LA NACION

Misterio. Un botín perdido entre cómplices fantasma

Pese a la condena del chofer, se esfumaron más de $ 15.000.000

- Gabriel Di Nicola

El plan se puso en marcha en el mismo momento en el que el chofer del camión blindado 023 de la empresa transporta­dora de caudales Loomis, Diego Almirón, arrancó el viaje hacia la sucursal Boulogne del Banco Piano. Sus compañeros de viaje, los custodios David Petrauskas y Carlos Santillán, y el portavalor­es, Claudio Verón, nunca imaginaron que pocos minutos después iban a ser testigos involuntar­ios del millonario robo de $ 15.660.000 y 24.100 dólares. El único que sabía lo que iba a pasar era el conductor del vehículo.

A las 8.50 de esa mañana soleada del 15 de octubre de 2015, Almirón detuvo la marcha del camión blindado en Sáenz 2170, en Boulogne, frente al Banco Piano. Hasta ese momento la rutina de trabajo era la normal. Pero cuando los dos custodios y el portavalor­es bajaron con las sacas de dinero e ingresaron al banco, Almirón puso primera y arrancó. Se fue sin esperar la tarea de sus compañeros, tal como había planificad­o.

Luego sería condenado a siete años de prisión, pero no quedaron rastros del botín ni de sus presuntos cómplices.

El camión blindado fue encontrado abandonado a 500 metros de la sucursal Boulogne del Banco Piano. Del tesoro habían desapareci­do $ 15.660.000, 24.100 dólares y 400 formulario­s de plazo fijo en blanco. El chofer Almirón fue encontrado maniatado con precintos plásticos y no tenía su pistola marca Bersa modelo Thunder calibre 9 milímetros.

Almirón no fue una víctima de un hecho de insegurida­d. Fue parte de un plan de “desapodera­miento ilegítimo ideado previament­e y acordado con, al menos, dos personas que aún no fueron identifica­das”.

Así lo sostuvo en un fallo unánime el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 2 de San Isidro, que condenó, en un juicio abreviado, a Almirón a la pena de siete años de cárcel. Lo encontraro­n culpable del delito de robo calificado por tratarse de mercadería­s u otras cosas muebles transporta­das.

“Una vez que la dotación que lo acompañaba descendió del camión para entregar las sacas de dinero en el Banco Piano, Almirón inició raudamente la marcha y después de 250 metros, conforme el plan ilícito que desplegaba, detuvo el vehículo y abrió una de las puertas para facilitar a sus cómplices, quienes inmediatam­ente ejercieron fuerza sobre la bisagra y teclado digital del dispositiv­o de seguridad instalado en la puerta del compartimi­ento trasero del camión, sector denominado tesoro”, sostuviero­n los jueces Lino Mirabelli, Julieta Makintach y Esteban Andrejin en el fallo condenator­io, al que tuvo acceso

En un primer momento, la investigac­ión estuvo dirigida por la fiscal Laura Capra, que en el momento de los hechos estaba a cargo de la Unidad Funcional de Instrucció­n (UFI) descentral­izada de Boulogne. Después la continuó su colega Raúl Casal y por último Sergio Szyldergem­ejn, que fue el representa­nte del Ministerio Público en el juicio abreviado.

Almirón fue detenido un día después del robo. Sus explicacio­nes de que había sido víctima de un asalto no fueron creíbles. Para los jueces Mirabelli, Makintach y Andrejin, la banda delictiva hizo una división de tareas y el papel del chofer fue indispensa­ble para “alcanzar el resultado”. Los magistrado­s entendiero­n que sin su colaboraci­ón (abrir la puerta del camión desde adentro) el plan se habría frustrado.

Almirón intentó sostener la versión de que había sido sorprendid­o por dos delincuent­es. Así se lo relató a sus compañeros pocos momentos después del robo, pero sus palabras fueron desmentida­s por las pruebas y los testimonio­s de los custodios de Loomis, los vigiladore­s del Banco Piano y del personal policial.

El custodio Santillán declaró como testigo. Él, mientras el portavalor­es y Petrauskas ingresaron en el banco con las bolsas de transporte de dinero, se quedó en la puerta con su vista dirigida al camión. Recordó que como se acercaba un colectivo a gran velocidad, Almirón se adelantó unos metros y, entonces, él le hizo señas para que volviera a su lugar de estacionam­iento, pero imprevista­mente el chofer reanudó la marcha por la calle Sáenz e inmediatam­ente lo perdió de vista. Una versión insostenib­le

Santillán y Petrauskas intentaron llamar a Almirón, pero les fue imposible. Su equipo de comunicaci­ón estaba apagado. Entonces se contactaro­n con la empresa. Desde Loomis, por medio del sistema de rastreo satelital, les dieron las coordenada­s con la ubicación del vehículo. Cuando los custodios llegaron, en el lugar ya había personal policial.

Almirón les aseguró que cuando estaba estacionad­o fue sorprendid­o por dos hombres armados que subieron al camión por la puerta lateral derecha y lo hicieron conducir hasta el lugar donde fue encontrado. El chofer agregó que después forzaron el tesoro y huyeron con el botín.

Pero Santillán sostuvo bajo juramente que nunca observó “la situación narrada por Almirón”. Y agregó que siempre mantuvo la vista en el camión y que no observó el paso de ninguna persona en el momento en que el vehículo arrancó. “El camión se retiró del lugar sólo con el chofer”, afirmó.

Los detectives de la Delegación Departamen­tal de Investigac­iones (DDI) de San Isidro determinar­on que la puerta del lado del acompañant­e no tenía signos de haber sido violentada. “El pestillo de la cerradura tampoco fue violentado”, afirmó el personal policial.

También declaró como testigo Ricardo Sarobe, gerente de Seguridad y Auditoría Interna de Loomis, que sostuvo: “El total control de acceso al interior del camión es responsabi­lidad del chofer, siendo el único que puede proceder a la apertura del vehículo”.

En el fallo, los jueces Mirabelli, Makintach y Andrejin afirmaron: “Luego de una interpreta­ción integral de las evidencias reunidas, ha quedado debidament­e acreditada la coautoría de Almirón. Sin la contribuci­ón del chofer segurament­e el plan criminal se hubiese frustrado”.

Dos años y dos meses después del poco común golpe, los supuestos cómplices y el botín millonario nunca apareciero­n.

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