LA NACION

EL PULSO DEL CONSUMO

Argentina 2025: ¿y si esta vez sale bien?

- Guillermo Oliveto —PARA LA NACION— El autor es especialis­ta en sociedad y consumo y presidente de Consultora W

En nuestro país el pesimismo fluye mucho mejor que el optimismo. La cultura popular ha sabido expresarlo reiteradas veces. Juan Carlos Calabró supo crear un entrañable personaje que lo sintetizab­a a la perfección: “el contra”. Un pesimista crónico que todo lo negaba. Basta repasar la historia para comprender las razones. Una y otra vez ante el comienzo de un nuevo ciclo político y económico la sociedad confió y creyó, para finalmente terminar decepciona­da.

Los números no hacen otra cosa que darles crédito a los escépticos. A comienzos del siglo XX llegamos a estar entre las diez principale­s potencias del mundo. Hoy ocupamos el puesto 21° en PBI y mucho más bajo en múltiples variables que hacen a la calidad de vida. Hace muchos años que estamos estancados en el estándar de los países de ingresos medios – entre los 10.000 y los 15.000 dólares de PBI per cápita– y tenemos una inequidad propia de sociedades fragmentad­as (un coeficient­e de Gini que oscila entre 0,40 y 0,45 puntos). A mediados de los años 70, la clase media representa­ba más del 70% de la población, hoy es el 45%. En 1980 teníamos pleno empleo y la pobreza no llegaba al 10%. Hoy el desempleo es del 8,7% y la pobreza llega al 28,6%. Tenemos el mismo mercado de consumo masivo que en 2010, y si lo medimos per cápita, igual que el de 1998.

Sin embargo, aun contrarian­do todas las evidencias del pasado, vale la pena desafiar al futuro y hacerse la pregunta: ¿qué pasaría si esta vez saliera bien? Peter Drucker, considerad­o padre intelectua­l del management, afirmaba que “la cultura se come a la estrategia en el desayuno”. No hay estrategia que se pueda llevar a cabo si no se la apropian quienes la tienen que ejecutar. En el deporte, los jugadores. En una empresa, los equipos de trabajo. En un país, la gente. Por lo tanto, es clave saber si los ciudadanos creen en esta posibilida­d de éxito.

Sobre la base del relevamien­to de Contexto y Clima Social que realizamos en Consultora W, podemos afirmar que hoy los argentinos sí creen. El 70% opina que nuestro país tiene una buena oportunida­d de desarrollo de aquí a 2030. El 76% quiere que al Gobierno le vaya bien. Y frente al anuncio del presidente Macri luego del resultado positivo de las elecciones PASO del 13 de agosto, diciendo que comenzaba un período de crecimient­o sostenido de 20 años, el 11% opina que es muy probable que suceda y el 59% piensa que si se hacen las cosas bien hay chances de lograrlo. Lo que los americanos llaman el

good willing, que se traduce como buena voluntad, está. Que estén las ganas de que suceda es fundamenta­l para que los esfuerzos y las energías individual­es y colectivas se orienten en ese sentido.

Los mercados coinciden con lo que piensa la gente. De acuerdo con los datos de Latinfocus Consensus Forecast, que aglutina las proyeccion­es de analistas económicos, bancos y fondos de inversión, se prevé que la Argentina crezca a tasas promedio del 3% anual de aquí a 2022, con una inflación que se reduzca del 23% actual al 5,4% al final del período y un PBI per cápita anual que pase de los 14.000 dólares actuales a los 17.500 en aquel año. El desempleo sería la variable más desafiante, reduciéndo­se sólo un punto en los próximos 5 años. El “círculo rojo” también tiene una visión optimista sobre el futuro. El 70% de 200 referentes del país lo acaban de confirmar en una reciente encuesta de Poliarquía que publicó la nacion.

Un mundo incierto

No soy ingenuo. Vivimos en un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo, la sigla correspond­e al idioma inglés). Son muchos los que piensan que en ese entorno es un sinsentido pensar el futuro. Y en la Argentina, directamen­te un delirio. Siempre habrá “cisnes negros” globales o locales que lo demuestren. Desafíos sobran.

Desde el déficit fiscal y el nivel de endeudamie­nto, reiteradam­ente señalado por muchos analistas, hasta múltiples conflictiv­idades latentes sociales, políticas y económicas. Creo que, justamente por eso, hay que prever los escenarios posibles y planificar más que nunca. Una planificac­ión flexible y siempre sujeta a revisión, pero que defina el rumbo. Sin plan es mucho más difícil.

La política parecería haberse alitinos, neado en el mismo sentido. La oposición acordó con el oficialism­o enviar al Congreso reformas graduales que se terminaría­n de ejecutar en 2023. De manera casi inédita, el país logra pensarse a cinco años o más.

Si extendemos la proyección de un ciclo expansivo hasta 2025, no ya a la China –como sucedió en los primeros años del kirchneris­mo–, pero sí a la chile na (3% anual ), nuestra economía podría crecer un 32% acumulado. Ese crecimient­o, de acuerdo con los planes presentado­s y en ejecución, vendría acompañado de una revolución de la infraestru­ctura –cloacas, agua potable, asfalto, viviendas, urbanizaci­ón de barrios vulnerable­s, trenes, rutas, aviones, aeropuerto­s, energías renovables, shale gasy shale oil–, un

upgrade tecnológic­o –celulares, Internet, computador­as, software–, des bu rocra tiza ciónd el comercio e impulso al desarrollo empresario, tanto para el mercado interno como para las exportacio­nes.

En caso de verificars­e esa hipótesis, podría darse un proceso de movilidad ascendente, no exponencia­l, pero sí relevante. El Gobierno se ha puesto dos objetivos centrales como parámetros de su gestión: bajar la pobreza y crear empleo de calidad. Ambos compatible­s con un sendero de progresiva mejora social que explica, junto con las condicione­s de gobernabil­idad y la fragilidad de millones de argen- los motivos del gradualism­o.

La clase media, que a pesar de haber caído tanto continúa siendo en términos relativos de las más importante­s de la región, podría pasar del 45% actual al 53%. No parece mucho. Sin embargo, son casi cinco millones más de habitantes con alto potencial de consumo. Algo que naturalmen­te les interesa a muchos inversores que han vuelto a poner al país en su mapa. La Argentina es, por tamaño de su población, su historia, su economía y su mercado de consumo, el tercer país de la región. En 2014 se ubicó, según la Cepal, en el sexto lugar para atraer inversione­s, detrás no sólo de Brasil y México, sino también de Chile, Colombia y Perú. Con sólo regresar a su lugar natural, la llegada de fondos destinados a la economía real se vería facilitada.

En el mercado de consumo masivo no se repetiría ninguna fiesta, pero sí habría tocado piso este año y podría ampliarse entre un 10 y un 15%, tomando un parámetro conservado­r de 0,3 a 0,5 puntos de crecimient­o por cada punto del PBI (en el período anterior esa correlació­n fue de 1 a 1). El merado de bienes durables, y algunos servicios como el turismo y el sector financiero, tienen todo dado para romper sus récords históricos, impulsados tanto por el acceso al crédito como por la ampliación y facilitaci­ón de la oferta.

Borges, para quien el éxito y el fracaso no eran más que dos impostores, decía que “nada está construido en la piedra. Todo está construido en la arena. Pero debemos construirl­o como si la arena fuese piedra ”. Quizás esta vez valga la pena creer. La oportunida­d, si sale bien, luce atractiva.

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