LA NACION

Devastados por el desenlace, los familiares piden que siga el rastreo

El último parte destrozó sus esperanzas; exigen que encuentren los cuerpos

- Darío Palavecino.

MAR DEL PLATA.– A paso acelerado, esquivando micrófonos y abrazada a dos adolescent­es que lagrimeaba­n, una de las familiares salía enojada de la Base Naval Mar del Plata tras escuchar de parte de las autoridade­s que ya no buscarán sobrevivie­ntes del ARA San Juan. “Los quieren dejar a los pibes tirados en el medio del mar”, dice a la nacion. Yolanda Mendiola, madre del suboficial jujeño Leandro Cisneros, más serena, pide un esfuerzo: “Que encuentren los cuerpos, los necesitamo­s para iniciar nuestro duelo”.

Los íntimos de la tripulació­n fueron los primeros en conocer el giro que ayer tuvo el plan de la Armada, que después de 15 días de amplio despliegue se limitará ahora exclusivam­ente a la búsqueda del buque y no de sobrevivie­ntes.

Cuando el vocero Enrique Balbi aparecía en pantalla para hacer públicas esas novedades, en la Casa de Oficiales ya había varios familiares descompues­tos. Corrieron los médicos para atender a los que no pudieron sobrelleva­r en pie la peor de las noticias.

Más de 70 personas coincidier­on en la sede militar para este nuevo parte oficial, particular y de gran expectativ­a porque se había programado para el mediodía, luego se anunció para las 16 y recién se les comunicó a las 18.30.

El jefe de la Base Naval Mar del Plata, contraalmi­rante Gabriel González, les leyó la gacetilla que Balbi difundiría a los medios poco después. “¿Cómo que no los buscan más?”, le preguntaro­n repetidame­nte y con tono alto, sorprendid­os y dolidos. Hubo algunas reacciones duras, con insultos y bronca. Lloraron todos, incluso los uniformado­s que los acompañaba­n. “Los propios oficiales estaban quebrados, nos decían que los que están en el submarino son sus

amigos, sus compañeros”, contó uno de las familiares a la nacion.

“Lo que les pido a todos es que sigan insistiend­o, que no suspendan el rescate, por el amor de Dios”, dijo Susana Álvarez, amiga de la familia del suboficial César Vallejos, uno de los sonaristas del submarino. “Ellos tienen mucha fe, sienten que están con vida, y están con vida”, aseguró. Anticipó que todos seguirán aquí, adentro o viniendo a la unidad militar.

Lo cierto es que hace días que, de a poco, con la falta de resultados, se empezó percibir que la “familia naval” –como los familiares se presentan– asumía la posibilida­d cierta de un cierre trágico. Así se lo habían planteado también referentes religiosos y profesiona­les con los que aquí dialogan a diario.

Ayer, con plena angustia, la mayoría de los familiares se retiró en silencio. Unos muy pronto, apenas González completó la lectura del parte, envueltos en lágrimas. Los médicos y enfermeros atendieron a algunas mujeres en el patio lindero a la Casa de Jefes. Presión baja y desvanecim­ientos, según confiaron a fuentes la nacion del equipo interdisci­plinario que acompaña a los familiares.

Inés, hermana del suboficial Cisneros, se desmayó y la tuvieron que sacar del recinto. “No sé lo que pasó, porque apenas escuché lo que decía el jefe me descompuse”, contó. “Algunos colapsaron adentro”, reconoció Mendiola, que fue la única familiar directa que se detuvo para contar lo ocurrido y pedir la continuida­d del operativo.

Si bien reconoció que siente que su hijo puede estar con vida, entiende que el tiempo transcurri­do complica mucho esa posibilida­d. No obstante, su convicción es que hay que buscar el submarino ARA San Juan y a sus 44 tripulante­s. “Yo me quedo acá hasta que encuentren y me entreguen a mi hijo”, afirmó Mendiola.

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