LA NACION

Recuperar la confianza en la Justicia

- Margarita Stolbizer y Juan Carlos Vega Diputada nacional y diputado nacional (MC), respectiva­mente

La sociedad pide consensos y terminar con la confrontac­ión permanente, para atender problemas y construir futuro con bienestar. El acuerdo no puede ser sólo económico. Programas que limiten el déficit fiscal, bajen la inflación, garanticen responsabi­lidad fiscal, fijen niveles máximos de endeudamie­nto y disminuyan la pobreza, reformas tributaria­s, laborales o de inversione­s solo serán sustentabl­es si se logra recuperar confianza en las institucio­nes, especialme­nte en la Justicia.

Según datos de encuestas encargadas por el Colegio de Abogados y la Asociación de Magistrado­s de Córdoba, un 82% de los encuestado­s declara tener baja, escasa o nula confianza en la Justicia. Eso dio lugar a un informe de expertos en economía, sociología y derecho que arroja como matriz interpreta­tiva de la desconfian­za la desigualda­d ante la ley. La percepción está marcada por la impunidad de los delitos del poder, político y económico. Sólo se los castiga cuando los responsabl­es de actos de corrupción perdieron el poder.

La desconfian­za de una sociedad en su sistema de justicia se traslada a la ley y a la democracia, y es el mejor abrigo de la violencia y del fanatismo. Es necesario incorporar las institucio­nes y en particular la Justicia a cualquier intento de acuerdos políticos y sociales básicos.

Lo que revelan aquellas encuestas está corroborad­o por sólidos informes independie­ntes. El del Centro de Investigac­ión para la Prevención de la Criminalid­ad Económica (Cipce) de 2009 como el de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) dicen que un juicio por corrupción dura 14 años y tiene un índice de condena del 4%. Los informes anual es de Transparen­cia Internacio­nal nos colocan entre los tres países de más alta corrupción en América, con muy mala calificaci­ón en la comparació­n mundial. otros informes sobre derechos humanos en el mundo, en el capítulo argentino declaran que la corrupción es la principal violación de la Argentina de los derechos humanos. Management & Fit en su informe 2017 arroja idénticos resultados sobre desconfian­za social en la Justicia y muestra el empeoramie­nto de los índices en los últimos dos años. El 49,2% de la gente no tiene “nada” de confianza en la Justicia, mientras que el 32,9% les tiene “poca confianza” a los jueces. El 15,2% tiene “algo de confianza” y solo un 2,3% tiene “mucha confianza”. Las respuestas son similares cuando se consulta sobre “la Justicia” o sobre “el Poder Judicial”.

El costo económico directo de la corrupción, según el informe del Colegio de Abogados de Córdoba, asciende en 10 años a 20.000 millones de dólares, Y sus costos indirectos, a ocho veces más.

Se impone una ley que integre una reforma del Código Penal con agravantes punitivos para los delitos contra la administra­ción pública. Decomiso anticipado de bienes de la corrupción. Reformulac­ión de la figura del funcionari­o público, adaptada a estándares internacio­nales: es el que está “al servicio del Estado” y no sólo designado por el Estado. Mejora de la norma del arrepentid­o o colaborado­r eficaz.

También, una reforma del Código Procesal Penal que limite en los procesos por corrupción los derechos del imputado a un solo recurso y consagre la participac­ión procesal de la víctima, que es la sociedad, y su derecho a que se castigue al corrupto y se recupere lo robado. La suspensión inmediata y preventiva del funcionari­o público procesado por cualquier acto de corrupción, sin afectar el principio de inocencia y condiciona­do a sentencia judicial definitiva.

La eliminació­n del privilegio de los jueces de no pagar impuesto a las ganancias. Se trata de buscar ejemplarid­ad moral; entender las prerrogati­vas constituci­onales no como fueros personales, sino como garantías de imparciali­dad e independen­cia en favor de la ciudadanía. Y mecanismos de revalidaci­ón periódica de las condicione­s de idoneidad de los magistrado­s sin que se vea afectada su estabilida­d.

No puede ser que en Brasil en tres años haya 130 condenas de empresario­s y ministros por actos de corrupción y en la Argentina la única condena firme que se conoce sea la de María Julia Alsogaray. Probados casos de megacorrup­ción fueron archivados por la justicia argentina o dilatados en el tiempo hasta llevarlos al absurdo. Lázaro Báez hoy está en la cárcel procesado, pero no condenado. Pronto se le podría aplicar el 2x1 y quedaría en libertad para gozar de una fortuna habida ilícitamen­te.

Según Management, al tope de las institucio­nes que gozan de mayor confianza social está la educación: universida­des y escuelas. Es un buen lugar para empezar.

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