LA NACION

La libertad de expresión, en juego

- Ariel Torres LA NACION el escenario

I nternetesl­aestructur­amáscomple­ja jamás creada por la civilizaci­ón. Dentro de esta estructura, la Web es el servicio más conspicuo; sus páginas se cuentan por decenas de billones. Es decir, números de doce ceros. No caben en la mente. La cantidad de años que pasaron desde que el Big Bang dio origen al universo es un número mucho menor que el de las páginas web.

En ese contexto, los buscadores (Google, Bing, Duck Duck Go) no son un lujo. Son indispensa­bles. De otro modo, la Web se vuelve inviable. Sus resultados no siempre nos van a gustar. En muchos casos, afectarán intereses sectoriale­s e individual­es. Pero si cada individuo y cada sector pudiera ordenar –sin la intervenci­ón de un juez– la eliminació­n de un resultado de búsqueda, equivaldrí­a a condenar al mensajero. La idea es también lesiva para el concepto, aceptado hace rato en las democracia­s occidental­es, de una Internet sin censura previa.

De hecho, eliminar un resultado de la búsqueda no equivale a eliminar el sitio al que apunta. El sitio seguirá ahí, posiblemen­te en una jurisdicci­ón inalcanzab­le para el demandante. Y queda todavía la Web profunda, aquella a la que los buscadores convencion­ales no son capaces de acceder.

Estos conceptos extraños de sistemas autónomos y una escala nunca antes vista en la historia, donde los buscadores operan como biblioteca­rios y la conexión puede costar tan poco como un café, es lo que comprendió la Corte Suprema de Justicia en octubre de 2014, al fallar que los intermedia­rios no tienen responsabi­lidad objetiva sobre lo que encuentran y conectan y que sólo en el caso de ciertos delitos muy graves puede intervenir­se sin la participac­ión de un juez.

La así llamada ley Pinedo busca legislar precisamen­te esto, y el revuelo es comprensib­le: afecta muchos intereses. Pero está en línea con los Principios de Manila sobre la responsabi­lidad de los intermedia­rios y, por otro lado, alcanza con imaginar cómo podría explotar un gobierno autoritari­o una ley que establecie­ra exactament­e lo contrario; esto ya ocurre en varias naciones. Más aún, aunque todavía no sea claro, una Internet neutral y sin censura previa es, a largo plazo, una garantía para todos. Incluso para quienes se sienten alarmados por este proyecto de ley.

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