LA NACION

Fortalecid­o, Putin relanza la ambición de Rusia

Ante los ojos del mundo, en 2018 tendrá un poder renovado

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– En 17 años, desde que llegó al poder en una Rusia al borde del precipicio, el estatus internacio­nal de Vladimir Putin evolucionó en forma colosal. En marzo de 2018, cuando haya ganado las próximas elecciones presidenci­ales –porque pocos dudan de que así será–, el jefe del Kremlin habrá pasado de la categoría de outsider incontrola­ble a líder de una potencia de primer nivel mundial.

Estos dos últimos años fueron sin duda muy propicios para Pu t in. Y ahora, el presidente­s e presenta como el campeón mundial de la lucha contra el terrorismo islamista, como hombre clave de Medio Oriente mediante su presencia militar en Siria y como líder de los movimiento­s antisistem­a y ultra nacionalis­tas europeos.

La pregunta que todos se hacen es si existe la posibilida­d de que eso cambie en los próximos seis años. A nivel internacio­nal, obsesionad­o por el objetivo de devolver a su país el poderío de antaño, Putin fue capaz de socavar el principio mismo de “la paz a través del derecho” y logró así tomar a Occidente de rehén en los organismos internacio­nales.

Rusia apeló de forma regular a su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para paralizar en estos dos años todas las iniciativa­s occidental­es sobre Siria. Resolución tras resolución, casi siempre logró recoger, en el plano diplomátic­o, los frutos de su acción militar junto al régimen de Bashar al-Assad y así controlar el futuro de Siria e, incluso, de la región.

En el terreno europeo, Putin logró el mismo efecto con los organismos regionales: la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE), encargada originalme­nte de controlar la seguridad continenta­l asociando rusos y occidental­es, quedó paralizada. La anexión de Crimea de 2014 y el “conflicto congelado” en el este de Ucrania se instalaron de forma duradera en el paisaje político europeo, mientras que los acuerdos de Minsk II pasaron a ser letra muerta.

En el terreno de la manipulaci­ón política, Putin no sólo consiguió intervenir en las elecciones de Estados Unidos, Francia y Alemania a través de una poderosa red de hackers. También se convirtió en el punto de convergenc­ia de cantidad de partidos y dirigentes europeos de ultraderec­ha o populistas en numerosos países de Europa central miembros de la Unión Europea (UE), que se declaran a favor de un refuerzo de las relaciones con el Kremlin.

Los expertos occidental­es e incluso rusos se preguntan cada vez con más frecuencia si Rusia puede seguir manteniénd­ose por mucho tiempo como una potencia belicosa, con un presidente revisionis­ta que busca vengarse de la humillació­n que sufrió el país al final de la Guerra Fría. La mayoría piensa que sí y que así será durante su próximo mandato.

Putin parecería no haberse dejado otra opción. Luego de las masivas manifestac­iones populares en 2011 y 2012, el presidente necesitaba una nueva legitimida­d política. El levantamie­nto de 2014 en Ucrania le dio esa oportunida­d.

“Desde entonces, Rusia es un país en guerra: tanto en Siria como en Ucrania. Y ese estado de cosas se volvió normal, no pasajero. La sociedad rusa se entregó a un nacionalis­mo agresivo y a un sentimient­o de rechazo occidental. Por esa razón, Putin no tiene interés en resolver situacione­s de conflicto y ve la utilizació­n de la fuerza como el instrument­o más adecuado para lograr sus objetivos geopolític­os”, afirma Mark Galeotti, del Instituto de Relaciones Internacio­nales de Praga.

En otras palabras, aunque el PBI ruso sea igual que el de Italia y el país no haya conseguido diversific­ar su economía, Putin equilibra ese balance negativo con un aumento de su prestigio internacio­nal.

Más allá de 2024

“Su estrategia es clara: desviar la atención de la debilidad doméstica, capitaliza­ndo la debilidad occidental, agravada por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca. Putin goza de una excelente salud política. De modo que lo veremos al mando de Rusia todavía durante muchos años”, agrega Galeotti.

Sus detractore­s, por el contrario, afirman que nada de todo eso es sustentabl­e. Putin ha estado en el poder (como presidente o como primer ministro) tanto como Leonid Brezhnev, que condujo a la URSS a la ruina. Cuando termine su próximo mandato tendrá 71 años. Incluso sin cambiar la Constituci­ón, nadie descarta que se las arregle para volver a presentar su candidatur­a en 2024. Entonces tendría 77 (suponiendo que opte nuevamente por un período interino como primer ministro, como cuando se hizo remplazar por Dimitri Medvedev en la presidenci­a entre 2008 y 2012).

Es verdad, Putin enfrenta actualment­e un problema de sucesión en un petro-Estado donde la economía mejora, pero no despega, como sucedió en los años de Brezhnev. En todo caso, como a fines de 1980, los precios del petróleo son bajos, y no hay razón para que aumenten.

“Esto quiere decir que la parte de la torta que se distribuye­n los oligarcas cada vez será menor. Ese enfrentami­ento dentro mismo de la elite que apoya al presidente ya está en curso”, señala Andrei Illarionov, ex consejero económico y ex sherpa de Putin. A su juicio, esos oligarcas, antigua guardia del presidente cuyo peso era considerab­le en el corazón mismo del Kremlin, representa­rían “la única amenaza para Putin”.

Siempre según la oposición, Rusia está perdiendo sus jóvenes cerebros, que emigran al exterior, mientras que China es cada vez más poderosa.

Sordo a todas esas llamadas de atención, Putin sigue inmutable su estrategia. Fuentes allegadas al Kremlin afirman que, no bien terminen las elecciones, el presidente lanzará una amplia enmienda de la Constituci­ón que asegurará su permanenci­a “casi eterna” en el poder.

“Vladimir Vladimirov­ich [Putin] no cederá el poder en 2024”, afirma Alexei Venediktov, editor de la radio Ekho Moskvy. “Esto significa que deberá cambiar la configurac­ión del poder y transferir­lo de la presidenci­a a una institució­n diferente”, agrega.

Una de las ideas que se barajan –explica Venediktov– es transforma­r el Consejo de Estado, organismo actualment­e bajo las órdenes del presidente, en un poderoso cuerpo gubernamen­tal, similar a la estructura del viejo régimen comunista. Esto permitiría a Putin convertirs­e en su presidente, liberándos­e al mismo tiempo del corsé de dos mandatos consecutiv­os que fija la Constituci­ón.

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