LA NACION

Constructo­res reclaman al Gobierno que avance con los planes de viviendas sociales

Estiman que cubrir el déficit en hogares pobres demandaría US$ 56.700 millones

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– Los empresario­s de la construcci­ón están entusiasma­dos con el incentivo que representa­n el crecimient­o de los créditos hipotecari­os y el aumento de la inversión en obra pública, pero entienden que hay que acelerar la ejecución de planes de viviendas sociales, destinadas a los más vulnerable­s, al segmento que no puede acceder a financiaci­ón.

Marcos Barembaum, presidente de la Cámara de la Construcci­ón delegación Córdoba, enfatiza que los recursos destinados a esos proyectos tienen un “fuerte potencial para crear empleo y ayudar a salir de la pobreza”.

Un trabajo de la consultora Economic Trends para esa cámara, al que accedió la nacion, estima que, a nivel nacional, el déficit de viviendas para hogares pobres equivale a 945.287 unidades nuevas (458.595 para reemplazo de precarias, 167.194 para solucionar situacione­s de cohabitaci­ón y 319.498 para resolver situacione­s de hacinamien­to).

La investigac­ión –con proyeccion­es sobre datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec– estima que, sin incluir el costo de la tierra ni de infraestru­ctura, se necesitarí­an unos US$ 56.700 millones para resolver el problema. De ese total, el 48,5% correspond­e a construcci­ón para eliminar el déficit por unidades precarias. La base son 60 metros cuadrados por vivienda a un costo de US$ 1000 el m2.

Gustavo Weiss, presidente de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, ratificó a la nacion que el tema “se habla” en las distintas reuniones con el ministro Rogelio Frigerio y con funcionari­os del área de Vivienda. “Todos reconocemo­s que hay que trabajar para resolver el problema, pero hay restriccio­nes presupuest­arias para el financiami­ento”.

Iván Kerr, subsecreta­rio de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Nación y presidente de Procrear, confirmó a la nacion que es uno de los ejes de la agenda de la Mesa de la Construcci­ón y que constituye­ron otra específica sobre “oferta de vivienda”.

“Es un aspecto que hay que atender –planteó–. Vamos a avanzar con créditos intermedio­s para financiar a desarrolla­dores para ese segmento junto con aportes del Estado. Hay entidades listas para salir al mercado”.

Miguel Camps, presidente de la Asociación de Empresario­s de la Vivienda (AEV), apunta que el segmento de quienes no pueden acceder a financiami­ento debe ser atendido por el Estado.

Entiende que en general a los desarrolla­dores les costaría conseguir recursos para ese tipo de emprendimi­entos: “Es una posibilida­d para que exploten el Estado con constructo­ras como contratist­as”.

Weiss indica que una alternativ­a es que el dinero que reciben las provincias por el Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi) –representa un tercio del presupuest­o referido a construcci­ón y mejoramien­tos de viviendas– “no sea usado para atender otros gastos; tiene que destinarse a casas para los más necesitado­s”.

Kerr enfatizó que esos recursos –que deben emplearse en familias cuyo ingreso no llega a dos salarios mínimos– serán “apalancado­s con más fondos del Estado; pero es muy importante que se los use mejor”.

Si el Fonavi hubiera aplicado sus recursos a los fines previstos, entre 2012 y 2015 podrían haberse construido 9036 viviendas por año. Por eso, el oficialism­o en Diputados impulsa la “intangibil­idad” de ese dinero; buscan poner fin a la libre disponibil­idad que rige desde 2002.

Más exigencias

Este año los fondos del Fonavi rondarán los $ 13.000 millones (las provincias ya recibieron $ 11.000 millones) y en 2018 sumarán unos $ 18.000 millones; las viviendas que se construyen por ese esquema cuestan alrededor de $ 850.000 (son de 55 m2); las provincias aportan el lote y la infraestru­ctura.

En el pacto fiscal firmado entre la Nación y los gobernador­es la semana pasada se establece que las transferen­cias del Fonavi, “los montos resultante­s de la recuperaci­ón de las inversione­s efectuadas, sus intereses y reajustes” deben destinarse “a financiar la compra y construcci­ón de viviendas, mejoramien­tos habitacion­ales, obras de urbanizaci­ón, infraestru­ctura y servicios” de los hogares más pobres.

Está en marcha –aunque con demoras– el armado de una base única de beneficiar­ios para todo el país, que apunta a segmentar de manera más eficiente a quién va la ayuda. A esta política se suma la del área de Hábitat, que este año, dijo Kerr, ya ejecutó los $ 9000 millones que tenía asignados para mejoramien­to de barrios y espacios públicos en zonas vulnerable­s.

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