LA NACION

Otro Gigliotti

“Necesitaba un partido así, pero no es una revancha de nada”, dijo el goleador de Independie­nte

- Jonathan Wiktor

Los psicólogos suelen llamar resilienci­a a la capacidad de una persona para adaptarse de manera positiva a situacione­s adversas. Emmanuel Gigliotti entendió que ese tenía que ser su camino luego de la noche del 27 de noviembre de 2014, cuando Marcelo Barovero, en un superclási­co incrustado en las semifinale­s de la Copa Sudamerica­na, le atajó un penal y marcó su carrera para siempre. El delantero, hostigado por los hinchas de Boca que no le perdonaron un error, se fue a China. Cambió de cultura para ver si podía rehacer su carrera.

Después de casi dos años en un país en el que el nivel futbolísti­co estaba lejos de lo que buscaba, en febrero eligió volver a la Argentina. Lo tentaba la posibilida­d de recuperar el vértigo. Ariel Holan, en Avellaneda, a 18.500 kilómetros de la ciudad de Chongqing, sabía que podía reparar el instinto goleador de un futbolista que se había alejado del ruido. Lo que no sabía era que los primeros pasos desatarían la desconfian­za general y que recién se ganaría el puesto de manera categórica anteayer, tras anotarle dos goles a Libertad, de Paraguay, que significar­on la clasificac­ión del Rojo a la final de la Sudamerica­na. Para Gigliotti fue el inicio de un nuevo capítulo en su vida.

El Puma, de 30 años, pagó caro sus dos temporadas en China. Volver a adaptarse al fútbol argentino le llevó tiempo, incluso más de lo esperado. Su revancha quedó postergada durante varios meses. Los hinchas lo miraron de costado. Mientras el equipo de Holan empezaba a funcionar en la mayoría de sus líneas de juego, el centro del ataque no estaba a la altura de las circunstan­cias. Independie­nte, hasta el mes pasado, se atascaba en la zona más alta. El entrenador dio señales del inconvenie­nte al rotar con frecuencia: Gigliotti, Leandro Fernández y Lucas Albertengo se fueron repartiend­o el territorio. Jugaron juntos, separados, pero no había manera: el Nº 9 no aparecía.

El arranque del ex Boca en la Copa Sudamerica­na de este año fue turbulento. En el partido de ida de la primera fase, ante Alianza Lima de Perú, al delantero le atajaron un penal y su equipo, en el Libertador­es de América, empató 0 a 0. Fue una copia casi exacta de aquella ejecución que le había detenido Barovero. Hasta el buzo verde del arquero, Leao Butrón, se repitió. No había peor manera de comenzar: no sólo no pudo borrar el recuerdo de 2014, sino que los fantasmas reaparecie­ron.

Los inconvenie­ntes se intensific­aron cuando una hernia inguinal y una pubialgia llevaron a Gigliotti al quirófano. El 5 de julio fue operado para frenar el dolor. Ya arrastraba algunas semanas sin jugar. Su recuperaci­ón se extendió hasta el primero de septiembre, cuando, en un amistoso con San Lorenzo, participó algunos minutos. Además de los partidos de la Superliga, se perdió dos llaves de la Copa: la segunda, ante Deportes Iquique, de Chile, y el duelo de ida de los octavos de final frente a Atlético de Tucumán. El primer indicio de que había encontrado su nivel fue en la vuelta con Nacional de Paraguay, en cuartos: en una serie que estaba a punto de resolverse, anotó el 2-0 definitivo, la daga. Su cuerpo respondía en tiempo y forma a lo que ordenaba su cerebro. Se había despertado su olfato de elefante africano.

“Con Libertad -dijo Gigliotti– me sentí muy bien. Ya hace un mes que me doy cuenta de que estoy mejor. La continuida­d es fundamenta­l, es lo que mejor te pone”. Y siguió: “Necesitaba un partido así. Jugamos ante un equipo al que casi no le habían convertido en la Copa y nosotros le hicimos tres goles”. Cuando fue consultado sobre si había cerrado la herida del penal ante River, reconoció: “Esto no es una revancha de nada. Lo otro es pasado y ya está. Lo que importa es lo que viene”.

Pero Gigliotti, que el martes fue el mejor de la cancha, pudo haber sido suplente ante Libertad. Holan eligió darle la titularida­d incluso luego de la gran actuación de Leandro Fernández en el clásico con Racing, autor del gol del triunfo. Fue una apuesta que funcionó: aunque la opinión pública pedía a Fernández, el DT se inclinó por el ex Boca, quien, con su último doblete, dio el salto que buscaba. “Holan -contóestá convencido de una idea y nos la transmite. La gente de Independie­nte se siente identifica­da con lo que hacemos y eso es muy importante para el grupo”.

Gigliotti, con siete goles en 25 partidos con la camiseta de Independie­nte, se ganó el derecho a la titularida­d anteayer, en una noche inolvidabl­e. El miércoles, ante Flamengo o Junior, en la primera final, será el Nº 9 de un equipo que buscará meterse en la historia. Y nadie lo pondrá en duda.

“Esto no Es rEVancha dE nada; Lo quE iMporta Es Lo quE ViEnE”. EmmanuEl GiGliotti dElantEro dE indEPEndiE­ntE

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