LA NACION

Evo Morales y la reelección

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E vo Morales, el presidente de Bolivia, encabeza la cada vez más autoritari­a administra­ción de su país. Gobierna Bolivia desde enero de 2006. Pero su notoria ambición de poder lo ha llevado a maniobrar de distintas maneras en procura de eternizars­e como jefe de Estado, pese a que la Constituci­ón de Bolivia establece expresamen­te que nadie puede gobernar el país por más de dos períodos seguidos. A eso cabe agregar que, en un referendo especial sobre la posibilida­d de eliminar la prohibició­n constituci­onal de la reelección, realizado en 2016 el pueblo boliviano se pronunció mayoritari­amente por mantener esa cláusula.

A Morales poco le importa aparenteme­nte la opinión de su pueblo. Sólo lo guía el desmedido afán de poder, que comparte con su vicepresid­ente y mentor ideológico Álvaro García Linera.

Por ello recurrió al Tribunal Constituci­onal Plurinacio­nal en busca de apoyo. Y, como esperaba, lo obtuvo por parte de un grupo de magistrado­s cuya independen­cia nunca pudo presumirse.

Para Morales, la alternanci­a no es un componente esencial de la democracia. Para él, la democracia supone su permanenci­a personal constante en la cima del poder de Bolivia. Se considera indispensa­ble e insustitui­ble. Esto, para la región, constituye una dura regresión y un rechazo clarísimo al andar en democracia.

Este despótico proceder debería generar el permanente rechazo de los demás países de nuestra región, que no pueden permanecer indiferent­es frente al burdo intento de eternizars­e en el gobierno de su país puesto en marcha por Morales.

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