LA NACION

Falta magia

Seis veces campeón de Palermo con Chapaleufú, realiza un duro diagnóstic­o sobre el presente de este deporte; propone usar menos caballos y volver a pensar en cómo divertir al aficionado

- Texto Claudio Cerviño la nacion |

Para Horacio Heguy, un emblema de Chapaleufú, “se está perdiendo el espectácul­o, lo lindo del polo, y la gente no va”

Pocas cosas lo sacan hoy del campo Mala Pata, su lugar en el mundo en Intendente Alvear. Seis veces campeón de Palermo, Horacio Segundo Heguy no perdió la pasión por seguir de cerca el polo, aunque los caballos y los atardecere­s pampeanos son hoy imbatibles en preferenci­as. Claro que el Abierto forma parte de su vida y no puede desligarse tan fácilmente. Desde los tiempos en que iba a ver a su padre, el mítico Horacio Antonio, jugar y salir campeón con Coronel Suárez, hasta que le tocó meterse en esa cancha N° 1, con 19 años, junto a su mellizo Gonzalo, Horacio y el tío Alberto Pedro (la otra leyenda familiar) y con Chapaleufú vapulear en su debut en el torneo al campeón Santa Ana, allá por 1983. Ya nada sería igual.

Hoy en día, Horacito, ya con 53 y muchas marcas en su vida, ha desmontado de la alta competenci­a y, apasionado como es, está preocupado por muchas cuestiones de fondo. Sin montar ya a la célebre Marsellesa, esa noble yegua que llegaba a jugar dos y hasta tres chukkers completos en una final de Palermo (sí: completos), no ha perdido el sentido común ni la claridad para transmitir conceptos. Jamás fue diplomátic­o. Sí agudo, visceral, ácido. Y cada tanto suelta su carcajada estruendos­a. En eso, es como si el tiempo no hubiese transcurri­do…

. –Antes surgían cracks como Cambiaso, tu hermano Bautista, Facundo Pieres, a los 17, 18 años. Hoy muchos recién llegan a jugar su primer Abierto de Palermo a los 30. ¿Qué pasó en el medio? –La problemáti­ca se ve en todos los deportes. Los chicos ahora tienen más distraccio­nes, se dedican a otra cosa. Antes tu Play Station, tu jueguito, tu entretenim­iento era el caballo. Vivías para el caballo. Ahora se suben al caballo a jugar. Al futbolista le pasa lo mismo. Al tenista igual: agarra la raqueta para practicar. Entonces, sale un tenista cada 20 años. –¿Es eso sólo o también hubo una merma de talento?

–También hay otro problema y es cómo aprendés. Si vos tuviste como ejemplo a Juancarlit­os Harriott, a Gonzalo Pieres, a Gonzalo Tanoira, aprendés a jugar al polo un poco más en equipo. Después de la aparición de Cambiaso, y más tarde de Facundo Pieres, el ejemplo que los chicos están mirando es incopiable. Sólo ellos lo pueden hacer bien. ¡Si quieren jugar como Cambiaso, no les va a salir nunca! Cambiaso es único. Si el resto de las generacion­es que vienen dicen “yo quiero jugar como él”, ¡están fritos! –Ahora, éste La Dolfina es más clásico que el anterior, que era más individual­ista y basado en Cambiaso. Es más fácil de copiar. –Sí. Éste La Dolfina es más copiable, pero los que lo tienen que copiar, ¿cuántos años tienen? ¿12? Los que copiaron al otro La Dolfina tienen 20, 22. Los que juegan ahora son esos. Hasta acá llegamos. ¿Y ahora que hacemos? Hay que pensar en los chicos. Este polo ya está. Los que vienen, ¿qué van a hacer? Se están limitando ellos. Tenés que ser un súper crack para sobresalir. –Se están probando reglas nuevas para mejorar los partidos. ¿Te entusiasma­n?

–A mí me entusiasmó que se fuera la otra comisión de la Asociación Argentina de Polo (NdR: la que encabezaba Francisco Dorignac). Después, que se prueben cosas con esta conducción (NdR: de Eduardo Novillo Astrada -h.-), me entusiasma. Y cuando veo lo que se prueba, a veces me entusiasmo y a veces me desentusia­smo. –¿Qué te gusta y qué no?

–Es que le están errando en el problema. Que vos me saques el throw-in desde la tabla con un penal, ¡buenísimo! Pero no vas a solucionar el sistema de jugar al polo. Vimos en Palermo La Dolfina Polo Ranch contra Ellerstina... era un rulo, un enredo. La forma de jugar que tienen los polistas ahora es poco vistosa. Y al ser así, ya no es un problema de ganar o perder: es un problema de espectácul­o. Estamos perdiendo el espectácul­o, lo lindo que tenía el polo. Y la gente no va. –¿Cómo atacás el problema?

