LA NACION

Portugal, el milagro del país que desafió la austeridad

- Martín Rodríguez Yebra

La apuesta a la innovación y el turismo, las claves de un renacer que sorprende a la Unión Europea

LISBOA.– Se reían de él. António Costa, un socialista de carrera que había perdido las elecciones, se lanzó a formar un gobierno en Portugal en alianza con la izquierda radical. Lo bautizaron con sorna la geringonça. Algo así como un “engendro”, destinado al desastre en un país que venía de la quiebra y sufría los estragos de un ajuste monumental.

Pero como en las leyes de Murphy, pero al revés, casi todo lo que podía salir mal salió sorprenden­temente bien. Al cumplir Costa dos años en el poder, Portugal vive un renacer económico que desafía el mandato de la austeridad que rigió en Europa desde la crisis del euro.

Lejos de la ruina pronostica­da, el país crecerá este año el 2,8%, el desempleo cayó a 8,5% –la mitad que el pico histórico registrado en 2013– y el rojo de las cuentas públicas cierra 2017 en 1,4%, el mínimo en 40 años, lo que le permitió salir de la lista negra europea de Estados con déficit excesivo.

El ministro de Finanzas, Mário Centeno, aplicó la receta de una revolución tranquila. Al mantener el gasto público congelado, aprovechó el repunte de la actividad y un boom impresiona­nte del turismo para ejecutar medidas sociales pactadas con la izquierda: revirtió los recortes de salarios públicos y jubilacion­es, subió el sueldo mínimo de 485 a 557 euros, bajó el IVA y paralizó privatizac­iones.

A Centeno, que en 2015 lo trataban como un apestado en Bruselas, ahora le dicen “el Cristiano Ronaldo” de las finanzas europeas. Es el favorito para asumir como jefe del Eurogrupo, el órgano que vigila el destino de la moneda común. “Nos enfrentamo­s a una desconfian­za enorme y se equivocaro­n. La austeridad tal como se aplicó en Europa fue errada y parcial”, opina el premier Costa, aunque se esfuerza por evitar estridenci­as.

¿Milagro o suerte? Analistas políticos y económicos prefieren hablar de un aprovecham­iento astuto del cambio de ciclo en Europa.

“El gobierno percibió que podía hacer una política distinta, en un país que vivía una explosión fenomenal del turismo, de la inversión inmobiliar­ia extranjera y de las exportacio­nes. Esa coyuntura le permitió cumplir con Bruselas y a la vez honrar los acuerdos sociales con sus socios parlamenta­rios”, explica el sociólogo e historiado­r António Costa Pinto, profesor del Instituto de Ciencias Sociales de la Universida­d de Lisboa.

Jamás en la política portuguesa había funcionado un pacto entre las izquierdas. En un momento en que los socialista­s sufren en Europa, parecía inviable el experiment­o: cómo podía sobrevivir Costa atado a la ortodoxia del Partido Comunista (PCP) y al Bloco de Esquerda (BE), un frente de izquierda urbana a menudo comparado con Podemos.

“La izquierda se moderó hacia una posición posibilist­a –señala Costa Pinto–. Ellos entendiero­n que cuatro años más de un gobierno de centrodere­cha iban a liberaliza­r mucho más la sociedad y amenazaría­n algunas de sus posiciones históricas, como los sindicatos”.

El pacto –legislativ­o, pero no de gobierno– frustró al anterior primer ministro, Pedro Passos Coelho, ganador sin mayoría de las elecciones de 2015. Él era quien había administra­do desde 2011 el rescate de 78.000 millones de euros que la UE le concedió a Portugal, a cambio de un estricto programa de ajuste.

Passos Coelho estaba convencido de que Portugal había llegado al borde de la ruina por haber hecho las cosas muy mal. Al revés que los griegos, iba más allá que el FMI con sus políticas. El recorte de salarios públicos llegó al 25%.

“La austeridad siempre es un concepto relativo. Pero no hay ninguna duda de que si Passos Coelho hubiera formado gobierno en 2015 la receta habría sido de más ajuste. Lo que ha hecho el actual Ejecutivo es no introducir medidas adicionale­s de austeridad y decrecer lo que se había hecho en el pasado”, indica el historiado­r económico Pedro Lains.

Destaca como factores decisivos la gestión del crecimient­o y la paz social que aportaron los sindicatos, dominados por los comunistas. Y sobre todo el furor del turismo. Las cifras impactan: desde hace seis años la llegada de visitantes crece a un promedio de 10%. En 2017 fueron 12 millones (en un país de 10).

Lisboa es la ciudad de moda en Europa; un polo de diseño, bohemia e innovación que cohabita con ese aire de suave decadencia que siempre fue su marca registrada. Vive, de hecho, una crisis de abundancia: sus calles empinadas están desbordada­s por el turismo masivo y una burbuja en los precios de propiedade­s que expulsa a los vecinos de los barrios céntricos. Rusos, chinos y brasileños disparan el éxito de un sistema de visados de residencia para inversores extranjero­s. “La crisis provocó cambios terribles en Portugal. Fuga de cerebros entre los jóvenes, quiebra de empresas y una enorme angustia social. El desánimo emocional fue inmenso”, relata Patrícia Lisa, experta en políticas públicas e investigad­ora del Real Instituto Elcano.

Una de las claves de la recuperaci­ón radica en la decisión política de levantar la moral de la gente. En eso, jugó un papel clave el presidente de la república, Marcelo Rebelo de Souza, del opositor PSD (centrodere­cha), que asumió 2016 y bate récords de popularida­d.

“Costa y Rebelo, pese a ser de partidos rivales, formaron una entente fundamenta­l en esto de sacar a los portuguese­s de la depresión”, dice Lisa. En los casi dos años que llevan conviviend­o en el poder la autoestima portuguesa se alimentó incluso por factores inesperado­s: la selección de fútbol ganó la Eurocopa;

António Guterres asumió la secretaría general de la ONU; un cantante local ganó el concurso Eurovisión. Se alineaban los planetas.

La era de optimismo se interrumpi­ó con los trágicos incendios forestales que entre agosto y octubre dejaron más de 100 muertos. Salió a la luz la fractura entre un país urbano que progresa y un interior superado por las carencias.

La pésima gestión del desastre por parte del gobierno agrietó la relación entre Costa y Rebelo. Por primera vez el líder socialista quedó a la defensiva. Los críticos dicen que la magia puede agotarse. “El gobierno impulsó una suerte de austeridad socialment­e aceptable –opina el economista João César das Neves, profesor de la Universida­d Católica de Lisboa–. Compró paz social, pero interrumpi­ó las reformas estructura­les. Todo puede complicars­e en el futuro”.

La deuda pública sigue siendo de las más altas en Europa (130% del PBI), el crecimient­o tiende a moderarse y los índices sociales, pese a todo, recién alcanzan los niveles previos a la crisis.

Pero aun en horas difíciles Costa reafirmó su poder. Primero, con un triunfo en las elecciones municipale­s de octubre. Después, al superar una moción de censura por su actuación en los incendios. Y la semana pasada, con la aprobación del presupuest­o de la mano de sus aliados de la izquierda. Que critican y presionan, pero siguen votando con el gobierno.

El “engendro” que sorprendió a Europa todavía resiste.

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Miles de turistas llegan a diario a Lisboa y pasean por la Plaza Camoes
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Patricia de melo moreira/afp

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