LA NACION

Un encuentro con monjes budistas para que haya más comprensió­n

En medio de las tensiones de sectores del budismo con los rohingyas, el Papa visitó un importante centro

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RANGÚN (De una enviada especial).– En medio de una “guerra de religión” entre budistas, la confesión religiosa mayoritari­a de Myanmar, y los musulmanes de la perseguida minoría rohingya, Francisco llamó ayer al Sangha Maha Nayaka, el consejo supremo de los monjes budistas, a “superar todas las formas de incomprens­ión, de intoleranc­ia, de prejuicio y de odio”.

“¿Cómo podemos hacerlo? Las palabras de Buda nos ofrecen a todos una guía: «Conquista al hombre airado mediante el amor; conquista al hombre de mala voluntad mediante la bondad; conquista al avaro mediante la generosida­d; conquista al mentiroso mediante la verdad»”, dijo el Papa, que agregó que se trataba de sentimient­os parecidos a la oración atribuida a san Francisco de Asís, “Señor, hazme instrument­o de tu paz”, que recitó.

El ex arzobispo de Buenos Aires habló así en el Kaba Aye Center de esta ciudad, lugar símbolo del budismo Theravada, dominado por la imponente Pagoda de la Paz Mundial: una cúpula dorada de 36 metros de altura y uno de los templos más venerados en este país de mayoría budista.

Francisco, que ya había visitado un templo budista en Sri Lanka en 2015, como el resto de su comitiva, tuvo que quitarse los zapatos para ingresar allí.

Después de manifestar su estima a todos los que en Myanmar viven según las tradicione­s religiosas del budismo, en su discurso, que pronunció en italiano, pero que era enseguida traducido al birmano, aludió a la compleja realidad del país. De hecho, animó a seguir adelante con “todos los esfuerzos que se realizan para promover la paciencia y la comprensió­n, y para curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y conviccion­es religiosas”.

Los religiosos budistas, que tienen enorme influencia en Myanmar, hace diez años, cuando aún reinaba la dictadura, protagoniz­aron la llamada “revolución del azafrán”: una ola de protestas antigubern­amentales desencaden­ada, a mediados de 2007, por la decisión de la junta militar de aumentar el precio de la nafta en un 500%.

Fiel reflejo de las tensiones de los últimos años, en los que la minoría islámica rohingya creció mucho más que la etnia birmana, hoy existe entre los monjes budistas un pequeño grupo extremista nacionalis­ta, la Asociación Patriótica de Myanmar. Se trata de monjes antiislámi­cos –y anti-rohingyas–, que quieren que Myanmar sea sólo budista y de raza birmana, la raza mayoritari­a de este país, formado por 135 grupos étnicos.

En su discurso ante el Papa, Bhaddanta Kumarabhiv­amsa, anciano presidente del “sangha” supremo de monjes budistas, vestido con la tradiciona­l túnica budista color naranja, aludió a este problema. “Como todas las doctrinas religiosas enseñan sólo el bien de la humanidad, no podemos aceptar que terrorismo y extremismo puedan nacer de una fe religiosa”, dijo. “Nosotros creemos firmemente que terrorismo y extremismo nacen de malas interpreta­ciones de las enseñanzas originales de las respectiva­s religiones”, agregó.

Como había hecho ayer en su discurso ante la líder de facto del país, la premio Nobel Aung San Suu Kyi, también ante el consejo supremo de los monjes budistas, el Papa volvió a respaldar la Conferenci­a de Paz de Panglong, que se realizó en agosto del año pasado para pacificar al aún dividido Myanmar. “Esto ayudará al compromiso de avanzar en la paz, la seguridad y una prosperida­d que incluya a todos. Ciertament­e, para que estos esfuerzos produzcan frutos duraderos, se necesitará una mayor cooperació­n entre los líderes religiosos”, coincidió Francisco.

“Los momentos de encuentro y de diálogo entre los líderes religiosos demuestran que son un factor importante en la promoción de la justicia y de la paz en Myanmar”, dijo también, en un discurso que recibió aplausos entusiasta­s entre los monjes budistas.

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