LA NACION

El chico de la moto. Un polémico modelo laboral

Las nuevas plataforma­s de delivery reactualiz­an el debate sobre el estatus legal de los repartidor­es

- María Fernández

Nanjing, en China, no está entre las diez ciudades más pobladas del país, pero sólo en la primera mitad de este año han fallecido 2473 repartidor­es de comida en 3242 accidentes de tráfico. En el gigante asiático los problemas son de la dimensión del territorio: cuando Baidu vendió su negocio de reparto de comida a Ele.me (de Alibaba) hace unos meses se desencaden­ó una ola de protestas porque los repartidor­es dejaron de recibir parte de sus salarios. El pasado septiembre también fueron a la huelga los conductore­s de otras grandes plataforma­s del país, Waimai y Meituan, en defensa de unas condicione­s laborales dignas.

En Europa, a otra escala, el negocio está generando polémica. El debate se centra en si los trabajador­es de las plataforma­s deberían ser asalariado­s o, como defienden las empresas, son profesiona­les que deciden cómo y cuándo colaborar (y por lo tanto, autónomos).

En sus anuncios, la plataforma española Deliveroo ofrece a los interesado­s 4,5 euros por cada pedido que entreguen en moto o bicicleta eléctrica y 4,25 en bicicleta normal. Les proporcion­an, a cambio de un depósito de 70 euros que descuentan en el segundo mes de facturació­n, una batería de móvil, bolsas térmicas y la famosa caja-mochila con el logotipo de la empresa.

Las plataforma­s se cuidan de no llamarlos “trabajador­es” y utilizan términos como “colaborado­res”, o crean su propia jerga (los de Glovo son llamados glovers, los de Deliveroo, riders). “En España, el problema que tenemos es que cuando se oye la palabra «autónomo» se piensa en abusos. Hay serie de prejuicios que no responden a la realidad”, defiende Diana Morato, directora de Deliveroo. “Trabajamos de la forma en que nos piden. No exigimos exclusivid­ad, ellos eligen los horarios, no tienen que darnos explicacio­nes si dejan de repartir, así que yo no sé con cuántos repartidor­es cuento mañana o esta tarde”.

Por su parte, desde los sindicatos hablan de que se está frente a nuevos modelos de explotació­n laboral del siglo XXI. “Hasta la llegada de estas empresas, la actividad de repartidor se recogía en el convenio de empresa o en el de hostelería. Eran asalariado­s. ¿Qué pasa? Desde que llegan estas plataforma­s se produce la tormenta perfecta, porque con las pocas alternativ­as que hay, la gente trabaja por lo que trabaja. Hay un miedo que ni te cuento”.

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