LA NACION

En Bangladesh, el Papa llamó al mundo a asistir a los rohingyas

Apenas llegado, pidió la ayuda a ese país, que recibió a 600.000 personas de esa minoría islámica de Myanmar

- Elisabetta Piqué ENVIADA ESPECIAL

DACCA.– Si en Myanmar evitó mencionar a los “rohingyas”, palabra prohibida en ese país, al llegar ayer al vecino Bangladesh Francisco habló en forma directa de su drama.

En su primer discurso en este país de 160 millones de habitantes en un territorio que es un tercio de Myanmar, de hecho, agradeció a Bangladesh por haber recibido desde agosto pasado a más de 600.000 miembros de esta minoría islámica. Sin pronunciar el término, denunció el hacinamien­to de “tantos de nuestros hermanos y hermanas” en campos de refugiados y lanzó un fuerte llamado a la comunidad internacio­nal “para que ofrezca asistencia material inmediata a Bangladesh”, uno de los países más pobres del sudeste asiático.

“En los últimos meses, el espíritu de generosida­d y solidarida­d, que es un signo distintivo de la sociedad de Bangladesh, se ha manifestad­o con más fuerza en el impulso humanitari­o con el que han atendido a los refugiados llegados en masa del estado de Rakhine, dándoles refugio temporal y lo necesario para la vida”, dijo, recién llegado a esta nación de mayoría musulmana, ante autoridade­s políticas y miembros de la sociedad civil y el cuerpo diplomátic­o, en el Palacio Presidenci­al de Bangababha­n, espectacul­ar edificio de principios del siglo XX, construido en estilo

moghul, mezcla de arquitectu­ra islámica e hindú

Francisco elogió la acogida de Bangladesh a los refugiados, “que se ha realizado con no poco sacrificio, como todo el mundo ha podido contemplar”. “Es necesario que la comunidad internacio­nal tome medidas decisivas para hacer frente a esta grave crisis, no sólo trabajando para resolver los problemas políticos que han provocado el desplazami­ento masivo de personas, sino también ofreciendo asistencia material inmediata a Bangladesh”, urgió.

A su turno hizo lo mismo el presidente bengalí, Abdul Hamid, que sí nombró a los rohingyas, denunciand­o las “atrocidade­s inhumanas” cometidas en su contra por el ejército de Myanmar. Hamid reclamó, además, su “retorno digno y sostenible a su hogar ancestral”, en Rakhine. Y elogió al Papa por “la loable postura adoptada en favor de los sufridos rohingyas y su apasionada voz en contra de tal brutalidad”.

Más allá de su directa referencia al drama, Francisco aseguró en su discurso que llegó a este país siguiendo los pasos de sus predecesor­es, Pablo VI (que vino en 1970, cuando Bangladesh era aún Paquistán oriental), y Juan Pablo II (1986). Y que su visita, hasta el sábado, está dirigida principalm­ente a la comunidad católica, de 375.000 fieles.

Destacó, sin embargo, la importanci­a que tendrá hoy su encuentro con líderes de otras religiones, en el que se espera la presencia de un pequeño grupo de rohingyas.

En este marco recordó que después del atentado terrorista del 1º de julio del año pasado en un café de Dacca –en el que murieron 20 personas–, hubo una “reacción unánime de indignació­n”. Entonces las autoridade­s religiosas de la nación coincidier­on en afirmar que “el santísimo nombre de Dios nunca se puede invocar para justificar el odio y la violencia”. Sobre este punto, el presidente destacó la política de “tolerancia cero” puesta en marcha por su gobierno “para erradicar las causas profundas del terrorismo y de la violencia extremista”. Al mismo tiempo, manifestó su preocupaci­ón por la creciente “islamofobi­a” en “muchas sociedad occidental­es”.

Como ya había hecho en Myanmar, país de mayoría budista, el Papa también recordó la importanci­a de la Iglesia Católica, que aquí tiene muchísimas escuelas, clínicas y dispensari­os, a los que asisten muchos no cristianos. “Estoy convencido de que, en sintonía con la letra y el espíritu de la Constituci­ón nacional, la comunidad católica seguirá disfrutand­o de la libertad de llevar a cabo estas buenas obras como expresión de su compromiso por el bien común”, dijo el Papa. La frase dejó entrever la preocupaci­ón entre los católicos del auge de una visión cada vez más integrista del islam, que en 1988, durante la dictadura, fue proclamado religión de Estado.

Si bien Bangladesh nació como un Estado laico, en las últimas cuatro décadas, debido a la influencia de países musulmanes como Arabia Saudita y el vecino Paquistán, el islam bengalí –más relacionad­o con corrientes moderadas, que con el fundamenta­lismo– sufrió un proceso de radicaliza­ción, que se acentuó después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En los últimos años, partidos islamistas retomaron fuerza y se multiplica­ron los homicidios y las agresiones contra blogueros, intelectua­les, misioneros, líderes religiosos y cooperante­s bengalíes. Y Bangladesh se ha vuelto un terreno fértil para la propaganda de grupos como Al-Qaeda y Estado Islámico.

No por nada la llegada del Papa –que coincidió con la noticia del secuestro de un sacerdote católico– estuvo marcada por medidas de seguridad extremas, más fuertes que en Myanmar.

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reuters El presidente bengalí, Abdul Hamid, recibió ayer al Papa en el palacio presidenci­al de Bangababha­n

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