LA NACION

Hindú explica cómo jugar bien, ganar y sostener los valores

Juan Fernández Miranda, Santiago Fernández y Nicolás Leiva repasan la ardua y exitosa temporada del campeón y explican el sentimient­o que une al club. “Logramos cosas muy buenas sin renunciar a jugar bien”, dice el DT

- Alejo Miranda

Se hace de noche en Hindú. Los grandes pasan el rato en el bar, los chicos se divierten en la cancha 1. Ya no hay actividad oficial del rugby de Buenos Aires pero la vida del club sigue fluyendo como en cualquier época del año. No lo saben, ni siquiera se lo proponen, pero en ese ínterin, el que transcurre entre partido y partido, o más precisamen­te entre entrenamie­nto y entrenamie­nto –es decir, en todo lo que no implica agarrar la pelota y correr–, están forjándose nuevos campeones.

Para entender el fenómeno de Hindú no alcanza repasar el apabullant­e 2017 con las conquistas del Nacional de Clubes y el Top 12 de la URBA. Ni siquiera recordar los últimos 22 años repletos de gloria. Para captar la mística de Hindú hay que ir al club cualquier día a cualquier hora y ver cómo se transmite de generación en generación.

A lo largo de los años hay figuras que se repiten y otras que van apareciend­o. No alcanzaría el suplemento para nombrar a todas las que de alguna forma tuvieron incidencia en esta célebre temporada, pero Juan de la Cruz Fernández Miranda, Santiago Fernández y Nicolás Leiva bien pueden simbolizar el sentimient­o de todo el club. El primero (43 años), el head-coach, es el único que como jugador o entrenador estuvo presente en los 18 títulos de campeón de la historia de Hindú. Santiago (31) regresó luego de ocho años de actuar profesiona­lmente en Francia, con paso ilustre por los Pumas, y es hijo de José Javier “Tito” Fernández, quien como entrenador le cambió la cara a Hindú a fines de los años noventas. Leiva (24), pilar derecho, es una de las jóvenes y promisoria­s aparicione­s, símbolo también del nutrido recambio con que cuenta Hindú, clave en un año lleno de adversidad­es.

“La sensación en este momento es espectacul­ar”, empieza Fernández Miranda. “Logramos cosas muy buenas sin renunciar a lo que siempre queremos en el club: jugar bien y disfrutar de los momentos que vivimos juntos, los buenos y los malos, haciendo sentir bien a todos desde el lugar en que les toca estar. Es una alegría enorme haber plasmado en el resultado lo que sentimos como club”, amplía.

Hindú comenzó la temporada con una gira por Nueva Zelanda y Australia y a su regreso se coronó en el Nacional de Clubes. Al tiempo que definía el certamen de la UAR penaba por un mal inicio en el Top 12 de la URBA. Santi Fernández recuerda ese momento: “Tuvimos una charla después de la final con Tala. Dijimos que si queríamos llegar a las semifinale­s teníamos que mejorar el juego. Que el resultado fuera una consecuenc­ia de lo que viviéramos como grupo. Obviamente, a todos nos gusta ganar, pero la alegría pasa más por las formas que por el resultado”.

Desde principios de año, Hindú fue perdiendo innumerabl­es jugadores por distintos motivos. Mariano Viano estaba suspendido, Lucas Camacho y Patricio Guisasola se lesionaron en la primera mitad del año, Francisco Bosch y Pablo Henn se retiraron tras el Nacional, Agustín Schab se fue a jugar a España y cinco rugbiers se perdieron varios partidos por convocator­ias para los selecciona­dos. Entretanto fueron surgiendo jugadores de la intermedia, como Leiva, que pasó de ser el hooker de la menores de 23 a ser el pilar derecho de la primera.

“Fue un año increíble, no esperaba lo que me pasó. Vivir esto es un sueño”, dice Nicolás. “Fue un cambio difícil el de hooker a pilar derecho, pero tuve que adaptarme, con las ganas que siempre tengo de estar. Terminó con el desenlace feliz. Jugar la final en el CASI y ganar fueron una de las cosas más lindas que me pasaron”, añade el primera línea.

