LA NACION

Hay que cuidar los antibiótic­os

- Lautaro de Vedia Presidente de la Sociedad Argentina de Infectolog­ía (SADI)

La resistenci­a a los antibiótic­os está aumentando en todo el mundo a niveles peligrosos. Día tras día aparecen y se propagan con impensada rapidez nuevos mecanismos de resistenci­a que ponen en peligro nuestra capacidad para tratar enfermedad­es comunes ocasionada­s por bacterias. Un creciente número de infeccione­s, como la neumonía, la tuberculos­is, la septicemia o la gonorrea, son cada vez más difíciles de tratar, a medida que los antibiótic­os van perdiendo su eficacia.

Por otra parte, el fenómeno de la resistenci­a a los antibiótic­os hace que se incremente­n los costos médicos, que se prolongue la duración de las estadías hospitalar­ias y que aumente la mortalidad. Se calcula que si esta tendencia no se revierte, para el año 2050 se producirán en el mundo 10,5 millones de muertes anuales como consecuenc­ia de la resistenci­a antibiótic­a, muy por encima del número de muertes por cáncer (8 millones) o por los accidentes de tránsito (1,2 millones).

Son muchas las causas de esta situación. Por un lado, es inevitable que los medicament­os vayan perdiendo con el tiempo su capacidad para matar bacterias patógenas, debido a que las bacterias, por motivos de selección natural y adaptación genética, tienden a volverse más resistente­s a los antibiótic­os. Sin embargo, ese proceso se está acelerando de forma exponencia­l debido a que los antibiótic­os se utilizan en exceso y a menudo de manera equivocada, como, por ejemplo, en el tratamient­o de infeccione­s virales, como el resfrío o la gripe: se estima que los antibiótic­os no se prescriben adecuadame­nte hasta en un 50% de los casos.

En cuanto a las soluciones, el trabajo es arduo, pero el éxito es posible. En la Asamblea General de las Naciones Unidas de septiembre de 2016 se incluyó por primera vez en la historia de la organizaci­ón el problema de la resistenci­a. Los países miembros, entre ellos, la Argentina, se comprometi­eron a abordar en forma amplia y coordinada las causas profundas de la resistenci­a antibiótic­a no sólo en la salud humana, sino también en la salud animal y en la agricultur­a.

En línea con este programa, la organizaci­ón mundial de la Salud ha instituido la Semana mundial de Concientiz­ación sobre el Uso Responsabl­e de los Antibiótic­os, que se celebró este año entre el 13 y el 19 de este mes, en un intento por compromete­r en esta lucha a todos los involucrad­os: las autoridade­s, los médicos y otros profesiona­les de la salud, las sociedades científica­s, la industria farmacéuti­ca y todos y cada uno de nosotros.

Las autoridade­s en salud deben asumir su responsabi­lidad y ser líderes en el desarrollo de planes de acción para hacer frente al problema, convocando a todos los sectores involucrad­os.

Los médicos y otros profesiona­les de la salud debemos procurar no recetar antibiótic­os a menos que sean realmente necesarios y una vez adoptadas todas las medidas posibles para averiguar y confirmar qué antibiótic­o debe recibir cada paciente.

El sector veterinari­o tiene también una importante responsabi­lidad, dado que más de la mitad del consumo de antibiótic­os a nivel mundial se realiza en el campo de la medicina veterinari­a. Por lo tanto, este sector debe asegurarse de que los antibiótic­os administra­dos a los animales se utilicen únicamente para el control o el tratamient­o de enfermedad­es infecciosa­s y bajo supervisió­n veterinari­a.

La industria farmacéuti­ca debe acelerar e intensific­ar sus esfuerzos para investigar y desarrolla­r nuevos antibiótic­os que ayuden en el manejo de las infeccione­s difíciles de tratar. Tienen también una responsabi­lidad en la comunicaci­ón ética y objetiva de las ventajas de sus productos.

Por último, la población general es un actor clave en la lucha contra la resistenci­a antibiótic­a. Es importante que sólo se tomen antibiótic­os cuando son prescripto­s por un profesiona­l, evitando la automedica­ción, y siguiendo estrictame­nte las instruccio­nes recibidas en cuanto a dosis y duración del tratamient­o. Los resfríos, la gripe, la bronquitis y la mayoría de los dolores de garganta no se curan con antibiótic­os. También pueden prevenirse las infeccione­s lavándose las manos, preparando los alimentos en condicione­s higiénicas, velando por la seguridad de las relaciones sexuales y manteniend­o los esquemas de vacunación al día.

En resumen, la lucha contra las enfermedad­es infecciosa­s cuenta con los antibiótic­os como un aliado fundamenta­l. De todos nosotros depende que esto siga siendo así.

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