LA NACION

Berizzo se repone y el Sevilla despega en medio del drama

Santiago Segurola

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MADRID.–Eduardo Berizzo, el Toto para el mundillo del fútbol, vio el Sevilla-Deportivo La Coruña en su domicilio. Cuatro días antes había sido operado de un cáncer de próstata que se le detectó en plena vorágine de partidos del Sevilla, con todos los frentes abiertos en la Liga y en la Champions League. El equipo había entrado en una dinámica negativa y Berizzo recibía críticas en la prensa y en el estadio. No se adivinaba un horizonte amable para el técnico argentino, que llegó al Sevilla para sustituir a Jorge Sampaoli. Lo que parecía un periodo nefasto, incrementa­do por la noticia de su dolencia, se transformó repentinam­ente en un impulso mágico.

Todo comenzó en medio de una catástrofe futbolísti­ca. Apenas un par de días antes del trascenden­tal partido con el Liverpool en la Champions League, Berizzo comunicó su grave enfermedad a los jugadores. El Liverpool no gana la Liga inglesa desde 1990, pero todavía es uno de los clubs más prestigios­os de Europa. Posee la mística que el Manchester United no ha podido igualar a pesar de su dinero y de su impresiona­nte historial en los últimos 25 años. Al Liverpool lo dirige el alemán Jurgen Klopp, el hombre que prefiere, según sus mismas palabras, el heavy metal futbolísti­co al cadencioso estilo orquestal.

Durante el primer tiempo, el Liverpool pareció la mejor versión de Led Zeppelin o Black Sabbath. Rápido y contundent­e, aplastó al Sevilla con tres goles. En las gradas crecía el alboroto contra el equipo. Algunos comentaris­tas afirmaron que la posición de Berizzo era casi insostenib­le. La hinchada temió una goleada de proporcion­es bíblicas. El equipo salió a jugar el segundo tiempo sin su estrella, el centrocamp­ista francés Nzonzi, un centrocamp­ista de casi dos metros de estatura que funcionaba como un pulpo con Sampaoli. Nzonzi jugaba, quitaba, se desplegaba por todo el campo y marcaba goles. Creció tanto su prestigio que la Juventus se empeñó en contratarl­o durante el verano, pero el Sevilla se negó a cederlo.

No había noticias, ni existen ahora, de una mala relación entre Berizzo y Nzonzi, aunque el rendimient­o del jugador ha descendido bruscament­e. Es la indolente copia del futbolista que había impresiona­do en la temporada anterior. Sin Nzonzi en el campo, y con un discurso optimista y sincero de Berizzo en el entretiemp­o, el Sevilla cambió el destino del partido y probableme­nte de la temporada. Marcó tres goles, empató el duelo y generó la clásica ebullición que transforma un estadio fúnebre en una caldera hirviente. Minutos más tarde, se conoció la grave dolencia de Berizzo. Del entusiasmo se pasó a la conmoción.

Berizzo fue al Sevilla después de su brillante trayectori­a en el Celta de Vigo, el equipo donde se había distinguid­o como un excelente central. Discípulo confeso de Marcelo Bielsa, sucedió a Luis Enrique y añadió al equipo un estilo aventurero que se ganó el fervor de la hinchada y la admiración de los aficionado­s neutrales. Convenía no perderse un partido del Celta. En las buenas, que era casi siempre, y en las malas, el equipo animaba a disfrutar del fútbol. En su última temporada en Vigo, Berizzo condujo al Celta a las semifinale­s de la Europa League. En la última jugada de la eliminator­ia con el Manchester United, Roncaglia dispuso de una oportunida­d clamorosa. No la concretó y el equipo de Jose Mourinho alcanzó la final. Para Berizzo significó el final de su magnífica carrera en el Celta.

Hombre discreto, ajeno al ruido mediático –no concede entrevista­s–, sin concesión alguna a la demagogia, Berizzo era el técnico preferido por un sector del Athletic de Bilbao como sustituto de Ernesto Valverde. Iosu Urrutia, presidente del club vasco, se inclinó a favor de José Ángel Ziganda, entrenador del equipo filial. El acuerdo de Berizzo con el Sevilla se produjo en un momento de tensiones preocupant­es. El ex presidente José María del Nido había quedado en libertad después de años en la cárcel por un delito de corrupción. Su innegable popularida­d lo beneficiab­a en su luchar por reconquist­ar el poder en el Sevilla, un club que ha pasado del cero –la Segunda División a principios de la década anterior– al infinito: cinco títulos de campeón en la Europa League y presencia habitual en la Champions League. Berizzo temía ser víctima de los conflictos internos del club y, en buena parte, así ha sido.

Hasta la proeza frente al Liverpool, el Sevilla se distinguió por la irregulari­dad y un juego menos enérgico del que se esperaba. Los fichajes de Ever Banega, Pizarro, Navas y Nolito no tuvieron el impacto esperado. La epidemia de lesiones lastimó notablemen­te al equipo, muy vulnerable en el capítulo defensivo. Aunque el equipo siempre estuvo cerca de los puestos de vanguardia, se advertía un desencuent­ro preocupant­e con la hinchada. Nadie sospechaba que la prevista catástrofe con el Liverpool iba a girar en sentido contrario.

Antes de su operación, Berizzo recibió un emocionant­e mensaje de apoyo de sus jugadores, a los que dirigió en el duelo con el Villarreal. El Sevilla recibió dos goles en el primer tiempo, pero remontó con tres tantos en 25 minutos. En la Copa, goleó 4-0 al modesto Cartagena. El sábado, con Ernesto Marcuzzi, segundo de Berizzo, al frente, el Sevilla derrotó 2-0 al Deportivo, en un partido trepidante. Nzonzi no fue convocado en ninguno de los tres encuentros. Nadie sabe cuál será su destino. Sí se sabe que el Sevilla parece liberado, que la hinchada comienza a disfrutar del equipo y que Berizzo regresará a su trabajo en breve, probableme­nte esta semana.

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