Un gato al que nadie le pone el cascabel
Excesos de velocidad de los medios de transporte público
La semana pasada un colectivo de la línea 159 atropelló a un chico de 12 años, alumno del colegio Otto Krause, que lamentablemente falleció. El incidente ocurrió en la intersección de Paseo Colón y México, cuando el ómnibus circulaba por el Metrobus. Estas vías exclusivas para el transporte público sin duda ahorran mucho tiempo a los pasajeros y, justo es decirlo, también separan a estas grandes unidades del resto del tránsito, lo que previene no pocos accidentes. Sin embargo, y más allá de si el niño arrollado cruzó bien o mal, lo cierto es que en el Metrobus no cuentan los límites de velocidad. En otras palabras, esta exclusividad parece que les otorga a los choferes la potestad para ir a fondo sin medir las consecuencias. Hasta los propios pasajeros van a los bandazos dentro de los colectivos aferrándose como pueden a los pasamanos. ¿Siempre están atrasados en sus horarios? ¿Son los horarios suficientes para realizar los recorridos (que en su mayor parte no incluyen estas vías especiales)? ¿Van rápido para dar más vueltas? ¿Las autoridades del sector, CNRT y otras municipales, han estudiado los recorridos y el tiempo seguro para realizarlos? ¿Se controlarán algún día las velocidades máximas de los ómnibus en estas vías, calles y avenidas como se lo hace con el resto de los vehículos? Y algo más que atañe a la seguridad vial con colectivos involucrados: la pésima costumbre de muchos choferes
profesionales de arrancar con semáforos aún en rojo, apenas vislumbran el cambio de luz para la circulación de la calle que deben atravesar. No fueron ni son pocos los incidentes que suceden por esta causa. Pero, nadie nunca le pone el cascabel al gato.