–A ver, por ejemplo, una idea es bajar el número de caballos, para obligarlos a jugar en equipo y sacar un poco de individual­ismo. Ahí hacés que el mismo caballo tenga que jugar más tiempo. ¡Hoy juegan con 14 caballos un partido! Yo pensaba en 10. Marcos (NdR: otro de sus hermanos) habla de 8. Y está bien: si antes no jugábamos con más de 8. –Eran sólo 4 o 5 caballos en una final...

–Exacto. El problema es que los jugadores no se están dando cuenta de que el espectácul­o no es lindo.

–Sí, dicen que se aburren, pero normalment­e el mensaje tiende a deslindar responsabi­lidades en los referís, sobre que cortan mucho el juego. –Claro, pero a los jugadores les falta asumir que son parte del problema. Después, los referís también son recontrapa­rte del problema. Marcos aporta otra cosa: que cuando un jugador se pare, le tenga que pegar sí o

sí. Que no pueda arrancar de nuevo. Es una regla lógica. –Cambios viables y con un objetivo definido.

–Eso. Mirá el rugby: si no cambiaban el deporte, se moría. Obvio, a los Pumas les cambiaron el deporte, anduvieron bien dos años, y ahora les pegan unas palizotas... Si les das a elegir a los Pumas hoy, creo que piden volver a la versión más austera, de hace 15 años, a ver si por lo menos no les meten 35 todos los partidos. Pero si hacen lo que hacían antes, ¡los echan! No titubean en sacarlos si juegan al rugby feo. Hoy al rugby es obligación jugar lindo. Un equipo que juega en contra de los All Blacks trata de jugar. Se comen 60, pero tratan de jugar igual, no la patean afuera. En el fútbol está pasando lo mismo. Hasta los equipos chicos han salido a buscar una forma de jugar atractiva. ¿Por qué? Porque la otra forma era dramática. Bueno, en el polo nos está pasando esto. Tenemos que salir a buscar una forma atractiva de jugar. –Y ahí sería otra historia. Claramente.

–Seguro. En todos los deportes, jugar en forma abierta es mucho más estético, agradable y divertido para el que mira. Estamos pensando mucho en los jugadores, en los caballos, en si se van a cansar, pero nos olvidamos del espectador. Y el espectador no es sólo el que mira: es el que después va a ser un sponsor, es el que luego dice voy a empezar a jugar al polo, es el que dice quiero que mi hijo juegue al polo, es el que recomienda venir a ver ésto. Hay que volver a empezar a pensar en el espectácul­o del polo. Si hacés un recital después del polo, ¡espectacul­ar! Más divertido. Ahora, si se nos durmieron en el partido, no llegan al recital... (risas). –De las reglas, hablaste de la del throw-in. ¿Y las otras?

–Pero lo que pasa es que yo no noté otra regla que haya cambiado. ¿Vos ves que cobren algo diferente? A mi me dicen “no hay bloqueos”, pero resulta que yo veo bloqueos. ¿No era que eso no valía? Si hay otra regla que cambiaron, yo no la estoy viendo. –Ustedes, con Chapaleufú, por estilo, por simpatía, jugaron con canchas llenas, o al menos con buena asistencia. ¿Qué te provoca ver tribunas vacías? –Cuando veo los videos, siento que lo que hemos logrado perder es la pasión. La gente vibraba, aplaudía, gritaba. Era hincha. Se ha enfriado todo. No sólo en cantidad, sino también en pasión. –¿El problema es cómo convocar a la gente o el espectácul­o en sí?

–Es el espectácul­o en sí. Pero si logramos abrir el juego, que sea más corrido y que se arriesgue más…Se han perdido las ganas de arriesgar. Chapaleufú era un equipo que arriesgaba. Salíamos a meter todos los goles posibles. No era un polo tan táctico. Hoy la táctica ha matado el espectácul­o. Y si el espectácul­o de arriba no es lo mejor que podemos presentar como embajadore­s del deporte, ¿qué hacemos con el resto? Tenemos que mejorar Palermo para que todo vaya mejor. Es como el país: llegamos a un punto muy malo. Ahora nos va a llevar un tiempo llegar a un punto muy bueno. Pero si no tomamos ninguna medida, acá nos quedamos. –El Abierto de Palermo pasó de 8 a 10 equipos. ¿Fue bueno, es útil, o no sirve?

–Los 10 equipos claramente no sirven. Pero ahora, ¿cómo hacen para sacarlos? Estuviste tres años discutiend­o que

querías 10 equipos y ahora no camina. Yo no creo que le guste ni a los que juegan, pero van a tener que seguir, por lo menos, el año que viene. Para algo se hizo el ranking. Y pensar en el otro año qué hacen, si juegan con 6, con 8 o con 10. Para mi lo mejor es seis equipos en la cancha 1 y seis en la cancha 2. Una Triple Corona A y una Triple Corona B. Todo igual. El que gana de la B va para arriba y el que pierde va para abajo. Es la única forma de hacerlo más divertido. –Y volviendo al tema de los caballos y su cantidad, es esencial.

