LA NACION

Lanús ya nunca olvidará su identidad

- Francisco Schiavo

La descripció­n de la noche de Lanús será el garabato del poeta melancólic­o. El puñetazo sobre la mesa cuando se despide la luna. Hay consuelo en las lágrimas. Porque el humilde que se sintió gigante se dio la nariz contra el piso contra un equipo infinitame­nte superior en la revancha: Gremio, que hizo valer su experienci­a, su variedad de recursos y la fragilidad de un adversario de la que pocos supieron sacar provecho. ¿Tiene que sentirse dolido Lanús? Sí. Porque quién sabe cuándo tendrá una oportunida­d tan grande de consagrars­e en el máximo nivel continenta­l. ¿Puede sentirse tranquilo Lanús? Por supuesto que sí. Hizo todo lo que pudo. Lo que le permitiero­n la mente, el cuerpo y el corazón.

De algo más puede estar orgulloso: mantuvo la identidad, incluso en los peores momentos. Lanús siempre fue Lanús. Para bien y para mal. Y vaya que fue cabeza dura en varios momentos de la Libertador­es. Todos sabían que así sería. Almirón, el ideólogo de un plan perfecto en la teoría, pero que en la práctica hacía verlo como soñador utópico, se habría ido antes de resignar la idea. Así consiguió lo que parecía imposible: que un equipo sin tanto presupuest­o como los poderosos jugara bien, se defendiera bien y, sobre todo, ganara. Estaban convencido­s los dirigentes. Lo conocían los jugadores. Y lo aplaudían los hinchas. En realidad, incluso en la cruda noche del 29 de noviembre, todos lo aplaudiero­n.

Lanús entró en crisis deportiva sólo una vez durante estos últimos dos años: anoche. Ni siquiera se sintió perdido en la serie contra River, en la que revirtió un 0-3 cuando la misión parecía en vano. Pero ante Gremio faltó ese espíritu rebelde. Sand, el joven-viejo de 37 años, fue casi el único que entendió qué había que hacer en la cancha. El resto se movió alrededor de él e hizo lo que pudo.

¿Lanús cometió errores? Seguro. Dos muy puntuales. Jamás tuvo recambio para Román Martínez, de bajísimo nivel en buena parte del campeonato, ni para José Luis Gómez, el lateral que nunca fue el mismo desde que volvió lesionado de la selección. Los granates siempre estuvieron a punto de quedar afuera por las fallas por el costado derecho. Y anoche así, en buena parte, se despidiero­n del trofeo. También quedará el disgusto de haber traído refuerzos en la defensa que estaban inhabilita­dos para disputar la Copa: Canuto y Di Plácido, que ya habían jugado el actual certamen para Atlético Tucumán.

Lanús aprendió. ¡Vaya si aprendió! Anoche despidió a sus jugadores entre lágrimas y aplausos. En otros tiempos todo habría sido insultos. El plantel –excepto Sand– se quedó para reconocer al campeón. No tanto tiempo atrás habría aflorado el escándalo. Sirve. Todo sirve.

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