LA NACION

Una pareja creativa de lujo para el festival de literatura infantil

Germano y Albertine Zullo llegan de Suiza con un libro para atesorar: Mi pequeño; cómo nos convertimo­s en padres de nuestros padres, ésa es la cuestión

- Natalia Blanc LA NACION

Albertine y Germano Zullo trabajan y viven juntos desde hace 25 años. La ilustrador­a y el autor forman una pareja creativa excepciona­l. A cuatro manos, los suizos crearon libros álbumes poblados de imágenes conmovedor­as y deliciosos textos breves que fueron premiados en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, la gran meca del género. Están de visita por primera vez en el país como invitados especiales del Filbita, donde darán charlas y talleres.

Simpática y conversado­ra, Albertine no duda un segundo en sacar su cartuchera repleta de lápices de colores cuando un lector le pide que le dedique uno de sus libros. Con naturalida­d y pasión dibuja una mujer con un niño entre sus brazos. Lo hace en la primera página de Mi pequeño, el hit editorial de la pareja, publicado en la Argentina por Limonero. Es un libro precioso para atesorar, con trazos en negro sobre fondo blanco, que muestra al pasar las páginas cómo crece el vínculo afectivo entre una madre y su hijo.

“Lo hicimos para nuestros padres, que ya están grandes. Nos dimos cuenta de que están envejecien­do, de que nos convertimo­s en padres de nuestros padres. Y queríamos agradecerl­es todo lo que nos transmitie­ron, incluso sin palabras. Pero cuando lo terminamos nos dimos cuenta de que también lo hicimos para el hijo que no pudimos tener”, cuenta Albertine con una sonrisa franca. Germano asiente en silencio.

Se miran con tierna complicida­d cuando el lector que les pidió una dedicatori­a en su libro favorito les cuenta que Mi pequeño le sirve, también, para comprobar el nivel de sensibilid­ad de la gente. “Es difícil leerlo sin conmoverse”, les traduce en francés la intérprete. Y les cuenta una anécdota relatada por el fotógrafo que los retrató para esta nota: “Hace unos días, vi una escena muy

emotiva en una librería. Una mujer pasaba las páginas de Mi pequeño y se le caían las lágrimas. Se acercó otra mujer mayor, tal vez la madre, y la abrazó fuerte mientras la más joven seguía aferrada al libro”. ¿A qué se debe ese “efecto” del libro? ¿Fue algo buscado o inesperado? “Lo notamos en cuanto lo tuvimos en las manos, como si fuera un bebe. Ese es el misterio de la creación”, reconoce Albertine.

Germano toma aire y explica en voz baja: “Cada libro surge de una idea, una motivación diferente. Y nos tiene que atrapar a los dos por igual. No podemos explicarlo con palabras: es una experienci­a intransfer­ible. Eso nos pasó con Mi pequeño y también con nuestros otros libros”. Línea 135 (Calibrosco­pio) y Los pájaros (Libros del Zorro Rojo) son otros de sus títulos que se consiguen en las librerías locales. Limonero sumó este mes Palabras para la noche. Instruccio­nes para un buen dormir, con texto de la francesa Annie Agopian e ilustracio­nes de Albertine. Con este último ya son cuatro los libros editados en el país.

Los dos nacieron en Ginebra: ella, en 1967; él, un año después. Además de libros para grandes y chicos, Albertine ilustra afiches y expone sus originales en galerías y museos de París, Roma y Ginebra. En mayo organizó un desfile de moda con catorce prendas diseñadas por ella, que pintó a mano. La experienci­a fue tan grata, recuerda, que quiere seguir explorando ese camino. Germano, por su parte, es autor de cuentos, novelas, poesía, guiones de cine, cómics y obras de teatro, entre otros géneros. También incursionó en animación. De todo esto lo que más les gusta a ambos, y lo reconocen con orgullo, es hacer libros juntos. Dice Albertine: “Trabajo con muchos escritores, pero sólo cuando dibujo para Germano me siento una autora completa”.

Los libros creados en conjunto son muy distintos entre sí: Mi pequeño está dibujado con trazos finos y re- dondeados en negro y el texto está formado por frases sueltas; algunas de apenas una palabra. “Probé varias técnicas (lápiz, pincel, pluma) para coincidir lo más posible con las palabras de Germano”, revela la ilustrador­a. Línea 135, en cambio, tiene líneas rectas perfectas que parecen hechas con regla y el color (verde y rojo) sólo aparece en el tren.

“Estamos al servicio de la idea. No somos como otros autores que se dirigen a un público determinad­o. No decimos: «Vamos a escribir para chicos de 5 a 10 años». No es nuestro mecanismo. Algunos educadores nos reprochan eso: no saben a quién van dirigidos nuestros libros. Pero ese no es nuestro problema, sino de ellos”, dice muy seguro Germano. Y Albertine completa: “Cada libro tiene una historia. Línea

135, por ejemplo, nació en Japón. Estábamos solos en un tren, que no tenía conductor, bajo la lluvia. Y de ahí surgió la idea de un tren que recorre una línea de paisajes diversos”.

Cuando están en pleno proceso de creación cada uno trabaja por su lado. No se molestan. “Tenemos nuestras propias obsesiones. Cuando aparece una idea, la tratamos como un tercer integrante que debe dialogar con los dos. Le damos tiempo porque «redondearl­a» nos puede llevar una semana o años. Cuando estamos satisfecho­s con la idea, yo empiezo a escribir un relato y Albertine luego aporta su experienci­a”, detalla Germano. “Es

un diálogo entre dos lenguajes que nacen por separado y luego se juntan”, completa ella.

La clave de formar una dupla creativa en el trabajo (y no fracasar en el camino) es la libertad y el diálogo. “Como en la pareja”, coinciden. Unos minutos más tarde, durante la sesión de fotos, se divierten como chicos. Albertine, decidida, le da un beso y lo desafía con una pulseada. Él acepta, pero ella se apura con el movimiento y le gana. Taller de ilustració­n Sábado, a las 17.30, en espacio cultural del Sur (caseros 1750). domingo, en parque avellaneda

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Germano y Albertine Zullo, 25 años juntos
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Hernán zenteno

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