–Sí, porque así como están las cosas, no tiene arreglo. Los equipos chicos hay tres partidos que no los juegan. Se tiran a buscar uno, o dos como máximo. El partido contra los buenos seguro que no. Contra el segundo, tal vez tampoco. El tercero lo piensan depende de cómo vayan. Se juegan mano a mano en los dos últimos. ¿Pero entonces, para qué vemos todo el Abierto? Están Chapaleufú, con La Esquina, La Albertina y La Dolfina Polo Ranch, concentrad­os en una final que se juega en el último fin de semana. ¿Para eso vimos Hurlingham? ¿Para eso vimos 72 partidos, para que estos equipos sólo piensen en jugar esos dos del final? Algo del sistema está mal indudablem­ente.Y volvemos al otro punto: nos olvidamos del espectador, que se está morfando cinco partidos en los que no sabe ni para qué va a Palermo. –¿Cuántos minutos habría jugado hoy tu yegua embelmátic­a, la Marsellesa?

–Depende de con quién arriba.

–El tema es si con los caballos se está exagerando su utilizació­n de tiempo reducido. Vos jugabas la Marsellesa los 7 minutos, dos chukkers enteros, y a veces un tercero. Ahora los juegan 3 minutos y medio. –El caballo es el mismo. Tiene 4 patas, nace en el campo, lo doman. Tomá un caballo de carrera: Secretaria. Hace 45 años batió todos los récords y ninguno lo superó. O sea, no hay mucha manera de mejorar la performanc­e de un crack. ¿Los de ahora son mejores? No. ¿Son peores? Tampoco. Ahora, si Chapaleufú se mete a jugar contra La Dolfina Polo Ranch, no sé si les podemos sacar la bocha. Con esa forma de jugar, no es tan fácil. Tienen una habilidad y una forma que no es estética, pero sí efectiva. La Marsellesa, en ese barullo, no se luciría. Antes los caballos se lucían más. Había más manera de verlos. Hoy podés ver a la Guillermin­a, de Nicolás Pieres, hacer una corrida. ¡Pero es una por chukker! Hace una corrida una yegua de Nero y decís “ésa es premio”. Lo que perjudica todo es la forma. Yo no sé si los jugadores quieren cambiar. Y si no quieren, los podés acribillar a reglas que igual van a encontrar un método para seguir. Salvo Alegría, Ellerstina y La Dolfina, para el resto de los equipos el antídoto es frenar el juego. Pero igual no les sale muy bien porque pierden por 20. Si te tocan dos equipos con buenas intencione­s, ves un buen partido. Como Yatay y Alegría: lo hicieron. Dependés de las intencione­s del equipo. La AAP tendría que bajar una línea, decir “Muchachos, no por ustedes, no por los caballos, sino por el espectácul­o. ¿Vamos a abrir el juego?”. Y si los caballos juegan todo el chukker, los tipos se ven obligados a jugar distinto. Al público le gusta ver correr a los caballos, la velocidad. –¿La TV en directo como infuyó? ¿Restó público?

–Hay gente para mirarlo en la cancha y para verlo por TV. Si me decís “voy a ver un partido más o menos”, me quedo en casa y lo sigo por televisión. Y si me aburro, cambio de canal. Pero si me divierte, voy a la cancha. Todos los grandes eventos tienen TV en directo y se siguen llenando: Augusta, Wimbledon. Explotan de gente. –¿La Dolfina va a seguir ganando?

–Va a seguir ganando, pero no sé si tan fácil. Ya perdieron en Hurlingham. El año pasado también. Que pierdan Palermo sería una sorpresa, pero ya no son cuatro ni cinco Triple Coronas seguidas. Ya no fueron. Perder en la semifinal de Hurlingham tal vez les sirva para ganar el Abierto, pero ya no tienen el halo de imbatibles. Van a tener que concentrar­se y jugar de verdad. El Abierto sí les da eso de focalizars­e bien y en ese marco, tiene todas las chanches. –¿Extrañás jugar en la 1 de Palermo?

–No. Si yo viera un polo divertido, quizás extrañaría. Ahora, vos me decís, ¿te querés meter a jugar ahí, ese polo? La verdad, no. Chapaleufú pasó, pero tiene algo especial porque nos sigue dando cosas. Te cruzás con gente que te dice “ustedes sí que jugaban bien, cómo los extrañamos”. Que te lo digan 15 años después, es mucho. Hicimos lo que teníamos que hacer. Y sin resultados, porque no ganamos tanto. Lo hicimos con la forma, el estilo. Y eso es lo que no se están dando cuenta los equipos de hoy.

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Horacito Heguy a pleno: “La forma de jugar que tienen los polistas ahora es poco vistosa”
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