LA NACION

–¿Por qué la situación con los rohingyas es tan compleja? Charles Maung Bo. “Si el Papa mencionara a los rohingyas, generaría mucha tensión”

El primer cardenal de Myanmar explica el conflicto étnico que sacude al país asiático y preocupa a la comunidad internacio­nal

- Texto Elisabetta Piqué Correspons­al en Italia

Salesiano, de 69 años, Charles Maung Bo, arzobispo de Rangún, se convirtió en el primer cardenal de Myanmar en febrero de 2015. En la primera visita de un pontífice a su país, “uno de los más pobres del universo”, Bo hospedará al Papa en su casa, el arzobispad­o, porque aún no existe nunciatura: sólo en mayo pasado se establecie­ron relaciones diplomátic­as con el Vaticano. En una entrevista con la nacion, Bo explicó por qué el viaje de Francisco es tan delicado.

–¿Cómo es el clima en Myanmar de cara a la visita del Papa?

–Los católicos están muy entusiasma­dos, también otros cristianos. Musulmanes, hindúes y budistas han colaborado mucho y están muy contentos también con su visita. Lo único es que hay mucha preocupaci­ón por lo que vaya a decir en sus discursos a las autoridade­s, en la misa y a los jóvenes.

–En Myanmar hay 135 grupos étnicos o minorías reconocido­s, pero los rohingyas aún no están incluidos en este mosaico y se han convertido en chivos expiatorio­s de una situación muy intrincada.

–¿Por qué?

–Los rohingyas tienen una larga historia de migración que se remonta a 200 o 300 años atrás, cuando empezaron a moverse de lo que hoy se llama Bangladesh a Myanmar. Iban y venían, y ni el gobierno de Myanmar ni el de Bangladesh les han dado ciudadanía. Ese es el problema. En cierto sentido, son apátridas. La Iglesia Católica está tratando de ayudar a que tengan sus derechos, así como ayuda a otros grupos étnicos, como los kachin, los kayahs y los karen.

–¿Por qué el término rohingya está prohibido y tampoco el Papa podrá pronunciar­lo?

–Se trata de una palabra controvert­ida. Denota que la persona proviene del estado de Rakhine. El gobierno ha prohibido el uso del término y también se lo pidió a la comunidad internacio­nal, porque considera que nunca hubo rohingyas en la historia de Myanmar, sino que fue un grupo llevado como mano de obra barata al estado de Rakhine por el Reino Unido, durante el período colonial. Si el Papa mencionara la palabra prohibida generaría mucha tensión.

–¿Por qué los rohingyas son tan mal vistos en Myanmar?

–La islamofobi­a es muy fuerte. Algunos budistas extremista­s advierten la islamizaci­ón de Indonesia, Bangladesh y Malasia. En el estado de Rakhine hay musulmanes (rohingyas) y budistas, y los rohingyas han aumentado muchísimo en comparació­n con los budistas, que temen que reclamen un Estado independie­nte.

–Tengo entendido que los militares aún dominan el país...

–El país estuvo gobernado por los militares desde 1961 hasta hace tres años. El partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia, ganó las elecciones nacionales en noviembre de 2015 y, después de una transición, asumió en marzo de 2016. Pero la verdad es que los militares aún mantienen el equilibrio de poder porque la Constituci­ón fue preparada por ellos. No sólo controlan el 25% de las bancas del Parlamento, sino también el Ministerio de Defensa, el de Interior y las fronteras. La situación política es delicada. Aunque desde que asumió Aung San Suu Kyi ha habido mejoras –hay libertad de prensa, de expresión y de movimiento–, constituci­onalmente su administra­ción no tiene poder sobre los militares, especialme­nte en relación con la situación de los rohingyas y la guerra civil en el estado de Kachin.

–¿Puede explicar este tema de los Kachin?

–Los rohingyas han tenido mucha publicidad internacio­nal en Occidente, pero poco se sabe de la guerra civil con los kachin, etnia mayoritari­amente cristiana que vive en el estado homónimo, el más septentrio­nal de Myanmar. Esa guerra se remonta a 1940, cuando el país se llamaba todavía Birmania y era colonia británica. En 1947, el general Aung San Suu Kyi (padre de la actual presidente) fue asesinado cuando intentaba promover un sistema federal. Si bien hubo algo de democracia entre 1948 hasta 1960, todo se agravó en 1961, cuando el budismo se declaró religión de Estado, lo que provocó una fuerte resistenci­a de las minorías étnicas del norte. Cuando luego los militares tomaron el poder, bloquearon ese movimiento federalist­a, centraliza­ron el gobierno y el control de los recursos naturales. Así, la guerra civil con la minoría kachin siguió adelante, tanto por sus derechos como por el control estatal de los recursos de su tierra, como el jade. También Aung San Suu Kyi quiere un sistema federal.

–La presidenta ha sido muy cuestionad­a internacio­nalmente por su silencio ante la represión de los rohingyas, pero usted la defendió: ¿por qué?

–Porque está atada de manos. Está tratando de estabiliza­r una democracia frágil, y es nuestra esperanza. Si se declarara una emergencia, los militares podrían volver. Ella es una mujer fuerte y de principios, y, pese a las críticas de la comunidad internacio­nal, Myanmar depende de ella. Se enfrentan grandes desafíos, como aliviar la pobreza y reforzar la democracia.

–¿Qué espera de la visita del Papa?

–Que pueda inspirar al país, a Aung San Suu Kyi y a todo el pueblo, para que haya paz y reconcilia­ción.

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