En Bangladesh, el Papa llamó al mundo a asistir a los rohingyas
Apenas llegado, pidió la ayuda a ese país, que recibió a 600.000 personas de esa minoría islámica de Myanmar
DACCA.– Si en Myanmar evitó mencionar a los “rohingyas”, palabra prohibida en ese país, al llegar ayer al vecino Bangladesh Francisco habló en forma directa de su drama.
En su primer discurso en este país de 160 millones de habitantes en un territorio que es un tercio de Myanmar, de hecho, agradeció a Bangladesh por haber recibido desde agosto pasado a más de 600.000 miembros de esta minoría islámica. Sin pronunciar el término, denunció el hacinamiento de “tantos de nuestros hermanos y hermanas” en campos de refugiados y lanzó un fuerte llamado a la comunidad internacional “para que ofrezca asistencia material inmediata a Bangladesh”, uno de los países más pobres del sudeste asiático.
“En los últimos meses, el espíritu de generosidad y solidaridad, que es un signo distintivo de la sociedad de Bangladesh, se ha manifestado con más fuerza en el impulso humanitario con el que han atendido a los refugiados llegados en masa del estado de Rakhine, dándoles refugio temporal y lo necesario para la vida”, dijo, recién llegado a esta nación de mayoría musulmana, ante autoridades políticas y miembros de la sociedad civil y el cuerpo diplomático, en el Palacio Presidencial de Bangababhan, espectacular edificio de principios del siglo XX, construido en estilo
moghul, mezcla de arquitectura islámica e hindú
Francisco elogió la acogida de Bangladesh a los refugiados, “que se ha realizado con no poco sacrificio, como todo el mundo ha podido contemplar”. “Es necesario que la comunidad internacional tome medidas decisivas para hacer frente a esta grave crisis, no sólo trabajando para resolver los problemas políticos que han provocado el desplazamiento masivo de personas, sino también ofreciendo asistencia material inmediata a Bangladesh”, urgió.
A su turno hizo lo mismo el presidente bengalí, Abdul Hamid, que sí nombró a los rohingyas, denunciando las “atrocidades inhumanas” cometidas en su contra por el ejército de Myanmar. Hamid reclamó, además, su “retorno digno y sostenible a su hogar ancestral”, en Rakhine. Y elogió al Papa por “la loable postura adoptada en favor de los sufridos rohingyas y su apasionada voz en contra de tal brutalidad”.
Más allá de su directa referencia al drama, Francisco aseguró en su discurso que llegó a este país siguiendo los pasos de sus predecesores, Pablo VI (que vino en 1970, cuando Bangladesh era aún Paquistán oriental), y Juan Pablo II (1986). Y que su visita, hasta el sábado, está dirigida principalmente a la comunidad católica, de 375.000 fieles.
Destacó, sin embargo, la importancia que tendrá hoy su encuentro con líderes de otras religiones, en el que se espera la presencia de un pequeño grupo de rohingyas.
En este marco recordó que después del atentado terrorista del 1º de julio del año pasado en un café de Dacca –en el que murieron 20 personas–, hubo una “reacción unánime de indignación”. Entonces las autoridades religiosas de la nación coincidieron en afirmar que “el santísimo nombre de Dios nunca se puede invocar para justificar el odio y la violencia”. Sobre este punto, el presidente destacó la política de “tolerancia cero” puesta en marcha por su gobierno “para erradicar las causas profundas del terrorismo y de la violencia extremista”. Al mismo tiempo, manifestó su preocupación por la creciente “islamofobia” en “muchas sociedad occidentales”.
Como ya había hecho en Myanmar, país de mayoría budista, el Papa también recordó la importancia de la Iglesia Católica, que aquí tiene muchísimas escuelas, clínicas y dispensarios, a los que asisten muchos no cristianos. “Estoy convencido de que, en sintonía con la letra y el espíritu de la Constitución nacional, la comunidad católica seguirá disfrutando de la libertad de llevar a cabo estas buenas obras como expresión de su compromiso por el bien común”, dijo el Papa. La frase dejó entrever la preocupación entre los católicos del auge de una visión cada vez más integrista del islam, que en 1988, durante la dictadura, fue proclamado religión de Estado.
Si bien Bangladesh nació como un Estado laico, en las últimas cuatro décadas, debido a la influencia de países musulmanes como Arabia Saudita y el vecino Paquistán, el islam bengalí –más relacionado con corrientes moderadas, que con el fundamentalismo– sufrió un proceso de radicalización, que se acentuó después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En los últimos años, partidos islamistas retomaron fuerza y se multiplicaron los homicidios y las agresiones contra blogueros, intelectuales, misioneros, líderes religiosos y cooperantes bengalíes. Y Bangladesh se ha vuelto un terreno fértil para la propaganda de grupos como Al-Qaeda y Estado Islámico.
No por nada la llegada del Papa –que coincidió con la noticia del secuestro de un sacerdote católico– estuvo marcada por medidas de seguridad extremas, más fuertes que en Myanmar.