Lanús, obligado a otra remontada
Como en las últimas tres series, empezó la aventura en desventaja; controló el juego en el primer tiempo, pero no logró sostener el libreto; en una semana, la revancha
Se plantó con inteligencia y firmeza, y jamás estuvo en desventaja futbolística, pero Lanús no pudo evitar la derrota en la ida de la final por la Copa Libertadores. Gremio se impuso 1-0 en Porto Alegre con gol de Cícero a los 38 minutos del segundo tiempo, cuando los argentinos ya acariciaban un muy valioso empate. De cara a la definición en casa, el próximo miércoles, Lanús se aferra a un interesante precedente: ya remontó en sus duelos de cuartos –ante San Lorenzo– y semifinales –ante River–, tras caer como visitante en ambos partidos y sin anotar goles.
Lanús buscará ganar la Libertadores en una situación conocida: dar vuelta la serie en su cancha
PORTO ALEGRE.– Nada que Lanús no conozca. Casi que se convirtió en su hoja de ruta: derrota de visitante y la misión de remontar en la Fortaleza. Ya le ocurrió con San Lorenzo y River, y ahora le tocará ante este Gremio que no demostró ser muy superior con todo el clima a favor en el imponente Arena Gremio, en una final que empezó tibia y terminó caliente. La Copa Libertadores en toda su dimensión.
La definición sigue igual de abierta, pero eso no le quita una mueca de fastidio e insatisfacción a Lanús, porque se vio en desventaja a ocho minutos del final, cuando su rival nunca se lo llevó por delante, si bien en el segundo tiempo fue superior y Grohe pasó a ser un espectador inactivo. Pagó caro Lanús una mínima desatención de una defensa que había estado muy concentrada y segura. El centro cayó entre dos zagueros centrales que no atinaron a achicar y el cabezazo de Cícero tomó medio desarmado a Andrada. Con el 1-0 hubo una explosión de júbilo en un estadio que se consumía por los nervios
Como si le sobrara oficio en finales. Así fue el primer tiempo de Lanús. Sobrio, compacto, tranquilo, sin verse sobrepasado por el rival ni por el ambiente. Se agrupó bien y no despreció la pelota. Lo fue poniendo nervioso a un Gremio que caía en el embudo granate cuando se aproximaba al área. Los hinchas y el equipo brasileño se ofuscaron con el árbitro Bascuñan por supuestas faltas no sancionadas. Era un síntoma de impotencia.
De alguna manera, Lanús repitió el planteo del Monumental, con Silva y Acosta retrocediendo por los laterales, con Pasquini y Román Martínez metidos de interiores, con lo cual quedaba conformada una línea de cinco delante de la defensa.
Salvo por la versatilidad de Arthur para girar y cambiar continuamente el perfil en la salida desde el círculo central, Lanús no tenía inconvenientes para neutralizar a Gremio. No desequilibraba el goleador Luan y Barrios quedaba a la sombra de García Guerreño y Braghieri. Gremio apenas llegaba con algún centro previsible, fácilmente controlable para Andrada, que sin embargo se complicó con un par de salidas con el pie. Casi que en eso se resumieron las únicas situaciones de gol de Gremio.
De a poco, Lanús se fue animando. La cita no era tan fiera como podían pintarla. En buena parte por mérito propio. Y así se fue encontrando con uno de sus rasgos como equipo: el toque, la circulación, el juego asociado. Por esa vía exigió dos atajadas de Grohe, el arquero que lleva 15 años en Gremio y que en la semifinal ante Barcelona protagonizó ante el argentino Nahuelpan la tapada de la copa. Bueno, el cabezazo que le desvió a Braghieri está en esa misma línea. Impresionante los reflejos para arrojarse abajo sobre su izquierda.
Gremio presionó más en el segundo tiempo. Lanús empezó a pasar algunos sofocones, con un remate de media distancia de Luan que exigió una muy buena atajada de Andrada y un cabezazo de Jailson apenas desviado. Renato Portaluppi, que no paraba de agitarse por la falta de profundidad de su equipo, hizo tres cambios ofensivos en un cuarto de hora. Amonestado Velázquez, que sentía el peso del desarrollo sobre sus 37 años, Almirón hizo lo que tantas veces: ingresó Aguirre y Pasquini retrocedió al lateral. Lanús es previsible, se entiende de memoria y eso lo hace fiable.
El gol rompió el partido en el mal sentido. Volvieron las trifulcas típicas de copa y el árbitro Bascuñan no ayudó a que todo se encarrilara. En ese descontrol, Lanús recibió otro golpe, la amarilla de Braghieri, que lo saca del desquite en la Fortaleza. En esos instantes en que se le volaron los papeles, al
Granate le perdonaron un penal por una falta de Aguirre sobre el ingresado Jael.
Lanús terminó arremolinándose sobre el desconcertante Bascuñan. Más llevado por la bronca del empate que se le escurrió que por un perjuicio concreto. De visitante, Lanús lleva 323 minutos sin convertir. Le cuesta afuera, se queda corto, al aguante le aparece alguna fisura. Necesitará imbuirse del espíritu que lo levantó ante San Lorenzo y River para que no se le rompa el sueño de campeón.