De objeto descartable a pieza fashion multiuso
Es la misma bolsa. Pero Lucía Matalon la usa en múltiples ocasiones. La lleva al supermercado –ya que, desde hace casi un año, se prohibió en la ciudad la venta de las bolsas plásticas livianas–, a la plaza cuando va de picnic con sus hijos, a la pileta del club y también, confiesa, se la cuelga al hombro como maxicartera. La reci- bió como un regalo empresarial hace algunos meses. Venía en un sobre pequeño, con estrellas de colores, y si al principio la miró con extrañeza hoy está convencida de que es uno de los obsequios mejor amortizados del año. La usa casi todos los días.
La responsable de ese objeto que Lucía siempre tiene a mano es la marca local Bonalona, de las emprendedoras Fiorella Chirkes y Gisela Porpora. Sucede que, en tiempos de moda sustentable, dejó de ser una simple bolsa de compras para convertirse en un nuevo objeto de diseño.
“La idea fue revivir un producto que en nuestras casas se usaba mucho y que, de repente, había desapa- reció de la escena cotidiana. Cuando nuestras abuelas hacían las compras jamás se olvidaban de la bolsa o el changuito”, recuerda Chirkes, diseñadora de indumentaria. Uno de los primeros diseños que lanzaron, hace cinco años, fue el de la bolsa de compras confeccionada con tela de algodón, un fuelle amplio para una mayor capacidad y divisiones interiores.
Después, agrega Porpora, llegó la versión pocket, una bolsa mucho más colorida, con nuevos diseños estampados y tela silver que, por sus características, resiste mucho peso, es liviana, repele las manchas, se seca rápidamente, no se arruga y es muy fácil de llevar por su tamaño compacto. Todas las bolsas están confeccionadas con insumos y mano de obra nacional, y tienen un valor que va de los $ 170 a los $ 360, según el modelo. “Hicimos 100 y se vendieron rapidísimo. Hicimos 200 y las llevamos a una feria –dice Chirkes– y también volaron. La producción es constante. En esta fecha la piden para regalos empresariales y como obsequio personal.”
Los changuitos también tuvieron su revival. Están los modernos, plegables, reforzados y hasta con cuatro ruedas. Y también los de antaño, con estructura de caño pero con toques de diseño que los convierten en una versión más actual y sustentable, con el uso de materiales reciclados y colores fuertes. En estos casos, como los de la marca Violraviol, de Cecilia Sonzini, las bolsas interiores se cosen a partir de telas vinílicas antiguas que ella misma se encarga de recolectar. Cuestan alrededor de $ 1300.
En Enamorada del Muro, una casa de decoración especializada, las bolsas de diseño fueron una de las últimas incorporaciones; venden las de la firma Jopo, que promueve el trabajo de artistas emergentes. Cuestan unos $ 350 y llevan impresos estampados de distintos artistas, ilustradores y fotógrafos, con la idea de darles un toque personal y más exclusivo.