LA NACION

Diciembre, el mes que interpela al poder

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Capear diciembre es una de las especialid­ades de Cambiemos. Lo transita por tercera vez desde que asumió el poder, a años luz de aquellas luctuosas jornadas de fines de 2013 cuando en medio de revueltas policiales y saqueos morían 14 argentinos mientras la entonces presidenta de la Nación tocaba el tambor festiva y despreocup­ada en la Plaza de Mayo, sin mayores reclamos de las entidades de derechos humanos ni de la progresía, como sí sucedió este año con Santiago Maldonado, al que se lo trató de hacer pasar como víctima de una “desaparici­ón forzada” y que se ahogó al intentar cruzar el río Chubut, en el contexto de un operativo de la Gendarmerí­a para despejar la ruta 40. En cambio, hubo menos reacción con la muerte de Rafael Nahuel, mucho más grave que la otra por las condicione­s en que sucedió. Rarezas espasmódic­as de los sectores que protestan.

Desde el diciembre negro de 2001, en que cayó el gobierno de la Alianza, y en el que también hubo que lamentar 39 muertos en medio de los disturbios de ese trágico fin de época, el último mes del año se convirtió en una temible amenaza para el poder de turno. El actual oficialism­o lo superó sin mayores problemas en 2015, en pleno recambio presidenci­al –de Cristina Kirchner a Mauricio Macri, aunque sin la habitual transmisió­n del mando– y luego dieron sus frutos los distintos planes de contención puestos en marcha desde el Ministerio de Desarrollo Social para rematar en paz un año difícil como 2016, a pesar del trago amargo que significó el giro económico (sinceramie­nto de la inflación y del dólar; sucesivos tarifazos en los servicios, que repercutie­ron en el consumo popular; pérdida de puestos de trabajo). En efecto, más allá de algunas protestas callejeras con incidentes menores, 2016 terminó en paz, pero la tensión se trasladó a febrero/marzo de este año cuando detrás de las masivas marchas docentes se colaron otros malestares sectoriale­s contra el Gobierno, que terminaron teniendo un efecto social contraprod­ucente (máxime después del acto del 24 de marzo, reivindica­torio de las guerrillas de los 70).

El Gobierno llega a este presente mes de diciembre fortalecid­o por haber ganado dos importante­s elecciones consecutiv­as (las PASO, en agosto, y las legislativ­as, en octubre, en las que sumó más votos y derrotó a Cristina Kirchner, un test electoral que debía superar para convencer a eventuales inversores y al arco político de que llegó para quedarse hasta 2019 y, tal vez, más). Pero al no contar con mayorías legislativ­as propias, como tenía el gobierno anterior, todo le resulta mucho más difícil y no por eso se amilana. El macrismo siempre se ufana de gobernar en minoría a través de trabajosos acuerdos con las oposicione­s de turno. Lo viene haciendo desde fines de 2007 en el gobierno porteño y el mismo método lo llevó muy exitosamen­te adelante durante todo 2016 cuando las huestes de Sergio Massa todavía facilitaba­n el tratamient­o y la aprobación de leyes cruciales.

El año que se está yendo, atravesado por los triunfos electorale­s mencionado­s, fue menos fructífero en ese sentido y más complejo. Aun así, la controvert­ida reforma previsiona­l ya cuenta con la sanción del Senado, si bien los acuerdos con los gobernador­es y la CGT se tornan más frágiles porque nadie quiere poner la cara y asumir los costos políticos, que conllevan cambios estructura­les de mayor profundida­d.

¿Y qué hay de los cortes callejeros de organizaci­ones sociales, que se intensific­an también en este como en otros diciembres?

Más allá de marcar públicamen­te sus diferencia­s políticas con el Gobierno, en el oficialism­o hay relativa tranquilid­ad en el sentido de que no toman a las actuales protestas como expresione­s de situacione­s sociales explosivas, sino más bien como la única manera que encuentran sus propulsore­s para no perder la vidriera mediática. De hecho, el corte del Polo Obrero, que empezó el lunes en la 9 de Julio, fue de un solo carril, no interrumpi­ó el Metrobús, y el acampe “por tiempo indetermin­ado” se levantó 17 horas después por propia voluntad de los manifestan­tes y sin necesidad de intervenci­ón policial. El histrionis­mo para las cámaras de TV y el corte sobre la calle Lima no impidieron, sin

Es el tercero en paz bajo el gobierno de Cambiemos; el último trágico fue el de 2013, con 14 muertos

embargo, el paso del auto de la ministra Carolina Stanley hacia su despacho, sin la más mínima agresión hacia ella, ya que mantiene diálogos fluidos con los principale­s referentes de las organizaci­ones sociales.

La “redada” inoportuna y sobreactua­da de detencione­s, en la madrugada del jueves, dispuesta por el juez Claudio Bonadio en el marco de la causa del memorándum de entendimie­nto con Irán, al que se sumó el resonante pedido de desafuero y de prisión para la ex presidenta, sumó una cuota inesperada de malestar político que también se volcó a la calle y potenció a la ahora senadora justo cuando parecía marchar hacia un futuro de irremediab­le intrascend­encia.

En la semana que comienza, el tránsito se volverá aún más crítico en el centro por las severas restriccio­nes que sufrirá también en las zonas de Recoleta y Puerto Madero (ya muy complicada por las obras del Paseo del Bajo) por la cumbre de la OMC.

Al menos sin moros en la costa en materia de saqueos o de inestabili­dades peores de otros diciembres, la Argentina se prepara para transitar un crucial 2018.

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