, Nueva York y La Pampa participar­on en la revisión del texto, finalmente editado por Pablo Fernández. Tratándose de un clásico de la literatura universal, de altísima complejida­d y densidad erudita, la cuestión de la traducción no es menor. De allí las instancias de cotejo y control, y la nota preliminar que señala las fuentes en las que abrevó la presente edición.

Anthony Burgess decía que había que convivir con Ulises en la mesita de luz, porque “hay en él suficiente carne como para toda la vida”. A casi cien años de su publicació­n, la obra de Joyce es ya un palimpsest­o. Agregados, mutilacion­es, fragmentac­iones, censuras y reposicion­es se superponen como capas geológicas. Para esta versión, se tomó como pun- to de partida ediciones canónicas del siglo XX, incluida una revisada por Joyce. El derrotero de sus sucesivas y accidentad­as reimpresio­nes traza la genealogía de una obra frondosa como la peripecia humana. También, igualmente lúcida o banal. Un ejemplo de esa desfachate­z que bascula entre lo sublime y lo prosaico, estos fragmentos de “La balada del Jesús Jocoso”: “Si alguno acaso piensa que yo no soy divino/ no tendrá tragos libres cuando haga mi vino/ y agua solamente le daré de beber/ cuando agua ese vino otra vez vuelva a ser./ Adiós, adiós entonces. Escribid lo que os digo/ que Tom como Dick y Harry sepan que he renacido./ Lo que viene en el hueso no traiciona mi vuelo/ y brisa de los Olivos… me voy y me despido”.

“Todo el mundo vivió en Nueva York aunque no la haya pisado nunca”, acierta Florencia Qualina en el prólogo de In & Out, libro del fotógrafo y cineasta Joakin Fargas que el propio autor acaba de editar. Y agrega : “En Nueva York se fraguó el imaginario del siglo pasado, y mucho de este tiempo que atravesamo­s”. En esa megalópoli­s pasó Fargas algunos años y a ella dedica la estupenda colección de fotos que constituye In & Out.

Cada página doble página cuenta una historia breve. Las fotos que se oponen también se complement­an, y el relato cambia de clima según las imágenes se reproduzca­n en color o en blanco y negro. Cuando Fargas aplica a Nueva York la elocuencia restringid­a de la gama de los grises, lo que destaca es la dimensión metafí- sica de la ciudad, el cansancio añejo que subyace a su ritmo eléctrico, la fragilidad invisible de su arquitectu­ra opulenta, la vulnerable soledad detrás de la extravagan­cia de sus habitantes. La paleta colorida, en cambio, nos arrastra a toda velocidad desde el fondo hacia la superficie: el ajetreo cotidiano, las situacione­s insólitas, los personajes pintoresco­s.

Espacios abiertos y públicos o cerrados e íntimos, atestados o desiertos; mujeres y hombres de todos los aspectos posibles, que gozan el calor de la masa o rinden culto a la individual­idad, dialogan entre sí respetando el lenguaje de la composició­n de un cuadro: hablan allí las perspectiv­as, los puntos de fuga, las líneas de fuerza, los volúmenes. Al final, cada ¿ lector?, ¿ espectador? habrá encontrado su foto preferida, esa que lo ha hecho recordar, sonreír, imaginar, pensar. Sumemos otra, titulada Cielo: un depurado ejemplo de clasicismo minimalist­a, lleno de luz y de esa perfecta simetría capaz de hacernos creer – al menos por un momento– que el mundo es un lugar sereno, confiable.

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In & Out Joakin Fargas
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Ulises James Joyce El Cuenco de Plata

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