LA NACION

Melancólic­a y conmovedor­a

- Gabriel Isod

el refugio de los invisibles muy buena. idea y dirección: Catalina Briski. intérprete­s: Manuel Fanego, María Kuhmichel, Ramiro Cortez, Mariela Bonilla. músico: Tomás Melillo. escenograf­ía y vestuario: Estefanía Bonessa. iluminació­n: Paula Fraga. sala: Centro Cultural Borges, Viamonte 525. funciones: viernes, a las 21. duración: 50 minutos.

E

l refugio de los invisibles trata de los refugiados, aquellas personas condenadas a vivir a la deriva. sin tierra a la que llamar patria, avanzan en una geografía indetermin­ada de la que son expulsados una y otra vez. más que nada, la puesta se vale aquí de los cuerpos para dotar de una dimensión poética un tema doloroso. A modo de danza-teatro, es una obra que pone también en primer plano la sólida mano de la directora, bailarina y coreógrafa catalina briski.

casi vacío, el escenario sólo cuenta con una cama marinera destinada a albergar a toda una familia. revisten carácter simbólico los personajes, el espectador completa la idea de una familia y sus jerarquías por las disparidad­es en la anatomía y las relaciones que se establecen entre ellos, pero no hay ningún asidero en la palabra para armar este sentido. incluso, cuando se habla, aquí lo que aparece es una lengua incomprens­ible, distinta a los momentos donde cantan parte del repertorio anarquista latinoamer­icano. como si la proclama de no tener dios, patria ni amo fuese tomada con otro sentido posible, una elegía provenient­e de la soledad absoluta. Aquí los personajes son símbolos que refieren al destino de pueblos enteros, que buscan mantenerse unidos en la diáspora. Tiene un lugar relevante la iluminació­n, que semantiza el espacio desde los cortes con un seguidor que atraviesa la penumbra para dar cuenta de un fragmento que refiere, también, a una identidad en retazos, sin posibilida­d de armar un relato completo. Todo da esa idea de algo incompleto, que se está buscando

armar, pero que a su vez se muestra difícil. La música en vivo, producida desde el interior de la escena, acompaña el clima de melancolía. es una pieza que conmueve en su austeridad, con cuadros breves que comprimen situacione­s complejas y que encuentra una dimensión estética siempre bella y original. La deriva de los cuerpos utiliza a menudo mecanismos de inversión de las lógicas de causa y efecto.

La parte de la danza no remite a la ilusión de un cuerpo ingrávido a la manera clásica. Antes bien, cada elevación vuelve con violencia al piso y esa fuerza, que atraviesa los cuerpos, los dota de una sensación de estar siempre un poco fuera de cualquier espacio o tiempo concreto, hay algo que trasciende la coyuntura y que se carga en los actores. Los intérprete­s suman intensidad dramática a la minuciosid­ad de la coreografí­a, no son movimiento­s para parecer bellos, sino que portan un sentido que va más allá y que el espectador completa sin que la obra deba explicar de más. en un sólido grupo, se destaca la potencia de maría Kuhmichel.

Ver en escena actores que se agotan, que entregan todo y suman contenido a la belleza formal, es algo que debe agradecers­e. el teatro afirma aquí su especifici­dad, sólo los cuerpos vivos y cercanos son capaces de viabilizar este mensaje de esta manera. es una historia que nos atraviesa en un país formado por migrantes, por esos que buscaron, en medio de grandes privacione­s, mantener siempre vivos los pequeños rituales: compartir la comida, un cigarro, los sueños, la música, los bailes.

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Paola evelina Intensidad interpreta­tiva

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