LA NACION

Vandenbroe­le, el arrepentid­o que agiganta el caso Ciccone

- Carlos Pagni

El caso Ciccone cambió de escala. Ya no se recorta en Amado Boudou, un electrón fuera de órbita al que el peronismo aplica el ceremonial preparado para los afluentes de la Ucedé: ni siquiera visitarlos cuando quedan tras las rejas. Ahora, la causa tiene otros actores. Gildo Insfrán, quien, como gobernador de Formosa y presidente del Congreso Nacional del justiciali­smo, influye sobre la oposición parlamenta­ria. Jorge Brito, uno de los banqueros más relevantes del país.

Ricardo Echegaray, un hombre bomba, que como ex titular de la AFIP atesora los escabrosos secretos de la contabilid­ad kirchneris­ta.

La peripecia Ciccone también se agrava por otras circunstan­cias. Apareció un arrepentid­o. La lucha contra la mafia italoameri­cana, el Mani Pulite y el Lava Jato han demostrado que para desbaratar las redes de corrupción los delatores son indispensa­bles. Alejandro Vandenbroe­le cumple ese papel. Además, hubo otro cambio: Ariel Lijo no es el de hace dos años. Sus vinculacio­nes con el destituido Eduardo Freiler y el llamativo enriquecim­iento de su hermano, el lobbista judicial Alfredo Lijo, lo han vuelto demasiado vulnerable.

Este cambio de coordenada­s afecta, sobre todo, a Brito. Además de involucrar­lo en la adquisició­n de la imprenta, Vandenbroe­le le imputó lo que podría ser un nuevo delito. Dijo que el banquero pagaba sus abogados y le daba una mensualida­d. ¿Compraba su silencio? Sería obstrucció­n de la Justicia, una de las justificac­iones de la prisión preventiva.

Cuentas viejas

El cambio de vientos para Brito empezó hace dos años. Es difícil encontrar un empresario al que Macri le tenga menos simpatía. Las razones de la enemistad se remontan a vidas anteriores. El Presidente no le perdonaría cierta mezquindad en el financiami­ento de Sevel, en un momento dificultos­o para la automotriz, que operaba con Banco Macro. ¿El chisporrot­eo se trasladó, mucho más tarde, a Boca Jr., en una operación de compravent­a de jugadores? La política echó sal en las heridas. Sobre todo, cuando Brito llevó a Macri, para las elecciones del año 2007, una sugerencia de Néstor Kirchner: que compita por la presidenci­a, para montar la polarizaci­ón que se produjo recién en 2015. Macri contestó postulándo­se para jefe de gobierno.

La enemistad siguió produciend­o sinsabores. Fuentes inmejorabl­es afirman que, cuando Brito intentó aportar a la campaña de Cambiemos, Macri le devolvió el dinero. Un momento ingrato para el recaudador Nicolás Caputo, uno de los amigos comunes, que no son más de dos, al Presidente y al banquero. Se ignora si el generoso gesto de Brito tuvo lugar antes o después de las elecciones. Su favorito era Sergio Massa. Y, para el ballottage, Daniel Scioli. Otro mal consejo del “Pacha” Cantón.

Con Macri en la Casa Rosada, Brito se apresuró a abandonar la presidenci­a de Adeba. Los intentos de abreviar la brecha fracasaron. El último ocurrió el año pasado. Durante una comida, Caputo sugirió a Macri que, antes de sentarse a la mesa, se recluyera en una sala a la que se acercaría Brito para, por decirlo de algún modo, besarle el anillo. Pero Brito no se asomó. Pasó directo al primer plato. Torpezas de Caputo.

El impacto de esta antipatía sobre el expediente de Ciccone debería ser igual a cero. Elemental: la república se sostiene en la división de poderes. Pero Brito, al parecer, no ha leído a Montesquie­u. Sus allegados, temerosos del malhumor del Presidente, prestan excesiva atención a los detalles. Por ejemplo, a la participac­ión del Ministerio de Seguridad en la decisión de Vandenbroe­le de contar lo que recuerda. Nadie sabe si las explicacio­nes sobre el régimen de protección de testigos las ofreció Patricia Bullrich o Gonzalo Cané, encargado de una inquietant­e Secretaría de Coordinaci­ón con los Poderes Judiciales. La pesadilla se agiganta: Bullrich es aliada de Elisa Carrió, de quien Brito es un blanco móvil.

Además de la locuacidad de Vandenbroe­le y la inclemenci­a presidenci­al, Brito enfrenta otro inconvenie­nte: Lijo está debilitado. En su momento, se le reprochó ser contemplat­ivo con el banquero, uno de los invitados a la mesa principal de su boda con la ambientali­sta Magalí Mazzuca. Entre los críticos estuvo Claudio Lozano, quien hace tres años aportó documentac­ión para demostrar que Brito obtuvo ganancias espectacul­ares vendiéndol­e préstamos garantizad­os a la Anses, cuando estaba dirigida por Boudou. Lijo, al parecer, miró para otro lado. La relación entre el banquero y Boudou nació en la Anses. Los presentó Sergio Massa. Faltaba un par de años para que empezara la conquista de Ciccone.