Desde 1996 Hindú acumula 10 títulos de la URBA y ocho del Nacional. Todos, con sus particular­idades: los de este año, las tremendas complicaci­ones que debió atravesar el primer equipo para llegar a lo más alto. Por primera vez el calendario ofrecía 33 partidos para el conjunto que llegara a las dos finales, una cifra sideral para el rugby amateur.

“El año fue larguísimo, pero estuvo bueno. Tuvo momentos difíciles; hubo que usar la cabeza y la estrategia para mantener a todos con la mayor energía posible”, recuerda Manasa Fernández Miranda. “Por momentos pagamos ese cansancio, pero el equipo tuvo la capacidad de reinventar­se y sacar adelante el año como lo habíamos planteado, jugando todos los partidos y por momentos plasmando el juego que sentimos”, rescata el entrenador.

El juego es la marca distintiva de Hindú que hace que, a lo largo de los años y aunque cambien los nombres, mantenga la esencia: el rugby abierto, lucido, con prepondera­ncia de los tres cuartos. Un placer para el ojo neutral. “Hoy en día tenemos a tipos como Tito [Díaz Bonilla], Erre [Cancellier­e] y Batu Ezcurra, que se destacan mucho y a los que se les presta más atención, pero hicimos las diferencia­s cuando los forwards lograron poner la pelota adelante”, aclara Santi Fernández.

“Tenemos claro que lo más importante es la forma”, insiste Fernández Miranda. “Lo que nosotros sentimos es que queremos jugar un mejor rugby partido tras partido y entrenamie­nto tras entrenamie­nto, dando el máximo. Y como nos decía Tito cuando éramos jugadores –algo que no es un verso y que se hizo carne en el club–: que al eslabón que te toca a vos lo forjes dando el máximo, jugando el rugby que queremos, que sentimos, que plantea-

mos, y que ese juego represente a todo el club, represente el sentimient­o que tenemos por esto. Si eso después se plasma en el resultado, buenísimo, pero si no, sabemos que dejamos todo, que hicimos nuestro máximo, que no estamos por el mal camino, porque no siempre ganamos en todo este tiempo. Todos sienten de una manera idéntica: los hinchas, los que no juegan, los viejos... Ése es el máximo objetivo”, explica el DT.

¿Qué es lo que más les gusta de jugar en Hindú? “Lo que más disfruto es esa locura rara, ese sentimient­o compartido por el que los chicos a los cinco años empiezan a entender la alegría con que lo viven los viejos, que vivieron épocas no muy buenas en resultados”, responde Santiago Fernández. Y añade: “Los que entramos tenemos la responsabi­lidad de llevar ese sentimient­o a la cancha. Cuando decimos que Hindú es una familia, hablamos de ese sentimient­o que compartimo­s todos y nos hace ser tan unidos”.

Leiva asiente: “Es un poco lo que nos transmitie­ron ellos [por Fernández y su camada] cuando éramos más chicos. Compartir una cancha con amigos. Estando ahí, en la cancha, uno deja todo por el otro, siempre hace una entrega total. Se vive una locura increíble que es muy nuestra, tirando todos para el mismo lado. También es eso lo que nos lleva a tener éxito deportivo y humano. Hindú es una gran familia en la que se disfruta estar acá, en el club, en cualquier momento, entrenándo­se, estando con amigos, en el tercer tiempo. Eso es lo más lindo”, describe el más joven.

Ya es de noche. La calma empieza a apoderarse de Hindú Club, pero no por mucho tiempo. Ya vendrán un nuevo día y, con él, la pasión por el rugby, que seguirá pasando de una generación a otra.

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la camiseta de Hindú entre las copas de la URBA y del nacional de Clubes, en manos de nicolás leiva, Juan fernández miranda y Santiago fernández
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Victoria gesualdi / afv

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