tras la gloria esquiva, afronta un futuro que invita a hacer cálculos
Lanús vivió el cierre de su ciclo internacional más exitoso y ahora prevé dejar ir a varias figuras y hasta a su director técnico, para evitar que las cuentas del club se tiñan de rojo
Alcanzar la cúspide de América habría sido maravilloso. Ni qué decir de ganarse un asiento ante la mesa de los reyes continentales en el Mundial de Clubes, a la par de Real Madrid. Pero el porvenir, ya fuera en situación de gloria o en contexto perdedor, estaba marcado. La cuestión es clara: cómo subsistir si la tesorería se ha teñido de rojo.
“Hay que bajar el presupuesto”, dio la orden Nicolás Russo, el presidente de Lanús. El escenario no admite dobles lecturas, más allá de lo que ofrece el calendario futbolero de diciembre: hay aroma de fin de ciclo. Tal vez, el ciclo más brillante de la historia granate, potenciado –y no manchado– por una final de Copa Libertadores que terminó haciendo más alegre a Porto Alegre y causando suspiros en las proximidades de la avenida Pavón.
Ya nada será igual en Guidi y Arias. Sin Abu Dhabi a la vista, seguramente ya comenzó a escribirse la última página de la leyenda de Jorge Almirón como conductor. Empezará el operativo de salida de algunas figuras. Se sabrá, con los días, qué será de la vida de los caudillos. Puede transformarse todo: de arriba hacia abajo, casi no hay rostros garantizados para 2018. “En los últimos años, más allá de los logros del fútbol, nos tocó tomar decisiones complicadas, como vender la plaza de la Liga Nacional de básquetbol y ajustar el presupuesto del fútbol
profesional, en el que, por suerte, salimos campeones. Desde la tesorería se hizo un trabajo tremendo para achicar costos. Todos los integrantes de esta comisión directiva y muchas personas hicieron un esfuerzo descomunal. Los resultados están a la vista”, asegura Russo, que un año atrás celebraba un balance de 34 millones de pesos de superávit.
Del barrio al continente: aunque inolvidable, la aventura resultó costosa. “Cada club debe cumplir su presupuesto y saldar las deudas”, insiste el directivo, con cierta lógica de escritorio, más allá del ritmo del corazón. La primera salida, más allá de diciembre, sería la del entrenador. “Hay que esperar que empiece el receso, a mediados de diciembre, para evaluar qué decisión voy a tomar. Tengo contrato hasta junio de 2018, pero mi continuidad no depende de un resultado, sino de lo que piense la dirigencia a futuro. Y de cuáles serán los objetivos para el año próximo, si se serán vendidos muchos jugadores y si llegarán refuerzos”, reflexiona Jorge Almirón, que, sin embargo, ya conoce la respuesta.
El Negro se reinventó en Lanús, con una fórmula exitosa: táctica y audacia. Después del paso deslucido en Independiente y antes de su –tal vez– arribo a San Lorenzo. “Yo no lo veo dirigiendo ahí. Ya vinieron a buscarlo para dirigir en Europa, su futuro debe estar ahí. Es el mejor director técnico del fútbol argentino: les sacó jugo a las piedras, potenció al plantel y rechazó ofertas grandes para quedarse hasta el final de la copa”, interviene Russo, que ya tiene el reemplazante: Ezequiel Carboni, un hombre de la casa.
Sabe Almirón que se pondrá en marcha, más allá de diciembre, un recorte estructural. Lógico en una institución que no suele escribir con lápiz rojo. “Lo fundamental será conocer los propósitos del club, porque entiendo que sin objetivos altos no habría motivación para continuar, al margen de que siempre me sentí muy cómodo con toda la gente de Lanús”, rubrica. Tiempo atrás, Lanús se reconstruyó luego de las exportaciones del triángulo paraguayo: Miguel Almirón (8.500.000 dólares, a Atlanta United), Gustavo Gómez (8.000.000 de euros, a Milan) y Víctor Ayala (2.000.000 de dólares, a Al Nassr, de Arabia Saudita). Ahora, sin embargo, luego de la proyección internacional, la puerta de salida será mayor.
PSV Eindhoven, de Holanda, le sigue los pasos a José Luis Gómez. San Pablo está pendiente de Alejandro Silva. “Después de la copa voy a definir mi futuro”, se adelantó, días atrás, Iván Marcone. El defensor, el delantero y el volante están en el túnel: son los primeros que podrían emigrar. Detrás hay otros casos: Pepe Sand, el artillero, y Maximiliano Velázquez, el capitán, tienen 37 años. Son símbolos del club y, lógicamente, tienen el crédito suficiente como para resolver cómo construir su futuro, en la etapa descendente de sus carreras. El vencimiento de los contratos de Román Martínez, el cerebro sobre el césped, y Germán Denis, el gol en el banco de suplentes, será otro de los asuntos por resolver en los próximos días. Lo mismo sucede con el arco. Ya no hay espacio para los tres guardavallas de hoy: Esteban Andrada, el titular, Fernando Monetti, el suplente, y Matías Ibáñez, que se recupera de la operación de los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda. Además, pide pista Iván Leschuk, un mediapunta, de 20 años; enemistado con Rolando Schiavi, abandonó a Boca y aterrizó en la Fortaleza.
Entre tantas probables ausencias permanece una certeza: Lautaro Acosta. El pícaro delantero (“va a ser presidente de Lanús”, repite Russo) se siente como en casa. Más de una vez, habló con el corazón: “Acá me quedo a vivir. En ningún otro lugar puedo ser tan feliz”. Una felicidad que sobrevive, por supuesto, a una derrota en una final de Libertadores.