LA NACION

Que los corruptos devuelvan el dinero

- Alejandro Drucaroff Aguiar —PARA LA NACION—

E l fenómeno de la corrupción está –por fin– instalado en la agenda de la sociedad. Hay un reclamo masivo y sostenido para que esos actos nefastos dejen de ser impunes y podemos ver hechos significat­ivos.

Causas dormidas por largos años se activan. Empiezan a romperse las complicida­des mafiosas y a aflorar pruebas que parecían inalcanzab­les. Surgen derivacion­es que pueden conducir a los cerebros y a los principale­s beneficiar­ios de los actos corruptos.

La figura del arrepentid­o, por ejemplo, parecía una utopía pocos años atrás. Cuando con Mori Ponsowy iniciamos una campaña en Change.org que reuniría más de 140.000 firmas, sentíamos que el objetivo estaba muy lejos. Hoy, pese a las notorias insuficien­cias de la norma finalmente aprobada –para lo cual, bueno es recordarlo, mucho tuvieron que ver ciertos bolsos repletos de billetes arrojados tras el muro de un convento–, esa figura legal comienza a abrir la puerta para el esclarecim­iento de casos emblemátic­os.

Hay un largo camino por recorrer y los tribunales deberán demostrar que pueden cumplir su rol constituci­onal y legal, tramitar las causas con el ritmo y la eficiencia necesarios y terminar con el vergonzoso promedio de 14 años de duración que demoran los procesos de corrupción.

Sin embargo, existe en forma paralela otro poderoso reclamo social que no parece encauzado y es el de que el Estado recupere las enormes sumas que le han sido robadas.

Ese recupero es fundamenta­l por dos razones principale­s. Porque dichos fondos multimillo­narios son necesarios para atender las obligacion­es básicas del Estado, como la educación, la salud, el trabajo y la infraestru­ctura de obras y servicios que precisamos y merecemos. Y porque advertir a todos los posibles partícipes­enactoscor­ruptosquen­o sólo se los perseguirá penalmente, sino que deberán devolver, con intereses, hasta el último centavo mal apropiado, es la mejor forma de prevenir la corrupción hacia el futuro.

La tarea no requiere de nuevas normas. La muy demorada ley de extinción de dominio es una herramient­a útil que el Congreso debería sancionar cuanto antes, pero las disposicio­nes vigentes bastan para actuar de inmediato.

Correspond­e a los servicios jurídicos de cada repartició­n pública y a la Sindicatur­a General de la Nación controlar todo acto que genere o pueda generar perjuicios al Estado, determinar tales perjuicios y reclamar su resarcimie­nto. Los juicios civiles para que el Estado recupere el dinero y sea indemnizad­o no dependen de que los responsabl­es sean condenados penalmente: se puede reclamar ya la inmediata devolución del dinero robado o la indemnizac­ión de los daños causa- dos. El Código Civil y Comercial de la Nación concluye al respecto con cualquier debate. Se trata de promover cuanto antes las acciones correspond­ientes.

En resumen, es factible, justo e imperioso que devuelvan lo mal habido los autores de delitos de corrupción, los que recibieron y los que pagaron sobornos, los que se beneficiar­on cobrándono­s a todos los ciudadanos sobrepreci­os indebidos (cuando no precios por obras o servicios no realizados) y los que usaron para fines personales los fondos públicos que debían administra­r.

En tiempos en que el dinero es un valor supremo y un factor decisivo de poder, que el Estado reclame en forma eficaz la devolución de lo que se le ha robado haría un gran aporte para terminar con una corrupción que hace tiempo que ha demostrado ser sistémica.

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