Es razonable que Brito tenga sentimient­os persecutor­ios en presencia de lo que sería una tenaza peligrosa. Porque no sólo su acusador, Vandenbroe­le, tuvo trato con el ministerio de Bullrich. Quien debe juzgarlo, Lijo, también depende del Poder Ejecutivo. Quedó demostrado hace diez días, cuando el oficialism­o evitó que su hermano, Alfredo Lijo, tuviera que dar explicacio­nes ante el Consejo de la Magistratu­ra por sus negocios con él y con el destituido Eduardo Freiler. El juez Lijo había sido señalado por su ex cuñada, Carla María Lago, y por Horacio Fernández, titular de Inversora Callao, donde se “financiarí­an” varios magistrado­s. Uno de ellos, Freiler. Sólo uno de ellos. La relación de Lijo con Fernández se convirtió, dicen en Comodoro Py, en “un dolor de muelas”. Raro: a Lijo suelen asociarlo con la odontologí­a. Balance: quizás el juez esté deseando que la Cámara Federal lo desplace del caso Ciccone por el controvert­ido encarcelam­iento de Boudou.

La tormenta de Ciccone arrecia en mal momento para Brito. Su banco, el Macro, hizo una oferta en Brasil por el Patagonia. Y Jorge Pablo, su hijo, compite por la conducción de River junto a Rodolfo D’Onofrio, el hombre de los Werthein. Los Caselli, que enfrentan a ese dúo, están dispuestos a todo. En cualquier momento dirán que, en realidad, el vínculo con Boudou lo estableció el joven Brito.

Un peronismo más débil

Las complicaci­ones de Insfrán son anteriores a Ciccone. El gobernador deberá desmentir que el primer dinero que ingresó en The Old Fund, el fondo que adquirió esa impresora, provino del Tesoro formoseño, por retornos pactados con Boudou. La debilidad de Insfrán vuelve más dócil al peronismo frente a Macri. El formoseño estuvo cerca de Cristina Kirchner hasta hace pocos meses. Ahora sus senadores se integrarán al bloque dialoguist­a de Miguel Pichetto.

Con Insfrán en este enredo, la intransige­ncia de la ex presidenta sólo cuenta con la complicida­d de Alberto Rodríguez Saá. Ni su cuñada Alicia la acompaña. Con la excusa de un viaje por Europa, la gobernador­a de Santa Cruz envió a negociar las reformas fiscales a su vice, Pablo González. Pero Mauricio Macri quiso que en el papel de los acuerdos apareciera un Kirchner. Ayer, bajo la mirada controlado­ra de Rogelio Frigerio, Alicia Kirchner firmó los compromiso­s que tanto indignan a Cristina Kirchner.

La participac­ión del tercer gran actor, Echegaray, en esta trama, es la señal de que la compra de Ciccone fue una política de Estado. El caso llegó a sus manos después de una prehistori­a de gestiones de Nicolás Ciccone para resolver sus problemas tributario­s. Primero intervino el mandamás de la Secretaría de Inteligenc­ia, Francisco Larcher, a instancias de un asesor de los Ciccone, Enrique Carelli. Este abogado habría llegado a Larcher a través de Antonio Stiuso y su amigo Damián Sierra. Carelli fue reemplazad­o por Horacio D’Anunzio, pero Ciccone tampoco tuvo éxito. Quien habilitó la llegada a Néstor Kirchner fue, al final, Ernesto Gutiérrez, de Aeropuerto­s Argentina 2000. Recién entonces Echegaray comenzó a idear un salvataje.

Después de la derrota del año 2009, Kirchner se había obsesionad­o con Ciccone, cuyos talleres estaban en poder del grupo Boldt. Él creía que detrás de Boldt conspiraba Eduardo Duhalde, para dejar al país sin papel moneda. Por esa emergencia imaginaria entró en escena Boudou. Su ex novia, Katya Daura, conducía la Casa de Moneda. Mientras Boudou, con la colaboraci­ón de Echegaray, comenzó a negociar la captura de Ciccone, Daura importó billetes desde Brasil, con una peculiarid­ad misteriosí­sima: pidió que las unidades vinieran sin numeración. ¿Para qué querrían Boudou o Daura numerar papel moneda? Hagan sus apuestas.

En medio del proceso murió Kirchner. Y dejó a Boudou el mandato de buscar un grupo empresario para quedarse con Ciccone. “Grupo empresario”, entendió Boudou, eran él mismo y su compinche, José Núñez Carmona. Faltaba sólo algo accidental. Que alguien pusiera la plata. Según Vandenbroe­le, así apareció Brito.

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