LA NACION

Boca respira, pero no es el mismo

Al equipo xeneize le alcanzó con un rendimient­o apenas correcto pero necesario para dejar atrás las dos derrotas seguidas y mantener la cima del torneo

- Claudio Mauri

Ya no es el puntero arrollador del arranque de la Superliga: sin lucirse, Boca venció 2 a 0 a Arsenal, último en la tabla de posiciones, con goles de Guido Vadalá (reemplazan­te del lesionado Darío Benedetto) y Edwin Cardona. Pero aunque cortó una racha de dos derrotas, el equipo de Barros Schelotto siente la presión de San Lorenzo, que superó 2 a 1 a Tigre y, con un partido más, comparte la punta del torneo con el equipo xeneize.

Hasta hace unas semanas, Boca le hubiese ganado a Arsenal con un parpadeo, en un ejercicio de rutina. Anoche tuvo que esperar hasta el primer minuto de descuento para sentir que tenía el triunfo asegurado. En un equipo raleado por las bajas, el colombiano Cardona rescató algunas señas del Boca que supo ser un puntero apabullant­e y que ahora lo tiene a San Lorenzo en una febril persecució­n. A falta de una fecha para que baje el telón del 2017, el Ciclón se puso a tiro para cuando en febrero reciba a Boca en el Nuevo Gasómetro.

Las dinámicas son cambiantes en el fútbol. De la formación estable y los triunfos en serie se pasó al goteo de lesionados y suspendido­s, y a dos derrotas que alteraron el panorama general. De repente afloran las dudas y la incertidum­bre. Y a Arsenal ya no se le gana sin bajar del micro, sino que hay que demostrar que el plantel y el cuerpo técnico tienen capacidad de reacción y hay recambio para cubrir piezas claves. Este Boca sin Gago, Pablo Pérez y Benedetto, y en menor medida Goltz, resigna un potencial más que considerab­le.

En este contexto, que la oposición haya sido Arsenal es una buena oportunida­d que Boca aprovechó, aun sin hacer un partido redondo ni disimular que era un equipo emparchado. Arsenal no es un desastre ni desprecia la pelota, pero se vence solo, lleva la derrota pintada en el rostro. La escasez de recursos se le termina notando. Ocho caídas en once fechas es la condena que lo tiene en el último puesto.

A Boca le alcanzó con un rendimient­o apenas correcto. Hasta en algún momento necesitó del empuje y el aliento que bajaron de las tribunas. No sólo para que llegara el primer gol, sino también para que el equipo se despierte y levante la guardia cuando Rolón estuvo cerca del empate con un remate cruzado dentro del área.

Pasaron los días de abundancia, ahora Boca cuenta las monedas hasta que vuelva a capitaliza­rse. Ayer le hacía falta que algunos titulares absorbiera­n más responsabi­lidad de la habitual y que los reemplazan­tes no desentonar­an. La fórmula del gol pasó por la combinació­n de estos dos factores. Las intermiten­cias de Cardona pueden poner nervioso a más de uno; se enchufa y desconecta sin previo aviso. En algún momento aparenta ser indolente, y en otro arranca, pide la pelota, conduce y arma una jugada de gol. Lo hizo cuando el reloj había avanzado bastante y la impacienci­a asomaba. El colombiano aceleró de izquierda a derecha, metió una primera asistencia profunda, le volvió la pelota y sacó el centro combado para que lo empalmara Vadalá. El pibe de 20 años al que nadie imaginaba hasta hace unas semanas, el que se metió por el hueco que dejaron los lesionados, Benedetto, Bou y Benítez, se convirtió en el jugador de la victoria.

Vadalá no tiene el físico ni las caracterís­ticas de un centro-delantero típico. Tiene la pinta del escapista, del que aparece por sorpresa, del que está a la expectativ­a de cualquier descuido. Se mueve para que lo busquen. Lo encontró Cardona con una buena asistencia y tuvo otro par de oportunida­des en las que le faltó precisión. En la emergencia, Vadalá cumplió y se llevó el reconocimi­ento de los hinchas cuando fue reemplazad­o por Bouzat.

La falta de eficacia, una rareza

Habían pasado 174 minutos para que Boca volviera al gol, una eternidad para un equipo que concretaba mucho, por ambicioso y porque lo tenía a Benedetto, máximo anotador del torneo, con 9. Justamente desde el penal del N° 9 ante Racing, partido en el que se lesionó gravemente en el segundo tiempo, Boca se había quedado mudo de festejos. Perder a la principal arma ofensiva fue un impacto que cuesta asimilar y del que no es sencillo reponerse.

Fue el último partido del año de Boca en la Bombonera (eficacia del 73 por ciento, con 10 victorias, un empate y tres derrotas). Es el escenario en el que en el primer semestre puso en riesgo el camino al título con la derrota ante River, pero también el lugar en el que reaccionó inmediatam­ente con los éxitos frente a Newell’s e Independie­nte para reconducir la dirección a la corona.

Al calor de su gente también tuvo un arranque demoledor en la Superliga, hasta que Racing abrió un paréntesis. Anoche hacía más falta que nunca la contención del hincha para que una formación inédita se encontrara y entendiera más rápido. La defensa dio algunos síntomas de apuro, Nández fue de mayor a menor, Barrios cumplió con la orden del cuerpo técnico de desprender­se rápido de la pelota, de Pavón se esperaba más y Espinoza sigue sin soltarse, como si le pesara la responsabi­lidad.

Cardona, cuando Arsenal tenía diez jugadores por la expulsión de Ferreyra (brutal planchazo a Fabra), con un zurdazo en el descuento le puso algo más de color al triunfo. Un toque de calidad y distinción en una victoria pintada con brocha gorda, sí, pero reluciente porque ponía luz tras dos derrotas consecutiv­as. Cuando Boca vuelva a la Bombonera en febrero puede estar Ábila, quizá Tevez, a lo mejor algún refuerzo más, ya con el foco puesto en la Copa Libertador­es, que le reclamará máxima atención. Ayer tuvo que buscar en la profundida­d del plantel para defender la punta.

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Edwin Cardona ya sacó el zurdazo que se transforma­rá en el 2-0 de Boca ante arsenal en la Bombonera; Wilchez y Velázquez lo sufren
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Fotobaires El festejo en torno a Guido Vadalá, el reemplazan­te de Benedetto que marcó el primer tanto en el triunfo 2-0 sobre Arsenal
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Télam
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Télam

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