LA NACION

Un gato al que nadie le pone el cascabel

Excesos de velocidad de los medios de transporte público

- Gabriel Tomich EdiTOR

La semana pasada un colectivo de la línea 159 atropelló a un chico de 12 años, alumno del colegio Otto Krause, que lamentable­mente falleció. El incidente ocurrió en la intersecci­ón de Paseo Colón y México, cuando el ómnibus circulaba por el Metrobus. Estas vías exclusivas para el transporte público sin duda ahorran mucho tiempo a los pasajeros y, justo es decirlo, también separan a estas grandes unidades del resto del tránsito, lo que previene no pocos accidentes. Sin embargo, y más allá de si el niño arrollado cruzó bien o mal, lo cierto es que en el Metrobus no cuentan los límites de velocidad. En otras palabras, esta exclusivid­ad parece que les otorga a los choferes la potestad para ir a fondo sin medir las consecuenc­ias. Hasta los propios pasajeros van a los bandazos dentro de los colectivos aferrándos­e como pueden a los pasamanos. ¿Siempre están atrasados en sus horarios? ¿Son los horarios suficiente­s para realizar los recorridos (que en su mayor parte no incluyen estas vías especiales)? ¿Van rápido para dar más vueltas? ¿Las autoridade­s del sector, CNRT y otras municipale­s, han estudiado los recorridos y el tiempo seguro para realizarlo­s? ¿Se controlará­n algún día las velocidade­s máximas de los ómnibus en estas vías, calles y avenidas como se lo hace con el resto de los vehículos? Y algo más que atañe a la seguridad vial con colectivos involucrad­os: la pésima costumbre de muchos choferes

profesiona­les de arrancar con semáforos aún en rojo, apenas vislumbran el cambio de luz para la circulació­n de la calle que deben atravesar. No fueron ni son pocos los incidentes que suceden por esta causa. Pero, nadie nunca le pone el cascabel al gato.

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